Capítulo 8

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 Louis se sentó en la esquina, sintiéndose avergonzado por todas las cosas que había dicho. Pero ¿qué iba a hacer? La verdad es que aún lo quería, aún quería formar parte de su vida, mirarlo todas las noches y despertar con su sonrisa. 

Aún soñaba con todos los planes que habían jurado hacer de grandes. 

Y ahora, con veintiocho y veinticinco años, estaban perdidos.

Dejó escapar algunas miradas hacia la casa de Harry, pero éste no salía a buscarlo. Y no iba a hacerlo, lo sabía, pero aún seguía siendo un iluso e imaginándose un amor de novela.

Aún soñaba con casarse con Harry. 

Y no podía parar de llorar. Se había prometido pero no podía. Harry le había roto el corazón, y no había dicho que lo quería como él se lo esperaba. 

Debía seguir su vida, debía poder dejar el pasado, pero se había enamorado de la persona equivocada. Y el amor duele. 

Duele enamorarse cuando la otra persona no siente lo mismo. Y se encarga de destruirte. Y tú lo hubieras dado todo o lo hubieras dejado todo por esa simple persona. Y hay un montón de personas en el mundo, pudiste elegir a cualquiera, pero tú la elegiste a ella. 

Louis eligió a Harry cuando tenía diecisiete, y aún seguía eligiéndolo. Porque recordaba cómo se sentía tenerlo en sus brazos, correr a su lado, leer a su lado. Recordaba exactamente las palabras que Harry le decía, que para ese momento, las creía. Creyó todas y cada una de las cosas que le hacía dicho. 

Él comenzaba a creer que todo lo que Harry había hecho había sido para no sentirse solo. Para sentirse especial, aunque sea para una persona. 

Pero Louis no entendía la verdad. 

Harry lloraba en su casa, odiándose como nunca, sintiendo que eso ya lo había vivido antes. ¿Cómo había sido capaz de dejarlo ir? 

Louis estaba en su puerta, llorando, diciéndole que aún lo quería. Y él sólo le cerró la puerta, porque no había sido capaz de decirle la verdad, de abrirle su corazón. Se sentía incapaz de hacerlo, pero él quería mostrarle quién era ahora.  

Volvió a marcar el número de su mamá, y volvió a escuchar su voz. Entonces lloró más, dejando escapar sollozos. 

¿Harry? ¿Harry, eres tú? 

—Sí —tomó aire, temblando —... te extraño, mamá. 

Anne no podía hablar, tenía una presión en su pecho, sentía un peso allí, justo en su corazón. Realmente era él, era su hijo. 

Harry —musitó, recordando cada noche que decía su nombre al vacío —. Eres tú, hijo. ¿Dónde estás, corazón? Quiero verte. No sabes cuánto te extraño, es un infierno estar sin ti. 

—Lo siento tanto, mami, sé que no debí irme. 

—No importa, Harry, ya pasó. Lo que me importa es que estés vivo. No sabes el miedo que tenía de que tú... de que tú...

—Estoy vivo y sano, ma. Lo juro. Irme me ayudó a mejorar. 

¿Por qué no me lo dijiste, cariño? Lo hubiera aceptado, yo no hubiera tenido problemas de que tú te marcharas, pero... esto me rompió el corazón.

—Estoy en Holmes Chapel, mami, ¿podrías venir a verme? 

   Anne quedó en silencio. 

¿Realmente estás bien allí, Harry? 

—Sí... pero te necesito tanto. 

 Anne lloraba mientras armaba su maleta. Había vivido por cuatro años con el miedo de no verlo nunca más, de que haya acabado con su vida. Vivía enojada con el mundo, por sentir que éste había arrebatado a su niño. 

—¿Qué haces, mamá? ¿Dónde irás? 

 Anne la miró con una sonrisa llena de lágrimas. 

—Harry ha llamado. 

—¿En serio? —dio unas palmadas de alegría —¡Sabía que este día llegaría! 

—¿Quieres venir conmigo? 

—No lo sé... ¿tú crees que a él le gustará?

—Claro que sí, cariño. Él te ama... y la última vez que te vio tenía quince años. Le hará feliz verte. 

 Gemma corrió a su cuarto, y llorando de felicidad por volver a ver a su hermano, llenó una mochila de ropa y de cosas que todos esos diez años le hubiera gustado regalar a su pequeño hermano. 

Gemma y Harry fueron separados por el padre, quien se fue lejos de Anne y Harry, pero decidió llevarse a su hija. Él no pudo soportar las cosas que se decían sobre la familia, especialmente sobre Harry, y creyó que la solución era huir. Harry se carcomió la cabeza por muchos años y nunca hablaban de ellos con su madre, porque abría las heridas y lo más fácil era no hablar del tema.

Su madre le repitió una y otra vez que no era su culpa, pero Harry sabía que sí lo era, ¿sino por qué se habría de marchar?

Mientras Harry fingía que Louis no se había presentado en su casa y esperaba la llegada de su madre para el día siguiente, Louis seguía llorando. Ya se había fumado más de siete cigarrillos, porque era lo único que ayudaba a calmar su ansiedad, su necesidad de Harry y de un poco de amor. 

La gente seguía riendo, los autos seguían andando, la luna volvía a salir. Porque allí, en el pequeño pueblo, el único que estaba sufriendo por Harry era él. Era él el único que sabía que Harry había olvidado todos esos años de amor... y es que, joder, estaba bien. 

¿Quién no podría olvidarlo? 

Se sentía ridículo, pero allí estaba de vuelta parado frente a la puerta, en la noche fría. No tocó timbre porque sentía que ya todo estaba perdido y no valdría la pena perder la poca dignidad que le quedaba. 

Pero allí estaba, llorando, deseando que Harry se arrepintiera y volviera con él. Deseando que también lo amara, pero otra parte de él, deseaba nunca haberlo conocido. A fin de cuentas, Harry tenía razón, cada vez que estaban juntos terminaban sufriendo. O por lo menos, Louis sufría. 

Cuando Harry le confesó que lo amaba pero que sería difícil, quien quedó solo en la oscuridad de las humillaciones, había sido Louis. 

Cuando Harry se fue a Norte América, a los diecisiete años, quien había quedado solo en Holmes Chapel, había sido Louis. 

Cuando Harry dejó de contestar las cartas a los diecinueve años, quien había quedado sin nada era Louis. 

Cuando Harry dejó de existir para darle lugar a otra persona, a los veintiún años, quien quedó en completamente nada, vacío y en blanco, había sido Louis. 

Siempre había sido Louis. 

Louis entendía que no debía sufrir por él. Lo sabía, lo entendía en todos los idiomas, pero es que era difícil, especialmente porque durante largos años, había vivido con la tonta esperanza de que Harry lo quería, de que siempre lo había querido y que lo iba a querer por muchos años más. 

La única verdad es que eres un estúpido, Louis. 














Camino a Casa || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora