SINOPSIS:
Con nuevos poderes, Sarah regresa a Beacon Hills para continuar con su vida ahora como la Consejera en la manada de Scott McCall.
El deber de proteger a la manada, aconsejarla y guiarla es ahora el principal motivo para la adolescente. No...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
―BUENOS DÍAS A TODOS. Soy el Sr. Yukimura. Reemplazaré a su anterior profesor de historia ―informó el hombre de rasgos asiático y terno. El nuevo profesor―. Mi familia y yo nos mudamos aquí hace tres semanas. Estoy seguro de que todos conocen a mi hija, Kira. O quizás no, ya que nunca ha mencionado a nadie de la escuela. Ni traído a ningún amigo a casa.
De pronto, un sonido en seco contra la mesa atrajo la atención de todos, en especial la de Sarah, quien formulaba una incrédula mueca de incomodidad y diversión.
―De cualquier forma, allá está ―señaló el hombre a quien parecía ser su hija.
Era una esbelta adolescente de postura retraída y sonrisa suave. Fue eso lo que la chica presentó una vez que alzó la cabeza de su banco, mirando como todos los estudiantes la escudriñaban.
Como acto reflejo, Sarah formuló una sonrisa de agrado hacia la chica que poco a poco se fue disipando cuando vio como Scott le miraba.
Sí, él no podía dejar de mirarla.
Era esa ingenua ternura en su mirada con cortos aires de curiosidad lo que causó un golpe la consciencia de la chica justo antes de empezar a sentirse mal.
Un calor invadió su cuerpo de sobremanera, causando que la chaqueta que llevaba ese día terminase sacándosela, dejándola en el respaldo de su asiento.
Era como estar de pie frente al sol, y a medida que una corta sonrisa se formó tímidamente en el rostro del Alfa producto de la chica nueva, ella se sentió más y más dentro de esa esfera ardiente.
¿Acaso eran celos?
Rogaba porque no fuese así, o todo sería mucho más incómodo entre ellos de lo que por sí ya era.
«¿Más incómodo? Puff, ¿Más incómodo que haberlo visto por primera vez luego de... lo que pasó?, ¿O por tener que estar sentada detrás de él sin saber cómo hablarle? Señoras y señores, yo soy la definición de incomodidad. La real academia española me patentará tarde o temprano».
