RECUERDOS DE LA INFANCIA

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Hola, no los había visto ahí. Vengan les contare mi historia.

Mi nombre es Gabriel y tengo veinticinco años digamos que soy un investigador privado, hace quince años mi familia era normal un padre contador, mi madre era ama de casa y yo estudiante, vivíamos en una casa mediana, en un barrio mediano hasta que lamentablemente mis padres murieron en un accidente de coche, si, una muerte normal para una familia normal.

Por desgracia (para mí) cuando comencé a vivir con mi abuelo las cosas dejaron de ser normales.
Mi abuelo era...digamos que un hombre a la antigua, era un investigador privado y trabaja para cualquiera que le pagué, muy formal, siempre llevaba sombrero, una gabardina negra y botas junto con una pistola en la cintura. El solía ser un hombre muy duró y conmigo no era la excepción, desde chico me adoctrinó para seguir sus pasos, me enseño a pelear, usar armas, a rastrear y lo mas importante, ser observador.

Desde que era un bebé el solía contarme historias acerca de esas mierdas sobrenaturales, y yo pensaba que eran solo eso, hasta que cuatro años después de que llegue a vivir con el me hizo acompañarlo al trabajo, lo recuerdo muy bien.

—Gabriel ven aquí—me gritó—creo que ya es hora de que empieces a ayudarme en el trabajo.

—Pero es que no quiero.

—Callate, esto no esta a discusión irás y punto así que ve a arreglarte—me ordeno.

Fui a cambiarme a mi habitación y regrese con una playera, botas y unos jeans. El me vio y tomo un sombrero casual de su perchero y me lo dio junto con un blazer.

—Un hombre nunca debe perder el porte, hijo—me regaño y nos subimos a su auto.

Como el era un fanático de los clásicos conducía un lindo Lincoln Continental de color negro el cual nos puso en marcha rumbo al bar de uno de sus amigos.

Una vez llegamos el viejo me dio una bufanda azul junto con una pechera, revolver y balas.

—Ponte la pechera bajo el blazer, hijo, y luego ponte la pistola bajo el brazo

— ¿Y para que es la bufanda Papá? —Le pregunte y si, yo le decía "papá" a mi abuelo.

—Es porque si algo sale mal tu te tapas la cara hasta la nariz y huyes.

Después de la rápida charla del abuelo acerca de como negociar ambos bajamos del auto y entramos al bar donde nos pasamos directo a la oficina del dueño.

La oficina era algo grande y estaba llena de emblemas tejidos en banderas de cáñamo y una enorme alfombra persa. Nos aproximamos a un escritorio de madera barnizada en donde estaba sentado un hombre de tal vez dos metros, muy musculoso.

— ¿Que tienes para mi David? —pregunto mi abuelo.

—Nada interesante anciano—respondió el— ¿quien es el mocoso?

—El es mi nieto, Gabriel.

David se paro y comenzó a inspeccionarme de pies a cabeza para luego acercarse a uno de los libreros de su oficina.

—Bueno, al menos tiene estilo—comento David mientras tomaba un dije de jade y lo tallaba— ¿en que mes naciste? —me pregunto

—Diez de marzo, señor —le respondí con timidez.

—Oh ¿con que un jaguar eh? No tengas miedo chico, solo llámame David—exclamo mientras ponía el dije en un brazalete de cuero y me lo daba—eso te protegerá de los sobrenaturales y los demonios.

— ¿Sobrenaturales? —pregunte.

—Lo que oíste niño ahora dame tu sombrero—pidió David mientras que un enorme ente de mas de dos metros y medio se acercaba— tráeme el emblema de los Díaz y el nuevo equipo que nos trajo Jorge —ordeno David

Mi abuelo, al ver lo que estaba pasando y la cara de confusión que yo tenía en ese momento me miro a los ojos y comenzó a explicarme lo que pasaba.

—Gabriel ¿recuerdas las historias que te contaba de pequeño? —me preguntó.

—Si papá—le respondí.

—Pues creo que ya ha llegado la hora de que sepas que aquellas historias que te contaba no eran solo cuentos, hijo, ese hombre musculoso de ahí es un chamán y la enorme maquina de matar que tiene como sirvienta se llaman depredadores.

— ¿Y esto qué tiene que ver con nosotros? —pregunté.

—La gente como nosotros es la que se encarga de que las personas como David y los otros monstruos tengan miedo de salirse de control y hacerle daño a las personas normales—me respondió.

—Ten enano—interrumpió David llamando mi atención—todo tuyo—exclamo lanzándome mi sombrero, el cual ahora tenía un emblema de un Quetzalcóatl adherido a la cinta—ahí viene el resto de tu equipo.

Me di la vuelta para observar bien lo que pasaba y vi al sirviente de David traer un rifle de cacería junto con un paquete de balas plateadas las cuales tenían un extraño brillo de color azul neón en la base y la punta.

—Creo que esto te servirá para el trabajo, no te mueras pronto—exclamo.

Han pasado mas de diez años desde ese día y en este momento estoy sentado en un banco de la barra del bar de David con una rica cerveza en mis manos y una revolver oculta bajo el brazo ¿qué te parece si pido una algo para que te siga contando mi vida?



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