12 de octubre de 1492.
6:23 am.
En lo que reacciono, me encuentro acostado de medio lado, en una superficie dura, pequeña y muy inestable. Tanto que en segundos ya iba a vomitar.
Tengo ropas largas y húmedas, de por sí, ya el sitio está inundado de humedad.
Abro los ojos y observo total oscuridad. Sin embargo, una fuente de luz blanca y cegadora inunda el sitio, seguido de un ruido voraz, que retumba los tímpanos.
Está lloviendo.
Intento levantarme para tratar de pensar, darme cuenta de la situación y entender todo lo que ha pasado, pero se me dificulta demasiado. Este sitio, en donde sea que esté, oscila de una lado a otro sin descanso.
Al fin logro sentarme y me agarro de todo lo que puedo a mi alrededor. Al tacto, sabía que era madera, quizá pilares con formas irregulares.
Sin embargo, no tuve el suficiente tiempo para investigar. Un grito de desespero, de miedo y quizá de auxilio me paralizó. Y no tardó mucho tiempo en que se empezaron a escuchar voces, gritos y pisadas, junto al golpeteo fuerte de las gotas contra la madera y los truenos con su luz blanquecina.
Me sobresalto y de una vez ya me encuentro de pie, donde en medio de la oscuridad, pasan muy cerca de mí varios cuerpos agitados, y se pierden por donde discurre la luz de los truenos.
Estoy sin aliento, helado, paralizado, con ganas de vomitar.
Pero no duró mucho.
Siento la mano de alguien en mi hombro. Salto y contengo la respiración.
Una voz de hombre, quizá no tan adulta, me dice que me apresure, que debemos salir. En un lenguaje que no es el francés, pero que inexplicablemente entendía. Y me da una palmada un tanto fuerte en la espalda. Siguiendo el mismo camino que todos los demás, a paso rápido.
Recuerdo cuando en unos de mis libros favoritos de historia, se encontraban frases escritas en otros idiomas, haciendo alusión a algo relevante de ese suceso. Oraciones escritas con las mismas letras que yo conozco, que he visto, que sé leer, pero en órdenes inexplicables sin sentido alguno.
Pero esta vez, de forma increíble, algo que sé que no es francés pude entenderlo. Sabía a lo que se refería.
Otro trueno, con su sonido tan particular pero no menos aterrador, me hace volver en razón.
Siento el agua discurriendo por todo el suelo, mojando mis pies y tobillos cubiertos con una especie de botas que no conozco, que nunca he tenido.
Decido salir, un poco deprisa pero a paso tímido, salpicando el agua tras de mí.
Logro llegar a un marco enorme de madera, a pesar del descontrolado vaivén del sitio donde me encuentro, donde termina el bajo y encogido techo. Y tengo ante mí el cielo oscuro, lleno de puntos blancos formando un desorden.
Siento gotas intensas de agua golpeando mi rostro y mi cuerpo lleno de ropas anticuadas.
Jamás había sentido la lluvia, pienso en voz alta.
Sin embargo, todo el turbio ambiente me hizo inmediatamente entrar en razón.
Me encuentro al borde de una especie de terraza, en algo parecido a un monstruo enorme de madera. Látigos gruesos de agua chocan contra ella y se estremece. Estoy en un barco.
Saboreo mi boca y siento un gusto muy salado.
Hombres trabajan incesantemente, para acá y para allá, totalmente empapados y gritando cosas inauditas.
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Más allá de lo que ves
AventuraBenjamin Pavard, niño francés, huérfano, amante de los libros de historia y con ganas de vivir una o varias vidas que no sean la suya. Más allá de lo que ves, es una historia de un niño poseedor de un objeto que supera la leyes de la física, de la n...