CAPÍTULO 39-La bestia en la jaula

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Leí en alguna parte que ningún árbol puede crecer hasta el cielo a menos que sus raíces lleguen al infierno. Qué pena que las raíces de este árbol son mis dedos.

LoG, 129

Los labios de Nalina estaban tan secos como el polvo cuando alcanzaba a través de los barrotes y recibía ávidamente su ración diaria de agua.

Agarró una minúscula taza de madera, la miró por un momento y luego hizo una mueca.

En lugar de una transparencia cristalina, lo que le se encontró fue mugre. Con toda honestidad, se parecía más a una papilla cenagosa que a agua para ella.

Aunque era repugnante, la princesa de Lagad sabía que era todo lo que obtendría hasta la siguiente Luz.

Nalina comenzó a sorber su parte, sus piernas peludas colgando entre los barrotes mientras miraba el polvo bajo sus pies.

La caravana se movía a lo largo de una carretera sinuosa a un ritmo tortuoso. Había sido así por siete Luces ahora.

O, al menos creo que fueron siete. No sé si grabé correctamente el número de Luces con este viejo lápiz.

Además, mis compañeros de jaula...

Oye, espera un segundo. ¿Compañeros de la jaula? ¿Esa expresión existe?

Bueno... Como quiera que se los llame, no son muy amables. Podrían haber agregado o eliminado algunos días de mi cálculo, solo por despecho.

Suspiró, reconciliándose con su propio destino.

Sus anhelantes ojos almendrados estaban paralizados en la mirada. Lug estaba allí, junto al camino que el viejo y destartalado vagón seguía. Sin embargo, ella no podía irse y entrar al bosque.

Como será, se preguntó Nalina.

Pensamientos, violas, nemesias la saludaron sempiternamente desde el suelo del bosque.

Anhelaba poder caminar libremente entre esos altos árboles de hojas amarillas.

Sus troncos y ramas seguían extendiéndose en una oración silenciosa, varias docenas de metros hacia arriba, tan lejos como el ojo humano podía ver.

¿Están buscando más luz? Nalina reflexionó.

Toda su vida, la princesa de Lagad había estado recolectando, dibujando y estudiando plantas.

La naturaleza la sorprendía sin fin.

Ahora, solo podía verla desde lejos y eso le causaba dolor interior.

El presente no era lo único que mantenía su mente ocupada esos días.

El pasado también estaba allí, persiguiéndola como una vieja cascarrabias.

Nalina pensó en La Seta y lo hogareña que parecía en comparación con la jaula donde vivía ahora.

Pensó en su padre muerto, los restos de su familia y todas las muertes que la rodeaban en general.

¡Oh, cómo me gustaría tener una PiedraVista! Solo quiero poder usarla, solo para ver a mamá, hermana y Sobik una vez. Simplemente... para asegurarme de que estén bien.

Pensó en la guerra y el Géiser que la causó.

Pensó en su hermano, Borna y apretaba los dientes con furia cada vez que eso ocurría.

Pensó en el Príncipe y en la bondad con que la había tratado. Reflexionó sobre dónde podría estar en ese momento.

Se preguntaba si alguna vez se cruzarían sus caminos.

La profecía del agua | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora