CAPITULO 7

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Observé el reloj percatándome de la hora y me comencé a vestir para salir con mi nueva amiga Sue.

Una vez lista, bajé los pulidos escalones de la mansión de Cyrus y busqué a mi madre por todas partes. En la sala, en la sala de televisión, en la cocina, en el jardín, en la habitación, en el porche, en el sótano e incluso en el baño. Pero no la encontré ni a ella ni a Cyrus.

Con extrañamiento tomé las llaves del auto y conduje hasta el cine donde me reuniría con Sue. Ahora mi madre pensaba que lo más seguro sería utilizar el auto en lugar de la bicicleta, luego de que se enterara del percance con Akridge.

Al llegar, todavía sentía la inquietud de no encontrar a mi madre por ningún lado y me comencé a preocupar.

— Hola, Cassie —me saludó Sue— He intentado llamarte desde hace una hora, ¿Sirve tu teléfono? —preguntó mostrándome los miles de intentos de llamadas.

— Mi teléfono lo olvidé en el casillero de la escuela —aclaré mientras veía como su gesto se recomponía— ¿Qué sucede?

Sue se acercó a mí con complicidad y comenzó a voltear a todos lados.

— Un chico me ha preguntado por ti hace un rato —dijo casi susurrando.

— ¿Un chico? —pregunté insegura.

Hacía demasiado tiempo que un chico me había volteado a ver y ni que hablar de que preguntara por mí.

— Un chico —afirmó sonriendo— Tal parece que te conoce y quería saber de ti, pero por alguna extraña razón sentí que él no quería que te enteraras de que había preguntado.

Fruncí el ceño.

— ¿Por qué? —pregunté confundida— Es decir, porqué ocultaría su interés. ¿Acaso recuerdas como estaba vestido?

Sue pareció pensar un momento para finalmente asentir con emoción.

— ¡Sí! —gritó llamando la atención de varios a nuestro alrededor— Tenía puestos unos jeans negros y una polera negra. Traía puesto también un gorro.

Por mi mente se cruzó la imagen de Akridge vestido de esa forma. Sabía que él no podía ser porque ahora estaba cien por ciento comprobado que me odiaba tal y como el resto de la escuela. Pero la posibilidad existía.

— ¿Color de ojos? —pregunté con curiosidad.

— Es raro, ¿Sabes? —hizo una mueca de confusión con la boca— Sus ojos eran algo marrón cuando se acercó, pero cuando preguntó por ti casi podría jurar que se hicieron azules.

La sangre se me congeló. ¿Akridge había preguntado por mí? ¿El mismísimo Akridge, al que le cambiaban de color los ojos?

— Akridge...— susurré sorprendida.

— ¿Dijiste algo? —preguntó Sue.

Negué la cabeza mientras se marcaba bajo mi nariz, la sonrisa más falsa que hubiera podido hacer.

— No, no he dicho nada —afirmé cuando Sue achinó los ojos sospechando mi mentira.

— ¿Ni idea de quién pudo ser? —preguntó curiosa.

— No — respondí inocente.

— Bien, entonces compremos las entradas —sonrió adelantándose.

Suspiré.

Durante toda la película algo dentro de mi cabeza me hacía sentir culpable. Culpable por mentirle a la única amiga que tenía debido al reciente y creciente miedo generado por Akridge. No podía dejar de hacer mi vida por su maldita culpa, ¿No?

En la oscuridad®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora