SINOPSIS:
Con nuevos poderes, Sarah regresa a Beacon Hills para continuar con su vida ahora como la Consejera en la manada de Scott McCall.
El deber de proteger a la manada, aconsejarla y guiarla es ahora el principal motivo para la adolescente. No...
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SARAH ESFORZÓ AL MÁXIMO el ritmo de sus pasos, esperando así ser lo suficientemente rápida para alcanzar cuanto antes a Malia.
La manada tenía un plan, lo habían tenido desde el principio: Salvar a una chica inocente de una eternidad como coyote. Quizás por eso, no dudó al quedarse ahí con Scott, ayudándolo en vez de correr con Isaac.
¿Se sentía mal por ser una mala novia? Totalmente. No tenía excusas para justificar su acción, pero ¿sería una mala Consejera? Entregaba todo de sí para cuidar de su manada, su familia, buscando aferrarse aunque sea a un poco de esperanza.
Lamentablemente, las eventualidades no estaban de su lado; El señor Tate estaba en el bosque cazando a su hija-animal; Isaac estaba herido; la manada completamente dispersa, cada quien atendiendo sus propios problemas.
Parecía que el universo le decía "No. Hoy no es tu día".
Y Sarah lo creyó. Creyó que no lo lograrían, porque nada en ese lugar parecía indicar lo contrario. E incluso así, no dejó de correr.
Había algo poderoso en su inconsciente que la alentaba a continuar.
Estaba presente el sonido de las hojas y ramas quebrándose bajo sus pies, un ruido tan familiar y cercano. Se reconoció a sí misma en ese crujir del bosque cuando, hace un año, se movía por el bosque como una simple humana de aspecto asustadizo y mente ida. Se recordó como la chica que no entendía nada, que estaba tan pérdida y desorientada cuando la metieron a la fuerza en al mundo sobrenatural. Un mundo que, sin quererlo, le abrió los ojos a quién era en verdad.
Y ahora, puesta a la fuerza como una Consejera, con poderes nuevos y problemas nuevos, ¿qué tan distinto podría ser a como la primera vez?
Esforzó todavía más la marcha de sus pies, divisando que Scott había empezado a hacer lo mismo. Ambos reconocían la urgencia de la situación, y parecía que el lobo interno de McCall comenzaba a despertar.
―La escuchó por aquí ―gritó Scott, virando inmediatamente hacia la izquierda.
Sarah lo siguió, ignorando por completo la voz de su conciencia que le decía que no lo hiciera.
