Día 12.

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12 de septiembre

— ¿Dejaste las pastillas? —Le pregunto Francisco sin ningún tacto después de saludarle esa mañana de septiembre luego de tomarse un pequeño descanso en su trabajo de medio tiempo.

Una venita se marcó en la frente del omega al escuchar la pregunta de su mejor amigo.

—No... O sea, sí, pero no —le respondió Manuel cruzándose de brazos con una mueca de disgusto ante la mirada inquisitiva de Francisco.

Se encontraba acompañado de su amigo alfa en la bodega de la librería. Con un par de libros en mano después de revisar las novedades de editoriales que se paseaban por ahí ofreciendo sus nuevos proyectos.

—Entonces no las dejaste, pero surgió algo que hizo que las dejarás por un tiempo y ahora debes sacar hora con tu ginecólogo para que te las receten de nuevo y tienes problemas por ello —Pancho le sonrió después de su gran deducción al escuchar las palabras de Manuel.

No por nada llevaban siendo amigos tantos años.

—Exacto, y tengo a un argentino enfermo que cuidar y si sigo así lo dejaré sólo y vendrá otro omega a cuidarle y, weón —miro exasperado a Francisco —, no quiero eso —Manuel dejó los libros sobre el mesón —o al menos eso recordaba que era entre todos los libros que mantenía en su propio desorden —, y se llevó las manos a la cara, gruñendo con la idea de sentir celos cuando no debía —. Hace tiempo que no me gusta alguien, ya no sé qué hacer. Si entró en celo y mi vieja se entera me va a matar de abstinencia y después me hará cura de alguna Iglesia católica llena de omegas lachos.

Su amigo ecuatoriano negó repetidas veces y le dio unas palmadas en la espalda al chileno. Después de todo conocía a la madre del chileno y podía ser un caso serio si se trataba de la vida reproductiva de su hijo —el mismo Francisco paso por una larga charla cuando nunca tuvo intenciones maliciosas con Manuel, tal vez en algún momento le atrajo como omega, pero la idea se fue yendo por si sola como hojas que lleva el viento—.

—Manuel, algún día tendrás que hacerle entender a tu mamá que no puedes vivir evitando tu celo de esa forma ¡ni siquiera tienes idea de cómo cuidarte si te llega a pasar de la nada! Y lo único que haces para que tu mamá no se enteré de tus feromonas locas es alejándote de casa. Somos amigos, y lo sabes. Pero el descontrol que llevas de la situación te podría hacer pasar por un accidente, y yo puedo hacer un esfuerzo más allá de lo que debería para evitar meterme contigo si tuvieses un celo repentino, pero otras alfas no son así. Piénsalo, podrías preguntarle a ese argentino que conociste si desea acompañarte en ello ¿no estas así por él? —Pancho le miro con una ceja alzada en son de reproche, con la idea de que tal vez ese alfa que se le insinuaba a su amigo fuese de ayuda y no solo de palabras bonitas.

—El me lo ofreció —gruño Manuel sentándose en una pila de enciclopedias.

— ¿Eh?

—Que me lo ofreció. Me ofreció pasar mi celo con él —explicó el omega mirando el piso, soltando un suspiró de frustración volviendo a llevar sus manos al rostro —. Y pensar que después de eso me deje y acabe sólo con una wawa* en brazos por querer desobedecerle a mi vieja no se ve bacán. ¿Cachai? Me asusta.

Francisco asintió con lo que intentaba expresarle su amigo. Entendía la idea que tenía el chileno de la situación. Con una omega que constantemente le repetía lo que sucedería si se aventuraba a desobedecerle recordándole su propia situación de mujer soltera y cuatro hijos debía ser mucha presión para Manuel. Y sin la experiencia necesaria cuando se encontraba con todos los indicios de un calor próximo podría jugarle sumamente en contra.

—No conozco a ese alfa, pero tú confías en él ¿cierto? No debe ser tan difícil...

—Con cuea llevamos una semana y algo de conocernos. No es tan fácil —Manuel le miro con el ceño fruncido corriéndose el flequillo con la mano.

— ¿Crees que eso no sucede? ¿Sabes cuánto se demoraron mis padres en proponerse matrimonio y planear a mi hermana? ¡Cinco días! Así es la sociedad Manuel, el amor no tiene límites de tiempo —replicó Francisco bastante serio por lo que acababa de decir.

Manuel ya se sabía la historia de los padres de Francisco. Cuando les visitaba la escuchaba unas dos veces mínimo, eran personas demasiado amorosas y a veces ese amor le hostigaba.

—Bueno, ya. Tal vez yo soy el loco, pero el amor prematuro no está en los planes míos ni de mi vieja.

—El amor nunca está en los planes de nadie, llega y se debe respetar su momento de llegada —replicó de forma exagerada el alfa, declarándose fiel justiciero del romance.

—Acá está el claro ejemplo que leer te cagá de la cabeza —soltó Manuel apuntando a su amigo y luego a sí mismo —. Tenemos la vida idealizada, compadre. Pero la verdad es que somos weones pa' nuestras cuestiones. Tu estas más sólo que un deo' —río burlesco Manuel, intentando relajarse y sacar a Martín de su mente por unos segundos.

—Es diferente, y lo sabes. Nuestras situaciones son dispares en este momento —se defendió él.

Agradecía tener un amigo como Francisco, pensaba Manuel. Sabía que el ecuatoriano se encontraba marcando territorio con su aroma, y era totalmente consiente de que su amigo se esforzaba por evitar ello, pero así funcionaban sus organismos y no podía seguir haciendo sufrir al alfa de aquella manera.

—Yo que tu vuelvo al trabajo o te van a echar la foca —Manuel cambio de tema a lo que Pancho miro la hora asustado.

— ¡Me van a matar! —gritó después de ver la hora en su reloj de mano. Tomó sus cosas rápidamente con la mirada burlesca del omega puesta en él y se detuvo de golpe antes de abrir la puerta —. Tomate el día, en serio. La señora Inés te quiere como a un hijo y si no te lo digo yo te lo dice ella —agregó Francisco dándose vuelta para mirarle preocupado —. ¿Y sacaste hora? Si no lo has hecho hazlo ya.

—Ya, ya. Peor que la Tiare oh, y planeaba sacar hora después de-

—Llama a tu ginecólogo ahora, Manuel —le ordenó el ecuatoriano afirmando sus manos en su cadera con el ceño fruncido.

El omega gruño. Algo que odiaba siempre de tener un amigo alfa era que podía dar la situación a su antojo lograba controlar su aroma como gustase. Y Pancho era uno de los pocos que conocía que podía hacer ello.

—Ya oh. Pero dejame respirar —Con mejillas rojas Manuel tomó su celular, marcando al hospital donde solía ir.

La cita quedó concertada para el día siguiente por la magia de las cancelaciones de citas. Y con ello acordó juntarse con su mejor amigo para poder ir sin inconveniente hasta el lugar.

Su amigo se fue y la señora Inés no tardó en mandarlo devuelta a su casa con un neutralizador de aroma en el bolsillo, haciendo una llamada rápida a su compañero haitiano que tendría que cubrir sus turnos hasta nuevo aviso.

Emprendió su viaje a casa de Martín, sabiendo que no era lo mejor. Pero temía más a su madre —y su gran chala— que a un alfa que con unos cuantos golpes podía mantener a raya.

Tal vez los días de septiembre podían complicarse para los dos hombres con sentimientos dulces y pieles tiernas en busca de caricias mutuas en los pocos días de invierno que restaban para dar paso a la primavera.

N/A:

Lacho: una persona mujeriaga o caliente.
Wawa: una wawa po', un beibi <3 uvu

30 días de ti || ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora