Madrugadas

186 10 2
                                    

La madre dormía plácidamente, hasta que un portazo le hizo abrir los ojos debido a el ruido. Extrañada, se quitó la manta que la tapaba y se levantó de la cama. Ruidos de tropiezos se escuchaban en el salón, y entonces se dio cuenta de quien era. Nuevamente su hijo llegaba de madrugada, seguramente borracho o lo que fuese que tomase. 

-¿Hayden? -susurró la madre apareciendo en el salón. 

Su hijo se tambaleaba y maldecía en voz baja, mientras en sus manos sostenía una botella de whisky. Alzó la mirada y clavó su mirada en la de su madre. Ambas eran tristes, y ellos sabían porque. Desde que su padre murió, su hijo no había echo mas que drogarse y beber, provocandole mas pena a su madre. 

-¿Mama? -le dijo con voz ronca 

Ella lo miró desde la puerta, estática. Hayden tenía los ojos rojos, junto a unas grandes ojeras. Su pelo castaño estaba desordenado, lo que indicaba que había estado pasándose las manos por él en modo de frustración varias veces. En sus nudillos habían moretones de hacía días, cuando tuvo un ataque de ira y terminó golpeando la puerta y la pared sin parar, mientras su madre le suplicaba entre sollozos que parase. El pendiente que llevaba desde pequeño seguía allí, y un anillo que le regaló su padre seguía también en el mismo dedo de siempre. Iba vestido con una chaqueta gruesa y bastante ancha para él, junto a un pantalón de chándal negro y unos zapatos del mismo color. 

Ella corrió hasta él y lo abrazó. Se notaba que había estado llorando, y le partía el corazón el saber que su hijo lo estaba pasando mal. Con apenas diecinueve años ya bebía como nadie que conocía.   

-¿Donde has estado? -preguntó apresurada- dios mio, Hayden, no me puedes hacer esto...

Él la separó cuidadosamente y habló arrastrando las palabras:

-Mamá, creo que me voy a dormir. No me encuentro muy bien...

-Hayden, por favor -le paró- a papá no le gustaría verte así. 

Él alzó la mirada y la miró sin habla. Las lagrimas se acumularon en sus ojos, pero no salieron. 

-¿Porque se ha tenido que ir? -preguntó con la voz quebrada- abría dado sin dudar mi vida por la suya, pero yo sigo aquí, ¿porque? 

Vio el dolor y la sinceridad en sus palabras y su mirada. 

-Cariño, no digas eso...

-Lo intentas, pero olvidar no es fácil.

Sin decir nada más se giró y comenzó a caminar hasta la habitación. Fue detrás de él y lo vio respirar entrecortadamente, hasta que finalmente escuchó como sollozó. Lo observaba de espaldas, con los hombros encogidos, y con el brazo donde llevaba la botella de alcohol en su  cara para que no lo viera llorar. 

-Lo siento, mamá -habló- lo siento, lo siento...

Su madre se mordió el labio, y asintió cerrando los ojos. 

-Te quiero mucho, ¿me escuchas? Te quiero, y serás la única mujer que quiera en toda mi vida- le dijo tambaleándose con lagrimas en los ojos -él también te quiere, los dos lo hacemos. 

Su madre se acercó a él y lo abrazó de nuevo mientras le susurraba que ella también le quería. Después le quitó la chaqueta y le dijo que se relajara.  Caminaron hasta la cama y él se tumbó. Dejó la chaqueta a su lado, y comenzó a acariciarle el pelo, para que se durmiera. Aquel acto le recordaba a tiempos de antes, cuando Hayden era feliz. 

-Mamá -la llamó- tú nunca me dejarás, ¿verdad?

Lo miró sorprendida, pero contestó con un 'nunca'. A ella lo que le preocupaba era que la dejase él. Sentía que algún día se pasaría de toda la bebida que consumía, o se cansaría de todo y haría una locura.

-¿Tú me dejaras a mi? -le preguntó

Hayden ya estaba por dormirse, pero como pudo contestó:

-Nunca haría nada que te hiciese daño.

Lo miró detenidamente. Sus pestañas se veían largas, y sus ojeras eran demasiado marcadas. Debajo de estas y arriba de la mejilla se veía el hueso, seguramente de tantas drogas y lo delgado que estaba quedándose. Escuchaba su respiración, y por una vez lo veía relajado. Pero aun pareciendo relajado, sabía que no lo estaba. Aun durmiendo, notaba el malestar y el dolor que sentía dentro. 

Cuando se levantó, cogió la chaqueta para dejarla encima de la silla que había frente a su escritorio, y un pequeño ruido de algo cayendo le hizo detenerse con la chaqueta en la mano. Miró por el suelo, y cuando vio lo que era tiró la chaqueta a el suelo y dio un paso atrás, llevándose las manos a los labios mientras sollozaba. Miró a Hayden y negó con la cabeza, queriendo que aquella cosa desapareciese. Claramente no lo hizo. Se agachó y con las manos temblando agarró el pequeño sobre con polvitos blancos dentro. 

Sintió que las palabras que su hijo le había prometido antes de dormirse no valían nada, y sobre todo sintió que a él también lo había perdido....

Relatos llenos de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora