SINOPSIS:
Con nuevos poderes, Sarah regresa a Beacon Hills para continuar con su vida ahora como la Consejera en la manada de Scott McCall.
El deber de proteger a la manada, aconsejarla y guiarla es ahora el principal motivo para la adolescente. No...
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―LAS CLASES EMPIEZAN DENTRO de cinco minutos. El hecho de que no haya electricidad no significa que no haya escuela.
―Oiga, esa fue una negación tripe. Muy impresionante, entrenador ―felicitó Stiles a Finstock, quien al cabo de unos segundos, volvió a activar su aparato para contestarle.
―Entendido.
El castaño, quien estaba bastante contento de iniciar sus clases esa mañana, retiró los libros de su casillero cuando provocó que sus llaves cayeran al suelo. Y un tanto extrañado, las recogió.
―Hola. ¿De dónde saliste? ―consultó hacia una nueva pieza que se encontraba ligada junto a las otras.
Entonces, una voz le contestó.
―De lo más profundo de mis ganas de morir ―Sarah apareció a su lado para responder a la pregunta, sobresaltándolo―. Creí que hoy no habría clases por lo que pasó anoche, pero al parecer la noticia de que atraparon muerto a un asesino serial es sinónimo de "todo vuelve a la normalidad".
Stiles, quien ágilmente percibió el ánimo decaído de su amiga, guardó las llaves en su bolsillo del pantalón y le prestó total atención.
―¿Estás bien?
―Tan bien como puedo estar ―murmuró, sin ser lo suficientemente precisa como para decir «No, no estoy bien en realidad. Un agente del FBI clavó su ojo sobre mí y podría ir a prisión por el asesinato de alguien, así que estoy bastante lejos de la definición 'bien'».
Reafirmó los libros contra su cuerpo, tal como si éstos fuesen la única balsa en medio del océano que la mantendría a flote, y luego suspiró.
Había despertado por la mañana con la intención de no hablar sobre eso, ignorando así las miradas que Derek y Peter ―sí, Peter. El mismo hombre que todavía no quería volver a su casa y se quedaba en el cuarto de invitados― le dieron durante el desayuno.
El simple hecho de recordar el interrogatorio de McCall sobre la muerte de Clay le colocaba la piel fría y aperlada, justo como si estuviese reviviendo aquel traumático momento. Y lo odiaba.
