Capítulo 10: El despertar de una nueva era

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Anais abrió los ojos lentamente. Los cálidos rayos del sol le acariciaban el rostro, y el aire olía a bosque y a menta.

Se incorporó lentamente, pero tuvo que parar al notar un pinchazo en el hombro. Cuando se miró, vio que lo tenía completamente envuelto en vendas. Con una mano se acaricio la mejilla, y vio que tenía un parche donde uno de los piratas de Didrieg la había herido.

Miró a su alrededor, y vio que estaba tumbada en la cama de la que fue su habitación durante los años que pasó viviendo con su tío y con su primo, antes de echarse al mar. Recordó las noches en vela que pasó sobre esa cama, cuando la culpa la devoraba por dentro como si de una enfermedad se tratase. Todo estaba como lo recordaba: los estantes llenos de libros de botánica y de aventuras, la mesa en la que dejó su nota de huida, el armario lleno de ropa que seguramente le quedaría pequeña. Solo había cambiado una cosa: sentado en una silla ante la ventana, dormido, estaba Luffy, cubierto de parches. Parecía tan tranquilo y tan dulce cuando dormía... Anais no pudo evitar sonreír. Se sorprendió de lo natural que le salió, como si no se hubiera pasado los últimos tres años sin sonreír.

Una voz tras ella la sorprendió:

- Lleva contigo desde que te trajimos. Dijo que no pensaba separarse de ti hasta que te despertaras -la voz rió.

Anais miró detrás suyo, y descubrió un rostro que conocía muy bien. Con los ojos llenos de lágrimas, abrazó a su madre con fuerza, ignorando el dolor del hombro.

Su madre rió alegremente, y le devolvió el abrazo con fuerza.

- Te he... echado... de menos -susurró Anais entre sollozos. Su madre la abrazó con más fuerza.

- Yo también te he echado de menos, pero estoy enfadada contigo.

Anais se separó de ella, confusa, con las lágrimas aún cayéndole por las mejillas.

- ¿Por qué? ¿Qué he hecho?

- Qué no has hecho, querrás decir -su madre la miró con las cejas alzadas.- Primero, ignoraste lo que te dijo el alcalde de esconderse y corriste a Greentree poniendo tu vida en peligro. Después, huiste de la casa de tu tío para buscar a Didrieg con solo doce años. Pusiste tu vida en peligro varias veces luchando contra piratas, y no me lo niegues porque me lo han contado los aldeanos. Y por último subiste al barco de Didrieg dispuesta a matarlo... ¡tú sola! ¿Querías que te mataran?

Su madre parecía realmente enfadada... así que Anais sonrío inocentemente y se encogió de hombros a pesar de su herida.

- Pero... todo ha salido bien.

Su madre suspiró.

- Que voy a hacer contigo... Bueno, voy a avisar a todos de que te has despertado. Llevan dos días esperando ahí afuera... - Anais abrió mucho los ojos. ¿Dos días?- Tú intenta despertar a Luffy-san, seguro que quieres hablar con él.

Su madre salió de la habitación dejándola confusa. ¿Llevaba dos días dormida? Decidió ignorarlo. Al fin y al cabo, ahora todo estaba bien. Todos eran libres, y no sentía su interior como un tempano de hielo o como una hoguera abrasadora. La frialdad y la rabia habían abandonado su interior por fin.

Se giró y rebuscó en el cajón de la mesilla de noche que había a su lado hasta encontrar una hoja de papel. La arrugó y se la tiró a Luffy. Le dio en la mejilla, pero Luffy ni se inmutó, siguió durmiendo. Anais arrugó más hojas de papel y se las tiró, pero seguía sin enterarse. Exasperada, agarró un pequeño cuaderno de tapa dura y se lo tiró. Luffy se levantó de golpe, con los ojos somnolientos, y Anais no pudo evitar reirse.

- ¡Anais! ¡Te has despertado! -exclamó el aún medio dormido Luffy, con una amplia sonrisa. Anais se la devolvió.

- Algún día tenía que hacerlo.

La chica de la sonrisa pintada (One Piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora