VI

51 3 0
                                    


—Vámonos de aquí—murmura alguien en mi oído.

Me sujetan por el codo y me sacan de aquel pasillo en el cuál he sido expuesta de la peor manera posible. Como una aprovechada, una cualquiera.
Tironea de mi brazo, y acelera el paso. Lo único que puedo ver, es una espalda masculina conduciendome a paso ligero por distintos pasillos.
Cuando llegamos a uno vacío, se detiene, y choco con su dura espalda.

—Perdón—se disculpa, dándose la vuelta—.

Le analizo de arriba a abajo.
Enfundado en unos vaqueros y chaqueta de cuero, se alza ante mí un chico pelinegro, con ojos del color de la miel y sonrisa perfectamente blanca y alineada.
Le observo el rostro marcado, y no puedo evitar el pensamiento de que lo conozco de algo.

—Uhm—ladeo la cabeza y afirmo—. Te conozco de algo, pero no sé el qué.

Me observa divertido, con una sonrisita pícara en los labios. Tamborilea con sus dedos un ritmillo antes de contestar.

—Ajá—es evidente que lo conozco, pero no sé de qué—. ¿Quizás porque soy compañero de cuarto?

Ah. Eso lo explica todo, pero sigo sin acordarme de su nombre. El sujeto, me mira divertido y sin perder la paciencia, responde a mi duda:

—Connor—dice leyéndome el pensamiento—. Y tú eres Virginia.

No lo pregunta, pero de igual manera asiento.
El ahora con nombre, se apoya en la pared, sin intención de hablar más.

—Gracias—paso una mano por mi pelo—. Al fin alguien que no me llama por un mote o algo denigrante—suspiro y le veo arquear una ceja—. Y, si puedo preguntar, ¿porqué me has sacado de tan incómoda situación?—pregunto señalando hacia atrás.

Vuelve a sonreír y se avanza peligrosamente hacia mi. Mis pies no me responden, y me quedo inmóvil; y el sonríe al notarlo. Después  da una zancada hacia atrás, volviendo a la anterior posición.

—Por que no pareces como las demás—susurra—. Otras se hubiesen echado para atrás, o simplemente, se hubiesen lanzado hacia mí—se encoje de hombros—. Y tu no has hecho nada. Y esa parte de ti, me llama la atención—sonríe de forma ladeada y se apoya de nuevo en la pared—. Y me gusta. Me gusta que seas diferente—confiesa—. Por eso me acerqué a ti y te saqué de alli. Por simple curiosidad.

El pelinegro extiende su mano—Acompáñame, por favor.

Le tiendo la mia, y me guía por recovecos que cualquier estudiante normal no imaginaria que estuviesen ahi.

●●●

—No tenía ni idea—mascullo—. ¿Es cierto todo eso?

Connor me mira extrañado.

—¿Por qué debería mentir si no hay necesidad?—buen punto, a decir verdad—. Además, prefiero mil veces esconder la verdad, que mentir abiertamente. No soy de los que lo hacen, sinceramente. Puedes confíar en mi.

Asiento, y pienso en lo que me ha contado. Ciertamente, las noticias y las actitudes de dichas personas concuerdan a la perfección. Dice la verdad.

—Está bien—le miro directamente a sus ojos marrones—. Trato hecho.

●●●

Mi hermano me busca durante el resto de la mañana, pero yo le intento evitar en lo máximo posible. No quiero verle y que me regañe de nuevo por mi supuesto atrevimiento hacia Jackson.
El tío ese lo que es, sencillamente, un auténtico maleducado e idiota insoportable. Y tener que convivir con él, me pone de los nervios.
Pero lo que me pone de mal humor, no es su comportamiento, sino el de mi hermano.

PreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora