Capítulo 1

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Capítulo 1, Muerte De Las Estrellas


Mis años en aquel psiquiátrico "leve", como ellos lo llamaban, fueron largos, lentos y aburridos. Al principio era original. Tenía mis ataques diarios e intentaba matar a alguna que otra persona; pero conforme iba creciendo me ponían mayor seguridad y mayor cantidad de sedantes, matando solo en mis sueños.

Dijeron a mis padres que ya estaba curado, no tenía ataques y me pasaba el día quieto. Normal, se me habían quitado las ganas de vivir, incluso de matar.

Metí la llave en el pestillo, cerrando la puerta de mi dormitorio. Llave que usaban mis padres para encerrarme cuando había visita, y habitación en la que me dedicaba a agujerear la pared para desatar mi ira. Sólo tenía cuatro años, pero recuerdo con plena exactitud el número de agujeros que hice. 1746, 1747 ahora.

Llamaron a la puerta.

- ¡Fuera! – grité. No quería ver a nadie.

Se oía el tic-tac de mi reloj. Mis piernas se balanceaban de alante a atrás y mi cabeza de un lado a otro, al ritmo de la aguja larga.

- La cena ya está lista Jack .

Me sobresalté, girándome bruscamente por acto reflejo.

- ¿Cómo coño has entrado en la habitación?

- Aprendí a abrirla sin llave cuando mamá me regañaba, era un buen escondite.

- Imbécil – bufé bajándome de la ventana – vuelve a entrar y estás muerto.

- Pensé que ya no hacías esas cosas, si papá se entera te mandará de nuevo al psiquiátrico.

- Mejor, así no tengo que veros la estúpida cara – finalicé dándole con la puerta en las narices, literalmente.

Se que le estaría sangrando la nariz y que iría corriendo en busca de los delgados brazos de mi madre para dejar de llorar. Habría abierto la puerta para poder ver su sangre cayendo desde su nariz hasta sus labios, pasando por estos y acabando en las palmas de sus manos para no manchar el suelo, pero me arriesgaba demasiado.

Reí.

Mi orgullo era mayor que ninguna otra cosa; habían pasado horas y yo me estaba muriendo de hambre, pero el asco que sentía al ver sus caras superaba con creces las ganas de comer siquiera una mísera cucharada de azúcar. En mi antiguo hogar, las comidas eran limitadas, asquerosas, por no decir que todo sabía a cartón mojado y que fuera lo que fuese, estaba medio congelado, aunque eso era un punto a mi favor. Digamos, que gracias a ese gran "alimento", mis dientes eran más fuertes y causaba más daño al morder a los enfermeros, lo que hacía que me divirtiese mucho más. Quizá esa era la primera de las pocas cosas que echaría de menos de ese lugar.

Miré hacia abajo. Di un pequeño salto desde mi habitación hasta las rejas de la ventana del primer piso, para terminar cayendo en el césped mojado de mi jardín. Mis pies estaban descalzos y podía sentirlo a la perfección, me tiré de cuerpo entero sobre este, pero no sonreí.

Jamás, en mis dieciocho años de vida había sonreído de verdad. Quizá cuando era un bebé ingenuo soltaba risas sin sentido, pero en ese entonces no tenía capacidad ni para pensar.

Estaba loco.

Jack.

Jack.

Jack.

Oía mi nombre en susurros que salían de bocas pertenecientes a gente inexistente, porque yo ya les había matado.

Las estrellas que había en el cielo no existían realmente, la luz que vemos es su explosión, y jamás había visto algo que me pareciera tan bello como la muerte de una estrella, aunque verdaderamente no estuviera ahí.

- ¡Jack! – Esa voz había sido real.

Aparto la vista de las luces y miro hacia un lado. Un chico no muy alto, con el pelo demasiado negro, los ojos grises y brackets se acercaba hacia mi corriendo, se paró justo frente a mi poniendo ambas manos en sus rodillas e intentando recuperar una respiración normal.

- ¿Te conozco? – me incorporo un poco, sin levantarme aún.

- Jack, soy yo, ¡Brad!

Me tapé los oídos, ¿por qué grita si estoy al lado?

- No se quien eres, mocoso, así que puedes irte por donde has venido.

Empezaba a ponerme nervioso, odio la compañía alegre y su sonrisa no se quitaba por muchos insultos que le dijese.

- Oh vamos, Jackie, ¿no recuerdas cuando de pequeño me hiciste esta cicatriz? – Levantó la fina manga de su camiseta para mostrarme la marca de una mordida en su antebrazo – apenas sangró, pero dolió mucho.

- ¿Qué clase de niño eres presumiendo de que alguien te muerda?

Este chico estaba mal de la cabeza, aunque creo que yo no era el más indicado para insinuar eso sobre otra persona.


Mi madre, con miedo ante mi mirada interrogante, me explicó que Brad y yo fuimos juntos el primer año de educación infantil en la escuela, y que efectivamente le mordí el brazo cuando me quitó mi lápiz. No me dio pena cuando lo recordé, es más, me reí por lo bien que me lo pasé en ese momento y esto solo hizo que mi supuesto amigo me mirase con el ceño fruncido, como si estuviera loco, que en realidad lo estoy.

- ¿Por qué no subís un rato y jugáis a videojuegos? Es lo que suelen hacer los adolescentes -.

- ¡Si! -.

- No -.

Miré a Brad al ver nuestra contrario contestación al mismo tiempo, y él, como siempre, me sonrió.

- ¿Es que solo sabes sonreír? No se, incluso si te digo que tu padre o tu madre se están muriendo, ¿sonreirías?

- ¡Jack! – mi madre me gritó, me miró con muy mala cara pero giró su rostro hacia otro lado al ver mi cara enfadada.

Brad seguía con su sonrisa, rota y con los ojos rojos, pero seguía ahí.

- No pasa nada Mabel, él no sabe nada. Vendré a verte otro día que estés mejor, Jackie.

Y sin más, abrió la puerta y la cerró después de salir. ¿Qué es lo que no se? Mi madre me miró algo enfurecida y salió de la sala, dirigiéndose a su habitación. Había hecho algo mal, aunque eso no era nuevo, pero en esta ocasión todo me ocasionaba una curiosidad demasiado grande.

En serio, ¿qué es eso que no se?

No quería ir a preguntarle a mi madre, ni a mi padre, ni a Brad. En realidad, no quería hablar con nadie, ya había sido hoy demasiado sociable por hoy.

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Espero que os vaya gustando. Soy una persona muy autocrítica y por eso no me gustará ninguno de mis capítulos al 100%, así que cualquier duda o fallo que veáis, comentadlo.

(Editado 24/10/2018)

Susurros InexistentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora