Gimió desesperada por el calor que parecía incrementar, incluso estando sentada a la sombra del muro, el sol parecía no querer descansar hasta alcanzarla, en cualquier momento la calcinaría ahí mismo. Un hombre que estaba segura ya superaba los cuarenta años se acercó empujando un carrito de helados.
—¿A qué hora salen de esta cárcel? —preguntó la pelirroja a la nada, tirándose aire con una mano, el hombre la miró riendo ligeramente.
—En unos 20 minutos. —contestó sonriendo.
—¿Qué? —la chica se cruzó de brazos molesta. —Llevo una hora aquí afuera.
El hombre rió más fuerte. —¿A quién acosas chica?
La menor se encogió de hombros sonriendo apenada. —Ni siquiera sé su nombre, pero...—sujetó su cabello con una mano para echarse aire en la nuca y observó al mayor un poco indecisa. —Al parecer es mi alma gemela.
El hombre formó una o con sus labios y alzó las cejas sorprendido, para luego preguntar curioso. —¿Tu alfa te lo dijo?
—Sí, ayer. —el mayor asintió antes de sentarse a su lado, un leve olor a durazno le hizo saber a la pelirroja que el hombre era un omega, seguramente usando un poco de neutralizador.
—Recuerdo cuando encontré a mi alfa. —la chica lo miró curiosa, esperando a que continuara. —Por supuesto yo no sabía que lo era, eso es algo que solo los alfas pueden saber, los omegas tenemos que jugar a ciegas.
—¿Por qué?
El mayor se encogió de hombros. —La verdad no lo sé, solo es así. Yo no quería aceptar al que me había tocado, me parecía un imbécil.
—¿De verdad? —la pelirroja rió por el comentario. —¿Por qué?
—No lo sé, tenía esta cara de idiota egocéntrico, y en realidad no me equivocaba, era un verdadero imbécil.
El omega siguió hablando mientras los pocos padres de familia que recogían a sus hijos comenzaban a llegar.
—Me cortejó dos años enteros y cuando por fin acepté salir con él...
La menor frunció el ceño cuando lo escuchó suspirar. —¿Qué pasó?
—Bueno, el muy hijo de puta se fue del país y no regresó hasta 5 años después, ¡y con un hijo! ¿Puedes creerlo?
—¿Qué? —ella lo miró con los ojos bien abiertos. —Pero ahora están bien ¿no? —preguntó dudosa, el hombre negó y se tomó el tiempo de forzar una sonrisa de resignación.
—Cuando descubrí que tenía un hijo lo rechacé, ambos sabemos que somos la pareja del otro, pero me negué a aceptarlo, con el tiempo él simplemente se rindió y se enfocó en trabajar para mantener al niño. No dejé que me marcara nunca ¿ves?
El hombre jaló del cuello de su camisa y mostró su cuello libre de marcas. La alfa sintió un poco de pena, sabiendo que con la edad que el omega tenía sería muy complicado encontrar a alguien más.
—¿No se arrepiente?
—¿Arrepentirme? —la pelirroja asintió, el omega negó con la cabeza después de pensarlo un momento. —No estoy seguro de que sea arrepentimiento, tal vez nostalgia, esa la llevo conmigo cada día, pero no cambiaría mi decisión nunca. —aseguró sonriendo, se levantó del suelo sacudiendo su pantalón. —Por nada del mundo, cada quien obtiene lo que se merece niña, así son las cosas.
Solo entonces se dió cuenta de que el portón de la secundaria había sido abierto, dejando salir a varios estudiantes ansiosos.
—¡Mira! ¡Es la alfa de ayer! —levantó la mirada al escuchar aquel grito y observó confundida a la pequeña castaña que le señalaba con el dedo.
—¡Callate Marian!
Miró con alegría al chico a su lado, lo reconoció al instante como el omega con olor a algodón de azúcar y se levantó emocionada del suelo, no había si quiera pensado cuando las palabras ya estaban saliendo de su boca.
—¡Omega mío! —se acercó abriendo los brazos, el menor la miró aterrado antes de decidir que debía irse.
—¡Alejate de mi, loca!
—¡Soy tu alfa, tienes que aceptarme! ¡Sé racional! —gruñó indignada, persiguiendolo y empujando a unos cuantos estudiantes en el proceso.
—¡Tú sé racional! ¡No te conozco!
—¡Tenemos toda una vida para conocernos! —señaló frustrada. —¡Dejame marcarte de una vez!
—¡Sobre mi cadáver! —y dicho esto el chico salió corriendo, la pelirroja lo siguió hasta que tuvo que detenerse en la esquina por el semáforo que se había puesto verde, los autos no le dejaron si quiera ver por donde había corrido el menor.
—Hey, pelirroja. —la mencionada se giró aún frunciendo el ceño, encontrándose con una castaña que le sonreía con travesura.
—¿Puedo ayudarte en algo?
—No, pero yo a ti sí.
Cinco minutos después ya caminaba de regreso a su hogar con una gran sonrisa en su rostro.
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Di que me aceptas
RomanceKarma por fin ha encontrado a su omega y dará todo porque éste la acepte como su alfa, aunque sea solo un niño de 12 años y ella una casi adulta de 17. Por otra parte, Samír acaba de presentar como omega, luchando por sobrevivir a su posición en la...