Carlos y mi madre se han ido hace veinte minutos a el aeropuerto, no sin antes cambiarse la ropa y dejarnos encargados con la Señora Henderson, porque esta claro que somos dos adolescentes y no nos van a dejar solos. Por favor, eso solo sucede en las novelas, películas o historias de la aplicación Wattpad. Pero no, no estoy diciendo que mi madre no confié en mi si no que yo tengo dieciocho recién cumplidos y James esta por cumplir los veinte. Que ambas personas con hormonas alborotadas y atractivas vivan juntas sin supervisión se sabe cómo va terminar, por eso también pusieron reglas: nada de fiestas -siento que se burló con esta-, nada de salidas por mi parte después de las diez o diez treinta y, sobre todo; nada de novios después de las ocho y no debemos estar a solas. Es lindo que mi madre ponga estas últimas reglas sabiendo que no soy virgen. En cambio, a James se les dio mas libertades, y solo espero que el pasillo no se vuelva una pasarela de mujeres con poca ropa, no, no me refiero a Victoria's Secret me refiero a que mi nuevo hermano es el típico cabron mujeriego de su Universidad. Ese chico que pondrías como protagonista del cliché chico malo chica buena.
James estaciona el auto afuera de nuestra nueva casa. Es dos pisos, de mármol y muchas grandes ventanas corredizas, parece de vidrio y madera solamente. Es la casa perfecta y soñada de mi madre; elegante, grande, con patio trasero y delantero para colocar un jardín que adorne la pequeña fuente de piedras blancas que tiene afuera; acogedora, cálida y, sobre todo, en la residencia que siempre deseo. Lo cierto es que al vivir en un pueblo se es más sencillo ser de sociedad media-alta, sobre todo si tus abuelos son dueños de un castillo en Londres y tu madre vivía en Nueva York antes de embarazarse y venirse a un acogedor pueblo de Ohio.
El garaje de madera se abre y cuando entramos la puerta se cierra detrás nuestro. Salgo del auto y decido admirar esta área de la casa. Es espaciosa y entran dos autos y mi motocicleta; creo que será el auto de James que estacionará fuera cuando lleguen los recién casados. Aquí tiene el mismo estilo que afuera, hay dos estantes, una caja de herramientas color roja, un botiquín, gasolina de repuesto, llantas y mi casco-que nunca me pongo-.
—La señora Henderson vendrá en la mañana, todavía lleva sus cosas a su habitación. —dice James viendo el celular antes de desaparecer de mi campo de visión.
Al entrar a la casa el estilo cambia, el piso es de mármol, las paredes están de color de un naranja un tanto tostado, como él un atardecer; hay una mesa de vidrio alta en el centro siendo adornada por una planta que desconozco su nombre; no hay retratos pero si las fotografías más conocidas de mamá, un poco más atrás como si fuera otro apartado se encuentra la chimenea de ladrillos, con dos plantas grandes a los lados y arriba de la chimenea se encuentra una pantalla que de seguro eligió Carlos para ver los deportes; en este apartado están las fotografías que hemos hecho en estos tres años de relación que tuvieron nuestros padres; hay una mesa ratonera de vidrio y otra a lado de un sillón individual color café con una lampara a lado, aquí hay una ventana corrediza que abarca todo lo que debería ser una pared, esta da al jardín delantero. Son tres sofás color cafés. Salgo de este apartado y noto que además de la puerta principal hay otra que solo tiene que empujar, ha de ser la cocina. Y en el centro de toda esta sala las derechas escaleras que nos llevara a nuestras habitaciones parecen ser de vidrio, al pararte frente a ellas te muestran tu reflejo como un espejo.
Las subo y al llegar a la cima estas me muestran un pasillo largo, con una puerta color negro al final de este y cuatro más a los lados antes de llegar a este. Miro arriba y veo una compuerta que a de ser la que nos lleve al ático. Al mirar detrás hay otro vidrio que da hacia las otras casas. Sin duda de mi habitación no saldré mucho, me siento expuesta en esta casa.
Saco mi móvil y en mis notas veo que mis cosas deberían estar en la tercera habitación, frente a la de James. Entro y si, mi madre ha hecho que se acomode ya todo. Es como mi anterior habitación solamente que esta tiene un balcón. Mi cama KingZise, los trofeos es un estante, los libros en otro. Mi escritorio con mi Mac, una lampara, mis libros académicos, pinturas, marcadores, reglas, pinceles, etc. En las paredes hay banderas de Inglaterra y EUA. Esta la puerta hacia el baño y la de mi armario. Me quito el vestido y los tacones y me empiezo a deshacer el peinado y el maquillaje.
Cuando empiezo a buscar mi pijama para dejar de estar en ropa interior un escalofrío recorre mi espalda, volviendo consigo la sensación de ser observada. Me coloco rápido una bata y me giro hacia la ventana, se encuentra abierta y el viento frio del pueblo entra a la habitación. Me acerco a ella cautelosamente, salgo y me agarro del barandal del balcón, viendo a los lados y sintiendo el helado aire en mi rostro. Grito cuando una persona salta quedando frente mío. La reconocible risa masculina llena de burla me hace perder el miedo para que entre el enojo.
—¿Qué te pasa imbécil? —le pego en el pecho antes de entrar nuevamente.
La risa de Fred cesa mientras entra y cierra la ventana. Lo miro y el se coloca frente mío. Se relame los labios al mismo tiempo que toma las tiras de mi bata y cuando esta por tirar de ella alguien empieza a aporrear la puerta.
—Noah, ¿estás bien?, ¿Qué fue ese grito? —escucho los gritos de James del otro lado.
—Todo bien, solo que casi me resbalo. Descansa James. — escucho su afirmativa y después de unos segundos escucho su puerta cerrarse.
Fred enarca una ceja. A el nunca le agrado James, pero no es más que una estúpida pelea de testosterona.
—¿Qué haces aquí Fred?
—Tu madre a estas horas talvez está disfrutando, ¿Por qué no hacerlo también nosotros?
Y de un tirón desata mi bata, la quita de mis hombros y antes de que tenga tiempo de protestar se apodera de mis labios, tirándome a la cama y empezar con sus aceleradas y torpes caricias. Me empieza a meter mano y lo empujo.
—Vete, Fred, no estoy de ánimos esta noche.
—¡Vamos Noah!, solo ha sido una broma.
—Ni siquiera has ido a la boda de mi madre pedazo de escoria, además he dicho que no. Debes respetar un no.
Tomo la bata y me vuelvo a cubrir, Fred se levanta del colchón y resopla, pasándose la mano por el castaño cabello antes de mostrarse exasperado. Abriendo la ventana.
—No fui porque las bodas me aburren, además una de tus obligaciones como mi novia es que debes cumplirme en la cama.
Y salta del balcón.
Me acerco al balcón y antes de que este desaparezca le grito. El me mira desde abajo, le muestro el dedo corazón. El solo me sonríe sarcástico antes de saltar la pequeña cerca y desaparecer por la calle.
Imbécil de pacotilla...
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