¡Disparame!

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Allí estaban los dos muchachos, sentados uno frente al otro, con un rifle en su mano cada uno.

Se dedicaban a descargar el arma y volver a cargarla sin descanso. La preparación en el ejército no era nada fácil, y necesitaban práctica constantemente.

-¿Cuantas llevamos, Cortez? -preguntó Swoff al tercer miembro que habitaba en aquella pequeña habitación, por así llamarla, ya que era más bien como una tienda donde acampar pero muy grande.

-26 seguidas - contestó entretenido en lo suyo.

El joven de ojos verdes volvió a mirar al muchacho que estaba delante de él.

-¿Qué pasa si te digo que te voy a matar por joderme? -preguntó serio.

El chico estaba enfadado con su compañero, porque por un descuido suyo el jefe se enteró de que escondía alcohol, cuando estaba prohibido.

-Ya te dije que fue un accidente -le respondió este.

-Un accidente -asintió- claro, como si a mí se me escapa el gatillo.

Cargó de nuevo su arma y la apuntó hacia él. Estaban a poca distancia, por lo que su compañero ni siquiera podía tratar de moverse, pues el arma estaba a pocos centímetros de él.

-¿Qué haces? -preguntó Cortez desde el fondo de la habitación, levantando su mirada por fin hacia ellos.

-Vamos Swoff, la guardia era tuya -dijo el chico indefenso, tratando de hacerle entender que no era del todo su culpa -era Nochevieja y yo estaba pensando en otras cosas, ya sabes, en mi casa.

Todos allí echaban de menos a sus familiares, parejas, amigos... Pero eso a Swoff no le bastó.

-¿Tu qué crees Cortez? ¿Crees que mataré por accidente a tu compañero? -preguntó sin mirarlo.

Cortez nunca había visto así a Swoff, el que era su amigo, por lo que no se quiso oponer.

-Los accidentes pasan -contestó.

-¿Tú no has visto una mierda, no?

-Yo no he visto nada -dijo de vuelta- Además, esta no es mi tienda, ni siquiera estoy aquí, Swoff.

Se levantó despacio y con las manos en alto, como si fuera a dispararle a él, que ni siquiera estaba mirándole ya que estaba dándole la espalda.

Una vez salió, Swoff se levantó apresuradamente sin soltar el arma, y la colocó de manera que tocara la cara de su compañero.

-¿Qué haces, tío? -dijo asustado.

-Este es mi rifle- dijo él sin contestarle- repite conmigo.

Él no dijo nada, tan solo se echó hacia atrás tratando que el arma no le tocara, pero Swoff la acercaba cada vez más.

-¡Repite conmigo! -dijo gritando

-Este.. Este es mi rifle -titubeó el joven.

-Eso es, muy bien -dijo- Sin mi rifle no soy nada. ¡Dilo, tonto del culo!

Su compañero ya no sabía ni que decir, estaba temblando, y estaba a punto de entrar en pánico. ¿Desde cuándo se había vuelto así Swoff?

No le salían las palabras, y eso no hizo más que aumentar su nerviosismo y furia.

-¡Repite conmigo! ¡Sin mi rifle no soy nada! ¡No soy nada!

Cuando estuvo apunto de decirlo, Swoff se llevó una mano a la boca para que se callara.

-Shh, shh - cerró los ojos como intentando controlarse- Cállate, cabrón, cállate- lo cogió de la camiseta y lo hizo ponerse en pie- ¡Levanta!

Le colocó el arma en su mano, y su compañero tan solo lloraba y se encogía impactado por como se estaba comportando. Estaba completamente ido.

-¡Dispárame a la puta cara! -le colocó el arma como segundos antes lo sostenía él, de forma que si disparaba, diera de pleno en su rostro.

-No quiero -lloró

-¿Ves lo fácil que es esto, coño? ¡Dispárame a la puta cara, maricón de mierda!

-¡No! ¡No quiero! -siguió negándose.

Swoff cogió el arma y lo empujó hacia un lado, de modo que su compañero que era todo llanto, calló junto al arma.

-¡Joder! -gritó dándose la vuelta con sus ojos empañados- Joder, joder, joder...

Caminó hacia su cama y se sentó con la respiración agitada, llevándose las manos a los lados de su cabeza.

¿Qué cojones estaba haciendo?

Relatos llenos de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora