I

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La chica frotó su cuello cansada, incluso la música en sus audífonos parecía amenazar con martillear su cabeza. Se maldijo por haber decidido salir de su casa con la cruda que se había apoderado de su cuerpo. Hizo una mueca cuando cayó en cuenta de que tendría que pasar por entre todos los estudiantes de aquella secundaria. Consideró cruzar la calle para evitar atravesar la multitud llena de olores y hormonas, pero el llamado de su lobo la hizo frenar un momento.

«¡Es él!» Arqueó una ceja ante la frase que flotó en su mente. «¡Siguelo!»

«¿De qué hablas?» fue entonces que un dulce aroma a algodón de azúcar le inundó la cabeza, la boca se le hizo agua y volvió a escuchar a su lobo interior aullar ansioso.

«¡Omega! ¡Mi omega!»

—¿Mi omega? —algunos estudiantes a su alrededor la miraron de reojo, la pelirroja intentó enfocar su entorno, un poco mareada por el olor que parecía querer meterse entre sus entrañas. —¿Quién es? —preguntó confundida, su vista borrosa no le permitía encontrarse en aquel lugar, sus ojos observaron a decenas de personas una y otra vez, comenzando a desesperarse, en especial cuando el olor comenzaba a disminuir.

«¡Se va, se va! ¡Siguelo! ¡Mi omega!»

—Eso intento, eso intento. —repitió a su lobo mientras empujaba a algunos estudiantes de padres para avanzar a donde suponía estaba el dueño de tan dulce olor. —¡No se muevan, carajo! —gritó la adolescente cayendo por fin en la frustración, tomó el primer brazo que alcanzó y jaló de él, la pequeña chica la observó asustada cuando la pelirroja dió una calada a su olor para luego soltarla molesta y tomar a alguien más.

Rápidamente comenzó a llamar la atención de los demas mientras olfateaba a todo el que se encontraba y gruñía frustrada cuando su lobo negaba que esa fuera su pareja, su cabeza comenzaba a pulsar por la cantidad de olores que había obtenido en tan poco tiempo. Los estudiantes de aquella secundaria la miraban extrañados, confusos y algunos asustados.

Entonces el aroma a algodón de azúcar regresó. Claro y amigable, un último atisbo de ilusión se hizo camino en su cabeza

«¡Es él, es él!»

Siguió el olor a tropezones, chocando con varios alumnos, el olor se intensificó y se detuvo cuando por fin pareció estar frente a él.

Sus ojos se encontraron con un cuerpo delgado y bastante más bajo que ella, de espaldas, enfundado en el uniforme de colores negros y azules. Estiró la mano temiendo que todo fuera una ilusión de su pronto celo, su lobo no hacía más que presionarla, nublando su mente, borrando todo lo que no fuera el deseo de obtener todo lo que ese dulce olor pudiera otorgarle.

«¡Lo quiero! ¡Mio, mio, mio!»

Olfateó el aroma que despedía aquel cuerpo una vez más y sonrió ansiosa, las manos le temblaron y tambaleó un paso. Se olvidó de que estaba a poco de su celo y que tenía que llegar a su hogar, se olvidó de que estaba en la banqueta de la entrada de una secundaria, se olvidó de que estaba rodeada de alumnos al menos dos años menores que ella, se olvidó de todo, solo existía el dulce aroma a algodón de azúcar. Solo existía el llamado de su lobo, reclamándole por tomar lo que le pertenecía.

Y sin pensarlo volteó a la persona frente a ella y saltó sobre el estudiante que le miraba sorprendido, ocasionando que ambos cayeran al suelo, sus ojos se encontraron con unas asustadas iris oscuras. Jadeó confundida y mareada le plantó un torpe beso en los labios, donde adentro su lengua a la fuerza y apretó la cabeza ajena contra la suya.

Sintió como a pesar de la extraña situación un bulto crecía en su pantalón antes de que la persona a la que se aferraba la aventara contra la banqueta.

—¡¿Qué te pasa?! —ignoró la pregunta que había sonado furiosa y sobó su cabeza adolorida, observó al chico sentado frente a ella, su vista esclareciendose, un rostro aún inmaduro de ojos negros y nariz pequeña le dió la bienvenida, y aunque ella no pudo ver nada más allá del cabello negro que enmarcaba la piel nivea, no necesitó nada más para saberlo, ese chico debía ser su omega, porque era definitivamente...

—Perfecto. —la pelirroja de ojos verdes le miró embobada, perdida en la euforia de haber encontrado algo tan especial.

—¿Qué? —pero él solo podía verla aún más confundido, totalmente inconsciente de lo que estaba viviendo, ignorante del conjunto de emociones que la mayor sentía.

—Eres mi omega. —habló extasiada. —Eres perfecto y eres mío. —sonrió incrédula, intentó tocarlo pero el chico la esquivó apresurandose a ponerse de pie.

—¿Tu omega? ¿Eres una alfa?

—Soy tu alfa, precioso. —la pelirroja no atinó a hacer otra cosa que guiñarle un ojo coqueta, suspiró enamorada cuando el menor se sonrojó. Sin darse cuenta habían terminado siendo el centro de atención de las personas alrededor.

—No eres mi alfa y yo no soy tu omega, estás loca. —murmuró para luego girarse y desaparecer entre los estudiantes. La mayor se asustó al verlo alejarse e intentó levantarse pero se mareó teniendo que tomarse un minuto para volver en sí.

«¡Se va, se va! ¡No dejes que se vaya! ¡Mi omega!»

—Pff, paso por aquí todos los días. —murmuró sosteniendo su cabeza. —No es como si no lo volviéramos a ver. —la pelirroja sonrió con emoción mientras inhalaba lo poco que quedaba del olor del omega —Tan dulce.

Di que me aceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora