Día 11.

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11 de septiembre.

   Un sonoro bostezo se escapó de los labios del chileno al despertar esa mañana de septiembre.

   Intento incorporarse lentamente, aún sin estar completamente lucido en su amanecer. Pero le fue imposible llevar a cabo la acción al encontrarse rodeado por los brazos del argentino que seguía durmiendo plácidamente.

   Ambos con sus pieles al descubierto, con las sábanas enredadas entre sus piernas.

   Y Manuel habría puesto el grito en el cielo si es que no se hubiese dado cuenta que llevaba ropa interior.

   Agradeciendole a todo lo divino y tembloroso ante su descubrimiento se llevó las manos a la cara, para cubrir su naciente sonrojo que se podría ver hasta Júpiter. Especialmente si en su mente se revivian las escenas de la noche anterior.

   Una huida fallida, gracias al argentino.

   Una discusión por celos que no debería sentir, se repetía el chileno.

   Una reconciliación que se torno pasional entre besos descuidados con sabor a manjar y mate muy dulce.

   Aquella vehemente situación les llevó entre sábanas, despojandoles prenda por prenda.

   Caricias amatorias...

   Sensaciones carnales...

   La fiebre del momento les jugo sumamente en contra, en especial al rubio que cayó rendido en el punto más culmine de la situación.

   Manuel apartó lentamente las manos de su cara, aún sintiendo sus mejillas arder, y le dedicó una mirada quisquillosa al rubio que dormía plácidamente. El chileno suspiró con alivio al ver que este descansaba e intento apartar las manos del argentino con la intención de no despertarlo.

   Esa era si intención, pero Martín abrió su ojo izquierdo con una sonrisa en los labios.

—Buenos días, Manu —saludo el alfa con voz notoriamente mejor.

   Manuel le dio rápidamente la espalda e intento desesperadamente alejarse del argentino, con el sonrojo a mil y rogando que la tierra se lo tragase. Pero todo intento fue en vano cuando Martín le atrajo fuertemente hacia él.

—No corras, flaco —murmuró en el cuello del omega, aspirando el aroma que tanto le gustaba del chileno.

   Encontrarse paralizado en esa situación estaba bien ¿cierto?. El aroma del alfa le llenaba la mente en cierto aspecto, sus dificultades con las pastillas tenían la culpa o eso quería creer. Sabía que por su descuido no se encontraba en todos sus sentido, y con la pastilla que se había tomado el día anterior creía que podría estar bien.

   Pero hace muchos años que no sentía el deseo de encontrarse entre los brazos de un alfa, y eso le asustaba.

   En especial porque se hallaba soltando una gran cantidad de feromonas, y sabía que Martín era consciente de ello.

—No estoy huyendo —murmuró en respuesta el chileno, aferrandose a los brazos del argentino.

—Entonces quedemosnos así un rato más —dijo el rubio besando el cuello del castaño, que soltó un suspiró ante el acto.

   Manuel asintió ante la propuesta del argentino, procurando tranquilizarse e "intentar disfrutar el momento" —si de por sí para el chileno era difícil espantar su lado agresivo ante las situaciones vergonzosas, el aceptar que quería disfrutar una ya era inimaginable—.

   Y hubiese resultado así de agradable como imaginaba si las náuseas no le atacasen de aquella manera.

—Oye, Tincho... Necesito ir al baño —se apresuró a decir el chileno, llevándose una mano a la boca.

30 días de ti || ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora