Era Sábado, bueno, eso fue lo que me dijeron cuando desperté en aquella cama de Hospital. Al principio fue aterrador no saber que sucedía, pero me contaron que había tenido un accidente del cual, según el grupo de Doctores alrededor de mi cama, había sobrevivido milagrosamente. Sonreí, porque no todos los días te escapas de la muerte. Sin embargo, a pesar de estar feliz por aquel acontecimiento milagroso, la sonrisa desapareció cuando preguntaron mi nombre.
Ni nombre, edad, dirección, teléfono o familia lograba recordar, al parecer, ese accidente me había dejado con una parte del cerebro muy dañado, por lo tanto había perdido la memoria.
Personas desfilaron delante de mí y una a una trató miserablemente de hacerme recordar, pero ninguna pudo. A diario tenia visitas de familiares y amigos y conforme pasó del tiempo se rindieron, lo cual fue bueno, porque cada vez que los veía, un vacío se formaba en mi corazón. Yo no lo podía creer ¿Tan buena persona había sido en la vida? Seguro que no. Todo eso sobre mí, parecía exagerado.
El daño cerebral me había dejado alejada de una realidad que quizá no debía recordar nunca más, tal vez en lugar de ser buena había sido mala y pensaba que aunque no era del todo bueno, tampoco era tan malo empezar de nuevo.
Me dolía eso sí, ver como mi Madre (la que decía ser mi madre) se desesperaba al no poder ayudarme a recordar, no obstante, era la única persona en la que confiaba. En sus ojos veía amor. Era un amor tan sincero y tan puro, que aunque mi cabeza estaba en blanco, en el fondo sabía que la conocía.
Un anoche me desperté alterada, ya estaba en la casa que había crecido y mientras me recuperaba para reiniciar lo que había dejado pendiente (yo le llamaba nueva vida) me encontraba confundida pues lo que parecían ser sueños comunes al principio, con el tiempo me dejaban una intriga que después de esa noche, no deje de soñar con lo mismo, más bien, con la misma persona. No la conocía, obvio, pero en mis sueños, que parecían escenas incompletas, siempre estaba ella sonriendo.
Asistía a terapias para reincorporarme a la sociedad, no es que estuviera loca o algo así, pero el doctor dijo que era necesario para sobre llevar la carga emocional de toparme con gente o situaciones que no reconocería. Dijo que sería duro y se lo creí cuando una tarde de compras con mi Madre, unos chicos se acercaron y conversaron conmigo de cosas que no sabía. Explique la situación y solo se empeñaron en hacerme saber aventuras vividas con ellos. A decir verdad, fue triste.
Le platique a mi terapeuta los sueños y como me estaban afectando, los dolores de cabeza no cesaban y cada día que pasaba, me obsesionada con la chica de mis sueños. Pensé que solo era mi imaginación, pero todo cambio cuando un día dije su nombre: Michel Vizcaína.
Resultó que Michel Vizcaína, era nada más y nada menos que una conocida de mi pasado. Los doctores estaban sorprendidos de que había recordado a alguien, se suponía que no debería de ser así, pero como dicen: la mente es muy poderosa.
Mi madre se dedicó a buscar por cielo, mar y tierra a Michel y un día, apareció delante de mí.
La sensación que tenía era extraña, no sé cómo explicar todo lo que mi cuerpo experimento esa tarde cuando entro a la sala de mi casa. Ahí estaba ella, sentada delante de mí sonriendo. Era bella, justo como la había visto en mis sueños, no muy alta, solo pocos centímetros más baja que yo, su pelo largo y castaño, su cuerpo esbelto y su piel clara como la leche. Y sus ojos... Wow, de cerca era aún más impresionantes. Y ahí estaba yo, repitiéndome una y otra vez que dejara de mirarla como idiota, pero no podía. Había algo en ella que me dejaba sin habla.
Después de esa tarde descubrí que nos conocíamos de mucho pero mucho tiempo atrás. Mejores amigas, dijo.
Paso largas horas conmigo caminando por el patio de mi casa o en los parques cercanos a ella. Pasamos largas horas en su departamento mirando películas. Pasamos noches en vela hablando de cosas sin sentido (más para mí que para ella) y cada día sentía que había un vínculo que nos unía y no de ahorita, si no de tiempo atrás. Pero por cobarde, yo no me atrevía a preguntar.