Rencor.

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Lo siento, lo siento tanto ¿alguna vez podrás perdonarme la forma en la que te miento? Incluso lo hago cuando finjo querer tu perdón.

Para algunos las mayores decepciones son en el amor, para mí en la amistad. Bueno, no es amistad realmente, solo es algo cercano a dependencia u odio a la soledad. Según varios diccionarios de la biblioteca en los que meto mi nariz cuando mis "amigos" y yo vamos allí la amistad es "una relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre una persona y otra", entonces, lo que tengo no es una amistad ya que me faltan dos grandes factores: afecto y confianza. Puedo pasar mucho tiempo con el grupo de personas a las que llamo amigos así que diré que me simpatizan, pero no siento nada más allá de eso.

Y ahí están, sentadas en la mesa de siempre en la cafetería, dejando una silla para mí y hablando animadamente de sus clases del día.

Me acerco como ya es costumbre y tiro mi mochila en el suelo junto a la silla vacía para luego tirarme en ésta. Es aquí donde resalto el hecho de que mi costumbre de estar con éstas personas se volvió una dependencia, estar todo el día en el salón de clases por tantos años en la primaria me dejó sin otra elección que acostumbrarme a ellas y ahora en el ultimo año de secundaria me sigo preguntando por qué vuelvo a ésta estúpida mesa, lo que me deja concluir en que soy imbécil o dependiente, mi ego prefiere la segunda.

— Al fin te dignas a aparecer, pequeña basura.

Reprimo una mueca por el odioso apodo y en cambio suelto una risita que se me ha hecho fácil hacer natural con tanto tiempo de práctica.

— No todos tenemos ganas de dejar todas las investigaciones para casa, Jennie. — respondo suplantando en mi lengua la frase sugerida por mi mente "no es tu maldito problema, bastarda"

No, creo que no odio a Jennie, un poco de rencor no es odio ¿verdad?

A la izquierda Scarlet comienza a reír y Jennie rueda los ojos.

— Espero el día en el que aprendas algo de respeto, idiota. Hasta entonces no serás más que mi esclava personal como te gusta.

Otra risita sale de mi boca. Maldita imbécil.

Sello mi boca mientras los recuerdo regresan y aumentan mis ganas de clavar el tenedor con el que está comiendo en su lengua y halarlo para ver como las tiras de sangre invaden su boca y la desesperación sus ojos.

— Mariannette ¿que tanto ves a Jennie? — escucho preguntar a Jason.

— Jennie ¿Podemos ser amigas? — preguntó la pequeña Mariannette ofreciendo una flor a la niña nueva.

Jennie sonrió y tomó la flor.

—¡Por supuesto! — aceptó.

La pequeña Mariannette se alejó dando saltitos para regresar al salón y la pequeña Jennie esperó a verla desaparecer para tirar la flor al suelo y pisarla.

La pequeña Mariannette a la hora de la salida vio una flor idéntica a la que había regalado más temprano pisada en el mismo lugar donde Jennie la aceptó.

— Nada, sólo pensaba — respondí riendo.

Todos en la mesa lo dejaron pasar, no era primera vez que me quedaba viendo a alguno para luego responder eso.

Tres chicos y cuatro chicas sin incluirme son los que ocupan la mesa.

Jason, Jeremías y Charlie del lado derecho junto a Jennie. Scarlet, Miriam y Delly en el lado izquierdo junto a mí.

Ocho personas, no puedo ser la única que se imagina cómo matar a alguien de esa mesa y lo disfruta.

▪▪▪▪▪▪▪▪

Al fin el sucio día había acabado y el timbre sonaba más a gloria que a otra cosa.

No tendría que ver otro momento a esa bola de bastardos con los que me reúno en la cafetería para almorzar o eso me gustaba pensar aunque probablemente los encontrara reunidos en la puerta principal y tendría que despedirme.

Cerca de la gloriosa puerta para salir apareció la primera molestia.

— Wow, Mariannette, caminas como si te persiguieran —comentó Scarlet llegando a mi lado.

Sonrío.

— Es sólo porque tú caminas muy lento.

— Jennie tiene razón con lo del respeto, falta un poco en tu vida. — dijo negando como si de verdad estuviera decepcionada.

Un año menor, eso es todo y quieren que los trate como mis jefes.

No me esforce ni en reír.

Por suerte llegué a la puerta y me marché antes de que llegaran los otros 6 estorbos.

Ahora vamos con mi casa. Vivo sola desde hace medio año y no hay más paz en ningún lugar que la que siento ahí. Queda algo lejos del instituto en una zona algo laberíntica pero es más cómodo así, nunca debo ofrecer mi casa para hacer los trabajos en grupo, siempre hay alguien que vive más cerca de un lugar céntrico.

Tomo el mismo autobús de siempre, el que pasa a las 6 pm y me deja a una calle de mi apartamento.

El autobús está casi lleno cuando llega a la parada en la que estoy pero aún queda un puesto, son 30 minutos lo que tardo en llegar a mi destino y cuando lo hago el autobús ya se ha vaciado.

Camino la solitaria calle apurando el paso para que no caiga lo noche sobre mí.

Cuando llego a mi apartamento son las 6:40.

Tomo una ducha, me pongo una pijama y comienzo a preparar la cena mientras escucho algo de música e intento no pensar en mis ratos con los 7 idiotas.

Lamentablemente fallo.

— ¡Tus muñecas son hermosas! — exclamó la niña Mariannette saltando en la cama de su amiga con una muñeca en su mano.

— Ya lo sé — respondió Scarlet vagamente.

Mariannette ladeó su cabecita.

Scarlet ¿estas enferma? ¿Por qué no has querido jugar conmigo hoy?

Scarlet le dedicó una mala mirada.

— Hiciste molestar a Jennie hoy así que yo también estoy molesta.

La niña Mariannette quizo llorar pues Jennie se había molestado por no obtener el chocolate que comió Mariannette en el colegio (luego de exigirle a la menor que se lo diera) y ahora Scarlet también estaba molesta con ella.

Se sentó en la cama de su amiga a quien iba a visitar los miércoles en la tarde, dejó la muñeca a un lado y luego de ver al suelo unos minutos supo que no quería estar más allí.

Los padres de Scarlet regañaron a Scarlet cuando la niña Mariannette se acercó a ellos diciendo que quería irse a cada con ojos tristes.

Al siguiente día ni Jennie ni Scarlet le dirigieron la palabra.

Cuando acabo mi comida comienzo los pocos deberes que me quedan mientras mi mente viaja a través de lo relajante que sería abrir la tráquea de ciertas personas.

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