VIII

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La mujer presionó su tabique fastidiada, frente a ella estaba esa chiquilla que le seguía sacando de sus casillas a pesar de haber salido de la secundaria hace años.

Abrió los ojos que había cerrado en un vano intento de controlar su desesperación y observó a la pelirroja que sujetaba con la mano derecha la muñeca de un pequeño niño castaño con las mejillas rojas que parecía querer huir de ahí, y con la mano izquierda apretaba el brazo de un estudiante de segundo año con los ojos húmedos y expresión asustada.

—A ver... —suspiró. —Repasemos.

Karma gruñó. La mujer le frunció más el ceño.

—No me gruñas, no eres un animal.

—Entonces no me haga comportarme como uno, ¿qué mierda quiere que le diga? ¡Ya le dije todo!

—Karma. —regañó. —¿Por qué demonios trae a estos dos estudiantes hasta mi oficina?

La pelirroja lanzó al chico que sostenía del brazo provocando que tropezara de la impresión.

—Ese imbécil estaba molestando a Samír.

—¡No es verdad!

—¡Atrevete a mentir en mi cara y voy a rompertela!

La profesora volvió a suspirar.

... 20 minutos antes ...

—¿Otra vez aquí?

Karma sonrió al señor que se recargaba contra el muro de la secundaria. A su lado el carrito de hielitos con el que siempre cargaba.

—Mi omega está ahí adentro, ¿no es lo que los alfas hacen?

—¿Acosarlos? —preguntó burlón. —Mm, no, creo que no.

La chica soltó una carcajada al escucharlo. —No lo estoy acosando.

—¿Segura?

—Bueno, tal vez lo estoy acosando un poquito. —sonrió avergonzada y se sentó en el suelo mirando desde abajo al omega. Él sonrió y acarició con confianza los cabellos rojizos.

—Solo no lo fuerces mucho ¿sí?

Asintió un poco confundida. Guardó silencio cuando una señora se acercó a comprar un hielito, vió al omega atenderla con una sonrisa alegre que contagió a la mujer.

—¿Lleva mucho tiempo trabajando de esto?

—No en realidad, hago muchas cosas, tengo una tienda cerca de mi casa, trabajo lunes y miércoles en un taller mecánico, los viernes cuido a una señora ya mayor, y los fines de semana vendo artesanías en un puesto del río Dorado. Lo de los hielitos lo empecé hace como un mes.

Karma lo miró asombrada, sus ojos bien abiertos hicieron que el omega sonriera y revolviera los cabellos de la alfa juguetón.

—¿Por qué? ¿Batalla con el dinero?

Él rió un poco y negó, levantó la mirada apartandola de la chica y mantuvo una sonrisa leve en sus labios.

—Solo no me gusta estar en mi casa. —se adelantó a la próxima pregunta que sabía le haría la alfa. Karma pensó en decir algo más cuando la entrada fue abierta y varios alumnos comenzaron a salir. Sonrió en despedida al omega cuando éste comenzó a rodearse de estudiantes acalorados.

Metió las manos en los bolsillos de su desgastado suéter gris y empezó a buscar a su omega entre tantas cabezas. No tardó en encontrarlo al escuchar el alboroto en el que estaba metido.

Frunció el ceño cuando sus ojos chocaron con la imagen de un chico rodeando a su omega por el cuello y riéndose de algo que estaba segura no le agradaba a Samír.

Podía notar como el pequeño omega intentaba alejarse del agarre, su rostro mostraba incomodidad e incluso se arriesgaba a pensar que estaba por llorar.

Soltó un gruñido y se acercó con pasos largos. Los separó de golpe y se enfrentó a la mirada enojada y confundida del chico que parecía ser un alfa también.

—¿Que demo-?

—¿Te molesto, idiota? —interrumpió la pelirroja empujandolo. —Te agradecería que mantuvieras tus manos alejadas de mi omega.

—¿Esa perra, tu omega? —preguntó con burla, lanzó una mirada despectiva al tembloroso omega que se mantenía detrás de Karma.

Un grupo de estudiantes comenzaron a formar un círculo alrededor de los tres, llamados por la discusión que parecía iba a terminar en golpes.

Karma tomó por la camisa al menor y lo acercó a su rostro gruñiendo. —¿Qué has dicho? ¿Acaso le has dicho perra a mi chico? —sonrió con furia intimidando al alfa más chico. —Te reto a decirlo una vez más, vamos, a ver si tienes huevos para cortarte maldito hijo de puta.

Los coritos típicos comenzaron a escucharse alrededor, Samír jaló del suéter gris de la alfa, nervioso por la situación.

—K-Karma, esto no es necesario. —susurró al borde de la desesperación.

—Ahora no, Samír, voy a enseñarle a ésta putita lo que es tener huevos de verdad.

El chico que mantenía agarrado tragó asustado por sentir la mirada pesada de la alfa enojada.

—¡Señorita Revenge, a mi oficina, ahora!

La pelirroja bufó bajando el puño que no supo cuando había levantado.

... Presente ...

—Señor Bailey. —llamó la prefecta frustrada. —¿Sería tan amable de aclararme la situación, por favor?

Samír suspiró, Karma no lo miraba pero aún sostenía su muñeca mientras parecía calcinar al otro alfa con los ojos.

...

—No tenías porque acompañarme hasta acá. —murmuró el menor sentado en la parada de peceros. Karma bufó.

—¿Y arriesgarme a que uno de esos imbéciles te siguiera? Ni hablar.

El castaño sonrió avergonzado, fijó la mirada en sus manos y movió sus pies incómodo.

—Gracias. —susurró, su joven corazón latió con prisa con ese bonito sentimiento por primera vez.

Di que me aceptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora