Fall

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Hacía frío. Al menos, lo suficiente como para usar bufanda y poner sus manos dentro de los bolsillos de su saco para evitar que los dedos se les engarrotaran.

Harry tiritó un poco, cerrando los ojos y sintiendo el frío calarle las fosas nasales aún parado frente a aquel árbol viejo. Se removió en su lugar, haciendo crujir las hojas bajo las plantas de sus pies, sintiendo la tierra húmeda debajo de estas, cediendo un poco; y abrió los ojos.

Miró a su derecha donde Draco, ensimismado con el paisaje del otoño, mantenía los ojos fijos en la nada, en un punto indefinido frente a él, perdiéndose entre el aire y las volutas de vaho desvaneciéndose delante de su rostro al exhalar. Harry sonríe involuntariamente y rueda los ojos alternadamente entre Draco y el paisaje de las hojas cayendo de los árboles, arremolinándose en el suelo y quedando a flote sobre el agua, y entonces Harry siente como si estuvieran actuando la película de Titanic.

Draco gira entonces la cabeza para mirarlo con un rostro apacible, casi etéreo, y Harry se pierde en sus facciones. Facciones tan finas y tan perfectas que era casi imposible no pensar que Draco Malfoy era una auténtica y perfecta obra de arte viviente.

Lo mira por largos y prolongados segundos, admirando sus labios (esos carnosos y rosados labios, dueños y creadores de decenas de fantasías que el moreno poseía guardadas en un recóndito y bien asegurado rincón de su mente, fantasías que podían ser tanto las más dulces como las más indecentes), su piel lechosa y pulcra siendo iluminada por el sol del atardecer otoñal, dándole tintes azafranados que lo hacían parecer brillar con luz propia, esos ojos hermosos, enigmáticos y únicos como ningunos.

Harry podría haber hecho una infinidad de románticos y tontos poemas (que obviamente Draco quemaría si se le ocurría escribirlos) solamente hablando de sus ojos y de lo mucho que le gustaban. Harry podía dejarse perder por horas en esos orbes grises que, con el pasar del tiempo y gracias a los acercamientos que compartían de vez en cuando, había descubierto que poseían pequeñas motitas azules alrededor de la pupila, haciéndolos parecer como si fuesen mercurio líquido cuando lo miraban con esa precisa expresión con la que se mantenía mirándolo fijamente.

En ese momento, Draco habló y le dijo algo que no entendió, puesto que estaba demasiado distraído admirando y memorizando su rostro a detalle. Harry parpadeó, tratando de recordar (o al menos tratar de entender) lo que su novio acababa de decirle. Más temprano que tarde, Harry tuvo que preguntar de nuevo.

—¿Eh? ¿Qué? —graznó él, y Draco puso los ojos en blanco.

—Que si no tienes frío. ¿Seguro de que estás bien? Estás tiritando demasiado. Te dije que trajeras tus guantes, imbécil —murmuró, negando con la cabeza. Harry se rió.

—Pensé que estaría un poco más cálido, es todo —se remueve una vez más dentro de su abrigo, sintiendo su aliento disolverse con el aire frío.— Además no tengo tanto frío. Sólo en las manos —le aclara él, y se quedan en silencio unos momentos más. Harry regresa la vista al frente y se encoge de hombros.

Ninguno de los dos dice nada, sumergiéndose en un silencio profundo solamente interrumpido por el sonido del viento cantando al pasar por entre las ramas de los árboles. Entonces, Harry siente que Draco se mueve a su lado, volteando su cuerpo para darle frente.

—Dame tus manos. —le ordena con suavidad, y Harry no se mueve por unos segundos más.— Que me des tus manos, Potter, maldita sea —masculla entonces, y Harry saca sus manos de sus bolsillos para ofrecérselas a Draco. Éste toma su mano izquierda con la suya propia aún enfundada en un guante, y se desenfunda el otro para darle la mano.

Harry siente a su pareja estremecerse con el contacto, y no tiene ni que pensar en el porqué. Las manos de Draco están calientes, su palma entibiando la suya, helada como el hielo. Lo ve fruncir el ceño, reprimiéndole con la mirada.

Fall »Drarry OS«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora