Sin cereza no hay pastel

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—Aquí estoy, 'amá, como se los prometí— entre sollozos y mientras Venus depositaba un ramo de flores en cada lápida, Jorge extendió su constancia de aprobación ante las tumbas de doña Lupita y Lety —hoy hice mi examen y lo pasé. Por ustedes, 'amá, por usté y por la Lety, aquí está la constancia. Gracias por todo, 'amá; gracias por tenerme y por cuidarme y por haberme hecho lo que soy... y... y... gracias...—

Sin poder contenerse más, el muchacho estalló en llanto y de inmediato buscó a su Venus, quien lo envolvió en sus brazos y lo dejó llorar hasta que las lágrimas, al menos de momento, se le agotaron.

Ya habían visitado las tumbas antes, un par de veces, y en cada ocasión Jorge había terminado en el suelo, llorando de rabia o de arrepentimiento por haberlas "abandonado". Ahora, en cambio, sus lágrimas tenían un matiz diferente, eran lágrimas tanto de resignación como de gratitud, eran lágrimas que cerraban, por fin, el ciclo del dolor y daban inicio al camino del perdón y la sanación que él tanto necesitaba.

—Hace un lindo día ¿qué se te antoja hacer?— prendida del brazo de su Jorge, Venus lucía tan esplendorosa como el cielo en aquella soleada tarde de finales de invierno.

—Mmmm... no sé, no lo había pensado— respondió él con aire pensativo, mientras la guiaba hacia la salida del panteón.

—¿Te sientes bien? Te noto algo raro— ella presionó aún más su cuerpo contra el costado de él, mientras lo veía, preocupada.

—¿Sabes? Hay algo que no te he dicho— Jorge se volvió a verla con gesto mortificado, al que ella respondió con uno de consternación.

—¿Qué?—

—¿Te acuerdas, hace más de año y medio, un idiota que te atropelló con su bicicleta?— preguntó él mientras Venus se limitaba a asentir con gesto genuinamente intrigado —bueno... pues... yo soy el "idiota"— soltó él con gesto compungido.

Confundida al principio, Venus no tardó en reaccionar y estalló en una carcajada tan limpia y cristalina como el agua en la cascada artificial que adornaba la entrada del Jardín Memorial.

—¡Ay, mi vida! ¡Eres un lindo! ¿De verdad creías que no me había dado cuenta?— contestó Venus, divertida de verlo tan avergonzado que sus mejillas tenían el mismo tono encarnado que la flor que aún llevaba prendida en el cabello.

—Te amo— afirmó él con una sonrisa.

—Y yo a ti— respondió ella mientras se paraba de puntillas y le daba un largo y tierno beso, el primero de los miles que ambos compartirían por el resto de sus vidas.

FIN

***

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