Capítulo 22

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Coloco las palmas de mis manos mirando hacia arriba y voy elevándolas en el aire, con la mirada perdida en la porción de tierra que se visualiza a lo lejos, la misma que comienza a resquebrajarse como consecuencia de la acción de mi magia. Con ayuda de mis manos simulo separar el terreno, provocando que unas enormes grietas se apoderen de la ciudad de Glasgow, diviéndolas en porciones, derrumbando numerososas estructuras, arrebatando vidas inocentes a su vez, liberando vapores del centro de la tierra.

Las lágrimas se deslizan por mis mejillas apresuradamente.

No quiero hacerlo pero estoy debo cumplir con mi parte si deseo devolver la paz a este mundo, aunque ello suponga pagar un alto precio. Sé que no lograré encontrar la paz después de arrebatar vidas humanas pero estoy convencida de que el mundo que dejaré una vez me vaya será mucho mejor y por esa razón vale la pena hacer ciertos sacrificios. Aunque duela como el infierno a cada segundo.

Ceso de realizar el hechizo, me arrodillo, cojo un puñado de tierra del suelo y vuelvo a incorporarme. A continuación aproximo mis labios a mi mano y soplo en dirección a la ciudad, provocando que los edificios se derrumben sin remedio, simulando el efecto dominó, levantando una nube de polvo que deja constancia de la destrucción de toda una ciudad.

Le doy la espalda al desastre que dejo a mis espaldas y me subo a un coche rojo. A continuación me pierdo a gran velocidad por la carretera, con las lágrimas enturbiando mi visión, dificulando la consecución de una conducción óptima. En alguna ocasión me veo en el deber de alzar una de mis manos y enjugar las gotas con sabor a mar que bañan mis mejillas.

Ojalá fuera tan fácil eliminar el dolor que siento como enjugarse las lágrimas.

Continúo conduciendo a gran velocidad hasta que las ruedas del vehículo patinan sobre el asfalto, poniendo en peligro mi vida, de forma que reacciono valiéndome de mi magia para crear tierra donde antes había carretera. Los neumáticos no tardan en perder velocidad a medida que entran en fricción con el terreno uniforme y de un tono caoba. Detengo el vehículo y permanezco inmóvil en mi sitio, con las manos aferradas al volante con fuerza y la mirada perdida en el horizonte. Y lloro, lloro como si se me fuera la vida en ello, como si hubiera estado demasiado tiempo ocultando mis sentimientos, como si fuera la acción más agitada y al mismo tiempo más tranquilizadora del mundo. Llorar no es malo, nos ayuda a sacar el dolor que llevamos dentro para poder reponer fuerzas y seguir avanzando. No es de débiles. Romper a llorar es inevitable cuando una persona ha estado demasiado tiempo siendo fuerte. Llorando le damos un respiro al corazón y paz al alma.

Vuelvo a armarme del coraje necesario para continuar avanzando, a pesar de tener decenas de motivos por los que echarlo todo a perder, por los que abandonar esta partida. Y tan sólo hay uno que me mantiene despierta, haciéndome sentir más viva que nunca, a pesar de contar con un breve instante. Esa razón tiene nombre y es Ethan, un cazador que entró en mi vida de forma inesperada, alguien que cambió mi mundo con sus bromas, sus infinitos halagos y su increíble forma de ser. Y sin pretenderlo siquiera me terminé enamorando de él, a pesar de saber que no voy a poner caminar a su lado, a pesar de tener prohibido enamorarme de un enemigo. A pesar de todo, me enamoré perdidamente de Ethan y sé que nuestra historia no tendrá un final feliz, pero me quedo con el hecho de haber vivido una fantástica historia de amor, la primera y la última, por un par de días. Ese tiempo, aunque efímero, ha sido significativo para mí. Me ha dado la vida, algo que nunca me perteneció.

Bajo del vehículo una vez he aparcado justo enfrente del refugio de Anabelle y me adentro en su interior a buen ritmo, subiendo los peldaños de la escalera principal, desembocando en un extenso y solitario pasillo que me guía, a través de una sucesión de antorchas, en dirección a una sala protegida con magia oscura, cuyas paredes están adornadas con diversos tipos de flores. En el centro de la estancia hay un pilar de piedra sobre el que está incrustada la vara del mal, centelleando con gran intensidad.

Cazadores Nocturnos 6: Renacer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora