VI

2.6K 282 38
                                    


Honestamente la cita no había sido mala. Había sido peor que eso, totalmente horrible, un desastre que desearía no volver a repetir ni en esta vida ni en la que sigue.

Karma estaba decepcionada de si misma. 17 años y no podía darle una cita decente a un niño de 12. ¿Cómo podía ser eso posible si había tenido cientos de ligues?

¡Y su plan ni siquiera era tan malo!

Ir a recogerlo a su casa, darle una buena impresión con su puntualidad y aspecto, llevarlo al cine, ver una película cualquiera y luego ir por un helado, después pasearían un rato y lo devolvería a su hogar sano y salvo. Simple, fácil y rápido.

¡¿Cómo es que algo así había salido mal?!

Karma quería golpear su cabeza contra la pared de su cuarto hasta quedar inconsciente, o muerta, lo que pasara primero.

Las escenas de ese día se reproducieron en su cabeza como una película, haciéndola desear desaparecer de la faz de la tierra.

Primero el pecero que tomaron había ido lleno, por lo que les tocó ir de pie y apretados entre la gente, y para mejorar las cosas un señor casi le cae encima a su pobre omega.

Y para cuando por fin lograron bajar de ese infierno, la fila para comprar boletos era enorme, tanto que tuvieron que esperar al menos una media hora para que les atendieran.

Las palomitas fueron ridículamente caras, la película que eligieron terminó siendo jodidamente aburrida y estuvo a punto de quedarse dormida a mitad de ella, lo único que lo impidió fueron las fuertes risas de la persona sentada frente a ellos y la bebida que les cayó encima de una señora que estaba detrás, quien les pidió perdón por su torpeza pero eso no impidió que ambos terminaran con las ropas y el cabello pegajosos y con un fuerte olor a coca cola.

Después, al terminar la función e ir por el helado, un niño que iba corriendo por ahí, chocó contra ellos y les tiró la nieve al suelo, luego comenzó a llorar y la madre pensó que había sido culpa de ellos, y como la mayor era ella fue a quien le tocó el sermón de la señora.

Se ofreció para comprarle otro cono al omega a pesar de todo lo que había gastado ese día, pero Samír se negó.

Así que sintiendo la ropa pegajosa, el cabello hecho un desastre, y sin helado, comenzaron a caminar por aquella plaza hasta llegar a una fuente de agua, donde se sentaron a tratar de conversar, pero unos tipos que jugaban con una pelota les dieron por error y ambos terminaron en el agua.

Salieron del lugar empapados antes de que la alfa se agarrara a golpes con alguien, tomaron un pecero de vuelta y se apresuraron a despedirse antes de que el menor agarrara un resfriado.

Sin embargo, no todo había sido malo, de tan lleno que iba el pecero y debido a su altura, Samír se vio obligado a abrazarla con un brazo para no caer mientras el otro se sostenía de los laterales de un asiento.

La media hora que duraron para comprar los boletos se la pasaron conversando y conociéndose. Descubrió que el color favorito del chico era el verde, que su deporte favorito era el fútbol y que algún día le gustaría tener su propia empresa de videojuegos.

Y aunque la película le pareció asombrosamente aburrida, Samír pareció disfrutarla por las pequeñas carcajadas que trataba de cubrir con la mano, y luego pareció divertido con sus muecas de frustración al sentir su cabello tieso por el refresco que les tiró encima la señora.

Incluso se entretenía haciendo formas con los mechones de su propio cabello y viendo su reflejo en los ventanales de las tiendas por las que pasaban.

Y aunque se asustó por la caída del niño y lamentó en silencio la muerte de su helado, no se guardó la enorme carcajada que le nació cuando la señora llegó gritando que era una irresponsable y que se fijara por donde caminaba.

También rió cuando cayeron al agua de la fuente y chapoteo divertido en ella mientras que la alfa estaba por agarrarse a golpes con uno de los imbéciles que les habían pegado por error.

Samír había reído en todo momento, había jugado y agotado sus energías, así que cuando iban de regresó no pudo evitar recargar su cabeza en el hombro de la pelirroja y dormitar un poco.

Y Karma le agradecía a todo lo que fuera bueno que el omega no se hubiera dado cuenta de que más de una persona le había coqueteado descaradamente (y si lo había notado meramente no le había importado), porque al parecer el chico parecía su hermano menor y que lo sacara a pasear era tierno para las chicas.

Karma se tiró a su cama, recién bañada y en ropa interior, observó el techo blanco de su habitación y no pudo evitar soltar un suspiro cansado.

Porque si, tal vez esa había sido la cita más horrible de su vida, pero volvería a repetirla con tal de que el omega riera tanto como ese día, aunque fuera a sus costas.

Y supo que todo había valido la pena cuando fue el castaño quien le mandó un mensaje esa noche.

Samir

“Hey, gracias por lo de hoy, de verdad me divertí mucho. Buenas noches Karma.”

Definitivamente había valido la pena.

Di que me aceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora