IV

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Apenas salir de la secundaria escuchó el llamado de aquella alfa que parecía querer volverse una constante de los lunes a viernes, Samír ya había comprendido que ignorarla no servía de nada, ella seguía yendo y hablando de un futuro que él no podía ni imaginarse.

—¡Omega! —Samír rodó los ojos fastidiado.

—Dejame en paz. —repitió por quien sabe que vez en lo que iba de esa semana.

—¡Pero si eres mi omega! —la pelirroja sonrió con alegría, realmente parecía no ser consciente de que el menor no la quería cerca, o tal vez solo no le interesaba saberlo.

—No soy tu omega, y deja de llamarme así, tengo un nombre. —la sonrisa de la mayor incrementó.

—¿Me lo dirás?

—No. —y entonces el chico salió corriendo de ahí, rió un poco cuando volteando apenas un segundo pudo ver a la pelirroja parada en el mismo lugar donde la dejó apenas procesando indignada lo que acababa de pasar.

...

Su teléfono sonó en el bolsillo de su pantalón, lo contestó mientras caminaba hacia su casa tras haber bajado del camión. Estaba tan ansioso por llegar y dormir un poco que ni siquiera se fijó en el número.

—¿Sí?

—¡Omega!

En cuanto escuchó aquella voz chillona colgó y gruñó frustrado, porque definitivamente ya estaba lo suficientemente cansado como para seguir escuchando como le recordaban que era un omega una y otra vez.

Esa mujer estaba loca.

...

—¡Señorita Revenge, suelte a ese alumno ahora mismo!

—¡Pero...!

—¡De inmediato!

La pelirroja gruñó enojada manteniendo su puño alzado, tomando de la camisa a uno de los alumnos de aquella secundaria, quien le veía aterrado y con las manos alzadas, como si de esa forma pudiera evitar el golpe que estaba por estrellarse en su rostro. La alfa lo miró con rabia, debatiéndose entre soltarlo o no. Otro grito de parte de la profesora le dió a entender que realmente no tenía opción.

—La próxima no escaparás, gusano asqueroso. —siseó antes de soltarlo de golpe, causando que éste cayera de bruces al suelo.

La maestra le vio enojada y cruzada de brazos, esperando una explicación.

Karma giró el rostro con las cejas fruncidas, negándose a ceder ante la mayor.

—¿Y bien?

—¿Qué?

—¿No piensa decirme que ha pasado?

—No sé de que me habla.

La maestra suspiró y la miró con dureza, la chica ni siquiera se inmutó.

—No puedes venir a amenazar a los alumnos, ni siquiera estudias aquí, ya no tienes 15 años, eres una adulta, comportarte como tal.

Y tras decirlo dio media vuelta y volvió a entrar a la institución, consciente de que no valía la pena pelearse con la pelirroja.

—Yi ni tiinis quinci iñis. —arremedó la chica moviendo la mano en burla para después girarse con un suspiro y observar al omega. Samír apretaba los puños con la cabeza gacha.

—Hey...— extendió una mano hacia él y se sorprendió al verlo limpiar sus lágrimas con furia, los murmullos no se hicieron esperar. Con enojo se volteó hacia el conjunto de alumnos que los miraban y gritó sin contenerse. —¡¿Qué carajos miran, imbéciles?!

Di que me aceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora