Criaturas del ocaso

248 29 10
                                    

Llegue a casa y vi a Karina acostada en el sofá, me sentí mal por ella y la cargue hasta la habitación, la arrope en la cama, prendí la televisión y había noticias sobre el escándalo que había hecho, también sobre una especie de explosión y asesinatos en el vaticano, el mundo estaba hecho un caos y todo era culpa de la humanidad.

Decidí bañarme e irme a dormir. Desperté en mi sillón de la sala por una llamada del representante de la comunidad de elfos diciéndome que fuera a su zona, curiosamente tenía un mensaje de David pidiéndome lo mismo así que me cambie, revise las balas de mis armas y fui para allá.

No quise despertar a Karina, la deje durmiendo y con su desayuno en el microondas.

Era de día así que era casi seguro que David no estaría ahí.

Me baje del auto y camine hasta la entrada de la casa del representante de los elfos.

Los elfos en su mayoría vivían en una zona residencial protegida, y ya que no es de muy buena suerte que las personas conocieran la cara del verdugo yo tuve que ir con la bufanda arriba desde el primer momento cosa que me ocasionó un problema con el guardia.

Una vez adentro entre a la casa del representante y camine rumbo a su oficina donde me recibió.

—Buenos días Cazador—me saludo.

—Buenos días Hugo.

—Disculpe mi falta de cortesía pero creo que la situación actual precisa de simpleza así que no le daré más vueltas a este asunto.

— ¿Si?

—Me temo que uno de mis hermanos ha perdido la razón y ha intentado matar a otro de los nuestros.

— ¿Acaso no es el representante de su raza el que decide cómo proceder en este caso? —le pregunte mientras intentaba ponerme a su nivel.

—Exactamente pero esta vez es diferente, nos hemos enterado de que recientemente ha ocurrido un incidente similar con los lobos el cual has estado investigado por órdenes del chamán David y quería saber si estos casos no podían estar vinculados.

—Espero que no.

— ¿Por qué? —me preguntó.

—El caso de los lobos fue causado por una nueva droga muy potente.

— ¿Narcóticos?

—Sí, si te informaron lo de los lobos entonces también sabes lo que paso y ambos sabemos las reglas, así que se sinceró Hugo ¿hay muertos?

—Sí, uno.

—Pues me temo que ya sabes lo que tengo que...

—No es necesario—me interrumpió—se suicidó.

— ¿Qué?

—Era apenas una niña, tenía diecisiete años y vivía en el centro.

— ¿Exactamente que paso Hugo? —le pregunte.

—Dani...digo, la chica enloqueció y ataco a su novio con un cuchillo pero este escapo, la guardia elfica apareció y le cerraron el paso con sus escudos y le apuntaron con sus armas, decían que tenía una especie de polvo blanco en su nariz y cuando se acercaron se aventó por la ventana, fueron siete pisos de caída.

—Dios.

—Sí, dios.

Hugo se paró y me guío hasta un cuarto donde tenían el cadáver. Para ser sincero no era una escena agradable de ver.

Me acerque a Hugo quien miraba el cuerpo con melancolía.

— ¿Crees que podría tomar una muestra? —le pregunte.

—Adelante chico tu eres el cazador.

Me acerque al cuerpo de aquella chica y tome un pequeño mechón de su largo y fino cabello el cual yacía ensangrentado.

— ¿Necesitas algo más? —me pregunto.

—No— respondí—pero toma esto—le dije entregándole un papel.

— ¿Qué es esto?

—Es la dirección de una bodega donde torture a un dealer de esa mierda, ya me dijo todo lo que sabía así que creo que es todo tuyo.

—Gracias—musito Hugo mientras limpiaba unas lágrimas de sus ojos.

Ese día fue corto, no se precisamente la razón pero solo me la pase de bar en bar y tratando de conseguir información de adictos.

Los segundos desaparecieron y mis horas se convirtieron en minutos, veía mi reloj más cada revisión destruía un poco más mi noción del tiempo y en algún momento del día quede de verme con un viejo amigo detrás de un viejo restaurante de hamburguesas al que solía ir, no me había dado cuenta del tiempo que se había escapado entre mis manos hasta que vi el firmamento en el cielo.

— ¿En qué momento reemplace el alba y me convertí en una criatura del ocaso? —murmure para mí mismo.

—Cuando te ocultaste tras esa bufanda y portaste el emblema por primera vez—me respondió Tony quien se apareció detrás de mí.

—Creo que tienes razón ¿tienes algo para mí?

Tony era un amigo mío, de esos a los que uno invita a su casa a ver el partido o salen a beber una cerveza, solo que él era un tanto "especial". Tony era un cazador como yo solo que de otra organización o "clan", Tony siempre vestía encapuchado de negro con los brazos vendados de los codos hasta las muñecas y su cabello largo hacía un buen juego con sus ojos grises y a diferencia de mí el llevaba siempre un estilo informal tapándose el rostro con uno de esos cubre bocas con diseños que popularizaron las bandas coreanas. Nunca nos llamábamos por nuestros nombres en público ya que era riesgoso para ambos.

—Si dos cosas, primera, parece que las personas que buscas son peces gordos y si vas a seguir con esto deberás ser tan silencioso como un maldito gato y segunda—me arrojo un pequeño paquete—ahí está tu polvo de hadas solo no juegues con él.

— ¿Sabes? Recuerdo la primera vez que nos vimos viejo, si "El tipo que sabe y escucha todo...no me lo creí en ese entonces.

— ¿Y ahora?

—Sí, ahora si—le conteste.

Tony me miró con una sonrisa y luego recibió una llamada.

—Tengo que irme—anuncio—tengo cosas que hacer y por cierto.

— ¿Si?

—No tiene nada de malo ser una criatura del ocaso amigo, lo único realmente capaz de la felicidad eres tu viejo.

— Tal vez tengas razón.

—Claro que la tengo Caz, fue un gusto hablar.

—Igual.

Camine a mi auto y volví a casa. Entre y vi a Karina cocinando la cena mientras sonreía, me volteo a ver y se encogió de hombros.

—Gracias por dejarme descansar y hacerte cargo hoy, hice esto en agradecimiento.

Me acerque a ella y le alborote el cabello jugando.

—Para eso me pagan. Así que ¿qué hiciste?

CazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora