Día 13.

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13 de septiembre

   Martes trece de septiembre, con el sol invitando a la gente a despertar, de forma bastante poco sutil al golpear tan fuerte por esas horas de la mañana.

   Era simple la forma de describir lo que sucedía, pensaba Manuel.

   Alfa-empalagoso-caliente.

  Muy fácil a decir verdad. Con Martín sujetandole de esa forma mientras le obligaba a permanecer entre sus piernas al leer algo recomendado por este era bastante molesto. El rubio mantenía sus frías manos en el vientre del omega con la cabeza afirmada en la de Manuel, muy relajado al encontrarse con su enfermedad casi aniquilada.

   Los recuerdos del rubio débil podían quedar atrás, dando paso nuevamente a ese alfa inquieto y alegre que conoció Manuel —aunque el rubio nunca perdió su toque—.

—Tincho, se te va a acabar la licencia y si te vuelves a enfermar te dejó sólo por tonto.

—No mientas, vos te vas a quedar conmigo por siempre.

   Manuel cerró el libro cuando las frías manos de Martín comenzaron a acariciar su vientre cálido debido al aumento de feromonas. Sacándole un leve sonrojo al castaño que le sujeto las manos al rubio.

—Vos me aceptas como alfa ¿cierto? —La vocecita que hacia Martín cuando estaba feliz le sacaba de quicio en ese momento.

   Era muy vergonzoso el estar soltando tantas feromonas omega de esa manera, le hacía sentir desesperado por el tacto cuando no era así, o eso quería creer Manuel entre su enjambre mental de pensamientos sin sentido.

   Su cuerpo como tal se sentía muy a gusto con el de Martín. Era extrañamente la combinación perfecta de temperaturas que necesita sentir para relajarse en ese momento. Las manos frías en su vientre y la calidez de sus brazos terminaban por convencerle que aquel era su lugar.

   Y las feromonas de alfa complacido por parte de Martín no ayudaban a la angustia de Manuel por el terror de entrar en celo sin avisarle a su ya alterada madre que le había llamado para saber cuando iba a volver de la casa de ese amigo que había conocido.

   El castaño se inventó una que otra excusa, lo más blancas posibles antes de que su madre sospechara algo. Si bien mentirle a una madre tan... Madre como la de Manuel no era bueno, peor sería que se entere que lleva días con un alfa mientras desprende feromonas como condenado en el desierto de la abstinencia.

   Eso era muy malo, pero el que Martín le besara el cuello como lo hacía en ese instante le hacía replantearse la idea de huir del mundo en una nave espacial junto los marcianitos simpáticos que bailaban para no meterse en problemas nunca más.

Que rico... —soltó en un suspiro resignado el castaño, dejando el libro a un lado para relajarse en los brazos del rubio.

   Martín soltó una risita y continuó con lo suyo. La forma en la que el omega se relajaba estando con él hacía que su parte alfa se hinchara de orgullo, se sentía bien cuando tenía esos pequeños logros con Manuel, por lo poco que le conocía sabía que en otra situación seguramente lo hubiese mandado más allá de la Cordillera de los Andes para que se perdiera en espacio tiempo.

   El reloj avanzaba de forma rápida comparado a lo calmoso que iban ambos hombres en esa pequeña sesión de besos que armaron en el elegante y cómodo sillón del alfa.

   El tic tac del pequeño pájaro cucu se dejó de escuchar hace un rato para ellos.

   Las piernas de Manuel se encontraban cada una a los costados de las del rubio, que sujetaba de forma tierna las caderas del castaño mientras este saboreaba los besos que le regalaban.

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2018 ⏰

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