Prólogo

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Después de la tormenta llega la calma...

¿Hasta qué punto es verdad o es una frase para mantener viva la esperanza? ¿Y merece la pena esa calma o es preferible seguir viviendo en el centro de la tormenta? Después de todo lo que pasó poca esperanza queda ya.

Tras la noche del dragón el mundo se apagó por completo. El ser humano buscó refugio para sobrevivir al invierno nuclear y esperar a que la radiación que quedó tras el paso del dragón se disipara por completo. Una vez el mundo exterior volvió a ser habitable lo que se encontraron fue un páramo yermo, vacío, cuya vida era inexistente. Todo lo que quedaba de la antigua civilización se había reducido a polvo y ceniza; toda norma de conducta, leyes que antes servían para aplacar a las bestias internas del individuo, carecía de sentido. El mundo volvía a ser lo que fue al inicio de la era civilizada: una jungla donde el poder lo controla el más fuerte. Aquellos que formaron los primeros asentamientos pudieron posicionarse en una situación ventajosa frente a los demás. Las pocas reservas de agua potable quedaron en manos de los más rápidos y de los mejor armados. Con el tiempo esta situación se ha ido normalizando, los recursos están mejor distribuidos ahora que la naturaleza ha conseguido purificarse, aunque no ha pasado el tiempo suficiente para eliminar la radiación del entorno y el yermo sigue siendo una zona hostil llena de bandidos, salteadores y criaturas peligrosas. Las guerras, aquello que una vez estuvo a punto de extinguir la raza humana y eliminarla de la faz de la tierra para siempre, volvieron pronto. Aquellos con sed de poder no se conformaban y siempre necesitaban tener más y más. De la guerra regresó un nuevo negocio, el de los mercenarios, cuando el sabotaje no era suficiente para vivir.

Si bien el ser humano siempre ha tenido miedo a lo desconocido y a aquello que no podía explicar ahora ese miedo se acentuaba con la aparición de nuevas criaturas, algunas propias de pesadillas. Los animales dóciles tuvieron que adaptarse al nuevo entorno con la llegada del invierno nuclear para poder sobrevivir a las condiciones extremas que azotaban la tierra, y otras tantas criaturas más se vieron afectadas por la mutación dando lugar a animales más propios de llamarse monstruos. Solo era cuestión de tiempo que el ser humano también se viera afectado por estas mutaciones y acabasen llegando aquellos a quienes conocemos como "neonacidos". Es irónico que fuesen tratados como a monstruos por parte de otros monstruos sin sentimientos...

Cuando tenemos miedo a algo tendemos a rechazarlo y expulsarlo de nuestra zona de confort. Muchas familias se vieron expulsadas de aquellos asentamientos donde construyeron su zona de confort, donde crearon su nueva vida y pusieron sus esperanzas de poder vivir en paz, solo porque sus hijos nacieron con unas características especiales que no pudieron explicar. Algunos son más sutiles, gozan de una impresionante capacidad de percibir las cosas a su alrededor con mayor sensibilidad que cualquier otro ser humano, o son capaces de hacer cosas imposibles para otras personas, como si pudieran hacer magia. Otros muchos son perceptibles a simple vista, como poseer membranas bajo los brazos para poder planear o tener branquias que les permitan respirar bajo el agua. Estos neonacidos quizá sean quienes peor lo pasaron en el nuevo mundo.

Después de la tormenta llega la calma, pero a veces es preferible seguir viviendo en el centro de la tormenta a tener una calma vacía en su lugar.

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