Te quiero, enana.

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Es coger papel y lápiz y pensar inmediatamente en ella.

Ella, esa personilla que me hace quererla como nada, pero también odiarla de vez en cuando (Por eso del equilibrio y tal).

Me hace quererla cuando se preocupa por mi, cuando le pongo esas caritas sonrientes y en seguida me pregunta si estoy bien. Cuando me besa y me sujeta la cara, apartándome el pelo para que no se interponga en la unión de nuestros labios. Cada vez que escucho aquella grabación de voz. Cuando sonríe al verme acercarme desde lejos, o cuando me abraza por la espalda.

También me hace rabiar (y aunque sea un poco, odiarla), cuando me dice que soy una enana, siendo ella igual que yo, o cuando voy a besarla y se aleja de mi boca, y todo por venganza, o cuando hace cosas que yo no se hacer simplemente para darme envidia.

Pero sobre todo, sobre todo, lo que más me jode es no poder tenerla cada noche en mi cama, junto a mi, no poder despertarla con un beso, o darle las buenas noches a mi manera.

Sentir el frio de mis sábanas sin poder combatirlo con nadie (y cuando digo nadie, digo ella).

Diario adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora