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¿Karma estaba enamorada? ¡Por supuesto que no!

Ni siquiera conocía al pobre omega que estaba atado a ella.

Pero no por eso iba a dejar que trataran mal al pequeño que sabía era su predestinado, si aun no lo amaba no importaba, en algún momento iba a caer coladita por él de todas formas, no iba a dejar que se lo malograran mientras tanto.

La pelirroja se observó en el espejo de su habitación. No es que no se viera bien, ella sabía perfectamente que era lo suficientemente guapa como para tener bastantes omegas, betas e incluso alfas tras de ella.

El problema recaía en que esta vez no estaba tratando de conquistar a alguien de su edad, a alguien experimentado o con al menos un poco de consciencia sobre relaciones.

Estaba tratando de conquistar a un niño, y todo lo que tenía en su armario la hacia ver como una delincuente adicta a las drogas.

Que no es como si fuera a negar su pequeño gusto por las drogas legales e ilegales, pero eso no le convenía en absoluto si quería que el pequeño y decente omega la aceptara.

Revolvió una vez mas sus cajones y soltó una maldición cuando sus ojos no vieron otra cosa que no fueran pantalones rotos, shorts súper cortos, tops y blusas que bien podría calificar como de prostituta. Todo mostraba mas piel de la necesaria para un simple paseo.

Se miró de reojo en el espejo de cuerpo completo, lo más decente que había encontrado era un pantalón ajustado y hecho jirones en las piernas junto a una blusa negra con escote y transparente en la zona del vientre.

¿Qué pensarían los padres del chico si la vieran llegar vestida así a su hogar? No se lo quería ni imaginar.

Pero es que ella jamás pensó en reclamar a un omega como suyo, ni siquiera se había tomado la molestia de intentar cortejar a alguien como tal, nunca le había hecho falta.

—¡Karma, ya me voy, regreso en la noche! —la voz de su madre se escuchó en el piso de abajo antes de que la puerta principal de la casa se cerrara.

La pelirroja esperó unos minutos hasta escuchar el motor del carro de su mamá sonar y alejarse, salió de la habitación y se dirigió al cuarto de sus padres.

Entró y revisó el armario de aquella mujer.

Hizo una mueca ante las notorias ropas de señora, sobre su cadáver se pondría eso.

Fue entonces que pensó en su delicado y bonito padre. Era bien sabido en su familia que sus padres no se habían unido por amor, mas bien por conveniencia, un trato entre dos familias de gran prestigio.

A su omega padre ni siquiera le gustaban las mujeres así que habían tenido bastantes problemas en llevar una relación que era mas de hermanos que de otra cosa, tenían sexo solo durante los celos.

Sin embargo, jamás había estado tan feliz de eso, su padre era un omega bonito y femenino, que gustaba de ropas modernas y comprar todo aquello que le hiciera ver bien con el dinero de su alfa, quien amando a su dulce esposo no dudaba en despilfarrar todo su dinero en él.

Su padre era un aprovechado, pero justo ahora eso era su salvación.

Entre sus ropas encontró un pantalón negro con cortes en las piernas, pero nada que mostrará tanto como los que tenía puestos ahora. También encontró una blusa holgada de color azúl oscuro que llevaba las mangas largas pero dejaba al descubierto sus hombros.

Sonrió mientras cambiaba sus ropas y suspiró satisfecha cuando se observó con ellas puestas, se decidió por sus converse negras y dejó su largo cabello suelto para que las perforaciones en sus orejas no se notaran.

Pensó en que tendría que cancelar la cita para la perforación en su labio, definitivamente no se la haría.

Bajó las escaleras y estaba por salir de su casa cuando se dio cuenta de un pequeño detalle.

No tenía dinero, y no pensaba cancelarle al chico cuando no sabía si aceptaría salir con ella después, quizá se arrepentiría.

Pero tampoco pensaba dejar que el gastara ni un solo peso cuando ella era la alfa y ella lo había invitado.

Caminó por la casa buscando dinero y se encontró con la olvidada bolsa de su padre, tomó dinero suficiente para una cita presentable y se encogió de hombros.

No sería la primera vez que tomaba dinero sin permiso, y en su defensa, esta vez era por una buena causa.

...

Samír miró nervioso por la ventana, realmente no sabía porque había aceptado salir con la chica y hasta pensó en la opción de cancelarle pero le pareció muy maleducado de su parte.

Además, la chica tenía pinta de vendedora de drogas o peor, tenía miedo de hacerla enojar y que se lo violara o algo así.

Aunque puede que estuviera exagerando, después de todo él solo tenía 12 años y muchas películas policiacas en su mueble.

Pero definitivamente no se arriesgaría a morir descuartizado en una zanja.

Miró el reloj en la pared de la sala. Faltaban exactamente seis minutos para que iniciara su supuesta cita.

Tal vez la pelirroja se había arrepentido, él lo entendería perfectamente, digo, se llevaban cinco años, sería completamente normal que hubiera pensado mejor las cosas y se diera cuenta de la ilegalidad y peligro que representaba salir con él.

Aunque eso sería una muy mala jugada de su parte, había pasado media hora eligiendo su ropa como para que al final no sacaran a su lindo cuerpesito a la calle.

Claro que al final había optado por lo primero que cayera en sus manos, tenía 12 años después de todo, aun no estaba en edad de querer impresionar, y en realidad no buscaba tener ninguna especie de relación de ningún tipo con la chica.

¿Por qué querría eso? Ni siquiera quería ser omega. Si había aceptado era porque la pelirroja que había dicho llamarse Karma le había insistido por semanas y luego lo había salvado de las burlas de uno de sus compañeros.

Simplemente era una forma de agradecerle, solo eso.

—¿Quién es esa chica que viene?

Un escalofrío recorrió su espalda, había olvidado por completo que su madre seguía en la casa, ella le había dado permiso de salir, pero Karma de verdad parecía una delincuente, ¿y si cambiaba de opinión y la chica se enojaba mandándolos a matar a todos?

Quiso llorar.

—¿Esa es la alfa con la que saldrás? —la voz de su progenitora sonaba sorprendida, y Samír no supo interpretar eso —Definitivamente la quiero de nuera.

La miró confundido antes de escuchar el timbre sonar, comenzó a temblar de pies a cabeza y quiso correr hacia su habitación, pero su madre, quien parecía haberlo notado lo tomó con fuerza del brazo y lo hizo apresurarse a la puerta, chilló con miedo cuando la mujer la abrió y de inmediato se oculto tras ella.

Pero pronto la sorpresa lo llenó al ver a una chica completamente diferente a la que solía acosarlo a la salida de su escuela parada en la entrada de su casa.

—Buenas tardes, me llamó Karma Revenge, ¿es esta la casa de Samír?

La pelirroja sonrió tan dulce e inocente como pudo, aunque por dentro moría de los nervios.

—Creo que me he enamorado. —ambos miraron confundidos a la mayor de los tres, quien mantenía el ceño fruncido y una expresión decidida, se volteó en dirección a su hijo —Mas te vale no arruinarlo.

Y sin mas lo empujó fuera de la casa, cerrando la puerta.

El omega de Samír chilló angustiado.

—Hola lindo. —saludó entre risas la pelirroja cuando olió sus nervios, sintiéndose aliviada de no ser la única con ellos.

—H-hola. —susurró con las manos sudando, las secó disimuladamente en su pantalón.

—Entonces, ¿quieres ver una película?

Y su cita daba inicio.

Di que me aceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora