Capítulo 11: Motivos de felicidad

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  • Dedicado a Judd ;)
                                    

Anais corría entre la gente que había en la Plaza del Gran Árbol, buscando desesperadamente a los Sombrero de Paja. Sólo ellos podían ayudarla.

Soltó un suspiro de alivio cuando los vio, hablando en una esquina. Corrió hasta ellos y se escondió detrás de Zoro, que era sin duda alguna el que tenía la espalda más ancha.

- Si mi madre pasa por aquí, no me habéis visto -dijo ante la mirada confusa de los Sombrero de Paja-. Llevo toda la maldita mañana probandome vestidos rosas, pomposos o ambas cosas.

Esperó durante unos minutos encogida tras Zoro, mientras los demás disimulaban. De pronto, una mano cayó sobre su hombro, asustándola y haciendo que pegara un bote. Se dio media vuelta y se encontró cara a cara con su madre, que llevaba un vestido rosa en los brazos y parecía mosqueada.

- Anais, ¿dónde te habías metido? Aún tienes que probarte muchos vestidos. ¿Qué te parece este? ¿No es precioso? -levantó el vestido en alto para que lo viera. Anais lo observó horrorizada.

- Mamá, te lo he dicho un trillón de veces esta mañana. ¡Nada de vestidos rosas!

- Es que de niña te encantaban...

- ¡Cuando tenía cinco años! -Anais bufó- Además, sigo sin entender por qué tengo que hacer la fiesta de madurez...

- Para demostrarle al mundo que ya no eres una niña, cariño -respondió su madre mientras le acariciaba la mejilla amorosamente.

Anais bajó la mirada al suelo, y murmuró:

- Hace cinco años que dejé de ser una niña... -suspiró hondo-. Bueno, que conste que lo hago por ti. Pero, ¿pueden venir algunos amigos para que sea más divertido?

- Solo amigas, recuerda -respondió su madre, mientras se daba media vuelta para dirigirse a la tienda de vestidos.

Anais miró suplicante a Nami y a Robin.

- ¿Me acompañais, por favor?

- Claro, será divertido -respondió Robin, con una amable sonrisa. 

- ¿Y nosotros no podemos ir? -preguntó Luffy, inclinando la cabeza. 

- No, es costumbre que ningún hombre vea el vestido hasta el día de la fiesta de madurez -respondió Anais-. Además, os aburririais. ¡Hasta yo me aburro a veces! Bueno, chicos, ¡hasta luego!

Anais, Nami y Robin se dirigieron a la tienda de vestidos, donde la madre de Anais ya había preparado muchísimos vestidos para que se los probara. 

Se pasaron casi dos horas metidas ahí, sin encontrar el vestido perfecto. 

- Demasiado estrecho... -se quejaba Anais- Demasiado corto... Demasiado rosa... Demasiado... ¡dios santo, ni siquiera sé como llamarle a eso!

En un momento en el que Lyzbeth se fue a buscar más vestidos y a tomar el aire (hasta ella empezaba a cansarse), Nami preguntó:

- Anais, ¿por qué no quieres hacer la fiesta de madurez? Parece divertido. 

Anais lo pensó un momento, mientras doblaba uno de los vestidos descartados y lo ponía sobre la mesa junto a los demás. 

- Creo que es porque, cuando era niña, soñaba con este día. Quería que todo fuera perfecto, incluso tenía detalles pensados, como lo que diría o como me pondría el pelo -sonrió soñadoramente-. Pero, después de que secuestraran a mi madre, pensé que jamás celebraría la fiesta de madurez, y dejé de soñar con ello. Y cuando mi madre me dijo que ibamos a hacerla... me sentí como si fuera a cumpir el sueño de otra persona. Ya no me siento como la niña que soñaba con las flores que llevaría o con el color del vestido, y siento que estoy traicionando a esa niñita que sí que soñaba con ello. Me parece injusto para ella. 

La chica de la sonrisa pintada (One Piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora