III

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La Señora Henderson es una mujer de aproximadamente 45 años de edad, cabello corto y rojo como una manzana, posiblemente por los tintes; sus ojos son verdes aceituna y las pestañas siempre están cargadas de rímel. Es una mujer de piel bronceada y regordeta. De estatura baja. Ella no tiene hijos, pero es una gran amiga de mi mamá, además de ser mi niñera desde hace tiempo.

La señora ha llegado justo a las cinco de mañana, ¿Cómo lo sé? Pues porque no podía dormir. Aunque en mi defensa dormir en una casa donde las paredes son casi de vidrio y te recuerden a las jaulas de un hámster no da mucha tranquilidad. Mucho menos porque en la noche lo único que ilumina es la luz de la luna, dándole un toque bizarro al pasillo oscuro. Nunca había estado en esta casa, no vine cuando mi madre me dijo que la compraron o cuando se arregló mi habitación y la simple razón es que solo me faltan unos meses para terminar la preparatoria e irme a la Universidad. Pero ahora estoy aquí, a las siete de la mañana sentada en los banquillos de la isla de la cocina con mi ropa elegida para la escuela, viendo como la Señora Henderson camina de un lado al otro por la cocina. Admirando la nueva casa.

James abre la puerta y no tengo que voltear a ver para saber perfectamente que lleva una chaqueta de cuero negra, botas trenzadas, camiseta blanca, cabello alborotado, reloj costoso, sonrisa quita bragas y recién duchado... en perfume varonil.

Le doy un sorbo a mi café y cuando se sienta frente mío dando los buenos días lo miro. Lo dije, camiseta blanca, chaqueta de cuero, pantalones negros... por dios que tipo tan mas básico para ser playboy.

—Ya decía yo que sacabas todas tus ideas de Pinterest. —le digo dejando la taza y tomando el periódico. Finanzas, asesinatos en la capital, deportes, nuevos informes científicos, capturas...

—Me sorprende que sepas algo del mundo exterior. Noah.

—Eres un asco con los insultos James—le digo pasándole el periódico en la parte de sociales. Ahí está el, coqueteando y sonriendo en la boda. —. Creo que así debes de ser en la cama y pones esa excusa de mujeriego que no se acuesta con la misma dos voces cuando en realidad ellas son las que huyen.

Escucho la risa femenina de la Señora Henderson. La miro mientras niega divertida, sentándose en uno de los extremos de la isla. —Ustedes o en realidad parecen hermanos o están enamorados.

Dice.

James suelta una carcajada. —Prefiero castrarme a estar enamorado de una loca como esta.

Ruedo los ojos y tomo mi mochila antes de levantarme. Le agradezco el desayuno a la niñera y me despido de ella, dirigiéndome al garaje por mi motocicleta.

El frio aire mañanero del pueblo me golpea en el rostro mientras manejo hacia la preparatoria. Aquí las cosas son de un estilo rustico y moderno a la vez. Las calles están llenas de arboles con hojas marrones por el inicio de otoño, caen una por una y la imagen es preciosa. Se podría decir que todos conocen a todos, pero en realidad conoces mucha gente aquí. Están desde los jubilados hasta los turistas.

Hay tres Jardines de Niños, dos guarderías, tres escuelas primarias, cuatro secundarias, tres preparatorias; una de ellas abierta y una enorme Universidad privada. Hay dos librerías con el típico toque rustico de edad media, una de ella es una librería-café. Un pequeño centro comercial, dos hospitales (el privado y el gratuito), un parque cultural, la presidencia, las tiendas de ropas varían al igual que los bares y clubes. Tiendas comerciales de electrónicos, etc. Es pequeño, pero tiene lo necesario para sobrevivir. Lo importante aquí es que nunca han sucedido mas que robos menores en las tienditas. Es un lugar acogedor y tranquilo. SixFeetUnder tiene cinco comunidades pequeñas alrededor.

La preparatoria a la que asisto es al igual que todas pública. Es grande y sus colores principales son el color rojo y amarillo. La estatua del fundador se encuentra afuera con unas hileras de rosas rodeándolas. Es de tres pisos y mi lugar favorito siempre ha sido la azotea. Claro, mas si ya te terminas hartando de tu novio y sus amigos.

Al entrar al estacionamiento estaciono la motocicleta y me bajo. Ya lo dije, no uso casco.

Lo primero que veo al caminar por el sendero de piedras para llegar a la puerta son los grupos sociales: fumadores en un árbol, hippies es el estacionamiento, porristas riendo coquetamente mientras mueven sus minifaldas y teñidos cabellos, los atletas buscando a quien llevarse a la cama este fin de semana, los nerds viendo embobados a las porristas y por su puesto: el grupo de mi novio; ahí es una mezcla: dos atletas, dos playboys, un chico malo, el nerd-geek, y la típica porrista que besa el cuello de uno de los atletas. Se preguntarán quien es mi chico. Es ese, el de cabello castaño, alta estatura, tatuado, piel bronceada, con un cigarrillo entre los labios carnosos, ojos grises y cansados, cuerpo exquisitamente trabajado... ese de aspecto sombrío que lleva el chico malo.

Cuando me mira para de reír con sus amigos. Tira el cigarrillo y mete las manos en los bolsillos del abrigo marrón, caminando como si el mundo estuviera a sus pies hacia mi dirección. Me detengo. Miro a la dirección de los motociclistas y antes de que diga algo yo lo beso.

—No me hables en todo el día cariño. —le digo sonriendo falsamente sobre sus labios.

—Lo que ordenes mi amor. —dice sarcástico. Nos besamos una vez mas mientras hacemos que nuestros cuerpos encajen. Cuando nos separamos beso "tiernamente" su mejilla y me adentro a la preparatoria.

Y pensar que hace unas semanas creíamos amarnos...

Y pensar que hace unas semanas creíamos amarnos

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Esto es amor. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora