23. Awaken

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"Déjame decirte lo que es el poderoso instinto de un vampiro, para quien hasta el cambio más imperceptible en las expresiones faciales de un ser humano es tan evidente como un gesto."

-Anne Rice.  

✣ Capítulo XXIII ✣

Te deseo.

Esas dos palabras circulan dentro de mi cabeza, aún no creía que Shadow las haya dicho. Aunque inesperadas, no puedo negar la emoción que me causa que por fin lo diga, que por fin responda de alguna forma a lo que siento por él. Sin embargo, la agonía en su voz empaña esa emoción junto con el resto de sus palabras.

Tortura.

Verdugo.

Abro la boca para hablar, pero la cierro cuando me doy cuenta de que no tengo ni idea de qué decir. Mis pensamientos son un caos; el viento de la noche sopla a través de nosotros, moviendo mi cabello suavemente.

Después de un rato, encuentro mi voz.

—¿Verdugo?

Shadow se toma su tiempo para responder.

—Sí. —Se quita la máscara, su hermoso rostro a la vista.

—No entiendo...

Yo nunca lo lastimaría. Él se acerca a mí.

—Tendrás que matarme.

«No».

—No, yo nunca...

La realidad me golpea con una fuerza que me deja sin aliento. Yo soy el Purificador. Él es un asesino.

Niego con la cabeza.

—No lo haré. —No son solo palabras, es un hecho—. No te lastimaré. No puedo lastimarte. No tienes un alma mala.

Shadow ya está frente a mí.

—Mírame. —Me sostiene la cara con ambas manos—. Me matarás, lo que acabo de decirte no cambia ese hecho.

—Yo... —Las lágrimas se me acumulan en los ojos. Se me ha revuelto el estómago con esta nueva información; eliminar a Shadow es algo que no puedo imaginar. Tengo ganas de vomitar, no me siento bien y él lo nota.

—Lo siento, intenté trazar una línea entre nosotros. No quería esto para ti, ya has sufrido suficiente.

Lo miro directamente a los ojos.

—Bésame.

Él suspira.

—Morgan, eso solo empeorará las cosas.

—No me importa —murmuro, oleadas de tristeza fluyendo a través de mí—. Las cosas no pueden empeorar, Shadow.

Me pongo de puntillas y presiono mis labios contra los suyos. Al principio se congela, pero luego rodea la cintura con los brazos y me devuelve el beso desesperadamente. Sus labios se mueven contra los míos, sus fuertes brazos me mantienen contra él mientras movemos nuestras bocas en sincronía. Sangrientas lágrimas de impotencia y desesperación escapan de mis ojos y ruedan por mis mejillas.

«Tendrás que matarme», «Te deseo», sus palabras resuenan en mi mente.

Profundizo el beso, la desesperación apoderándose de mí. ¿Por qué? Porque él tiene razón: sin importar lo mucho que lo quiera, nuestro destino está decidido.

Termino el beso y entierro mi cara en su pecho.

—No puedo lastimarte... —Mi voz se rompe, él me abraza con fuerza y apoya su barbilla sobre mi cabello.

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