Puertas.

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Cuando abres una puerta otra se cierra. Lamentablemente puede que la puerta de salida sea la que desaparezca.

Deshacernos de la ropa y de los guantes fue lo más complicado.

Esterilizar las armas blancas y construir un pequeño fondo falso en el armario fue aburrido.

Pero tres días fueron suficientes para perfeccionar la coartada y dar el paso final: ir a casa de Miriam y preguntar inocentemente a sus padres porqué la chica no había asistido a clases los últimos días.

Sus expresiones preocupadas y confundidas tocaron mi corazón, pobres señores, no tenían la culpa de los pecados de su hija.

Luego de una conversación en la que les aclaré que yo no la había visto y de mostrarles los mensajes de nuestra conversación, aquella que era más falsa que mis lágrimas, tanto los padres de Miriam como yo decidimos ir a la policía.

Mi mente fue automáticamente configurada a un estado de amnesia temporal. Podía mentirme a mí misma y fingir olvidarlo, si lo olvidaba entonces yo no sabía nada, y si yo no sabía nada entonces llorar frente a los policías desconsoladamente no se vería falso.

De cualquier forma en ese preciso momento yo no sabía el paradero de mi gran amiga ¿verdad?

Obviamente fui la primera en ser interrogada.

Mi cerebro era tan bueno engañándose que por unos minutos realmente pude sentir la desesperación de una chica que ha perdido a su confidente y muere de preocupación. Mi garganta se cerraba y los sollozos se mezclaban con quebradizas palabras que respondían a las preguntas de los agentes policiales.

"¿Cuando fue la última vez que hablaron?"
"¿Cuando la viste por última vez?"
"¿Nos permites tu teléfono?"

Por supuesto que colaboré con todo.

El teléfono tenía llamadas salientes al de Miriam que, por supuesto, nunca fueron contestadas.

También había estado mandando mensajes que no fueron respondidos.

Toda mi fuerza de voluntad fue puesta en mantenerme en mi papel cuando llegó el momento en el que me preguntaron sobre la conversación del domingo en la cual hablábamos de lo que haría con su embarazo.

Cuando Jason llegó a recogerme a la estación, en su papel de mejor amigo recién salido de casa que se acababa de enterar del asunto, me lancé a llorar en su pecho.

Él me abrazó tan fuerte que de verdad se sintió reconfortante y seguro. Lo suficientemente seguro para permitirme dejar salir la pequeña sonrisa que había estado ocultando a lo largo de las ultimas 10 horas. Porque sí, hacer una denuncia de éste tipo suele ser un proceso largo y tedioso.

Por supuesto al día siguiente toda la escuela estaba enterada, por lo cual mi grupo de amigos y yo no dejamos de recibir preguntas de aquellos que querían información de primera mano sobre la chica desparecida.

La noche del jueves sucedió: encontraron la casa y el cadáver.

Para el fin de semana los padres de Miriam nos invitaron a una pequeña reunión en su casa para despedir a lo que quedaba de su hija, la cual tuvo que ser cremada al ser imposible velarla normalmente gracias al deplorable estado en el que acabó su cuerpo.

— ¿Este es muy negro? — preguntó Jason probándose el pantalón 82618261.

Hace una hora que estaba lista para asistir a la reunión en casa de Miriam, pero el hombre frente a mí no se decidía por "un buen tono de negro".

¡Todos los pantalones que se había probado eran igual de negros!

Por mi parte un vestido negro de manga larga que rozaba el suelo había sido mi primera y única opción. Parecía la parca, era el adecuado.

— Ese está bien, inútil ¿Que tal si nos vamos? — respondo harta de la situación.

Él verifica una vez más su reflejo para, por fin, asentir conforme.

— Sí, supongo que se nos hará un poco tarde si no nos vamos ahora.

— La reunión comenzó hace 10 minutos. — respondo cortante.

Tomamos un taxi a casa de Miriam mientras acordábamos nuevamente nuestra respuesta en caso de que alguien quisiera saber nuestra ubicación el día del crimen.

La misma que le dimos a la policía: visitábamos a la madre de Jason.

No era totalmente falso, habíamos ido el día anterior.

Para la fecha, 6 días después de la pequeña limpieza, habían interrogado a la mayoría de nuestro pequeño círculo social. Jason estaba más que feliz ¿por qué? Simple: Jeremías seguía detenido.

Al día siguiente de mi interrogatorio la policía solicitó a Jeremías ir a declarar. Al parecer nuestro amigo había entrado en pánico, sumado a no tener una coartada creíble ni testigos (para su mala suerte ese día fue a caminar solo por la ciudad) y que declarara estar enterado del embarazo de Miriam, las cosas se complicaron un poco para él. Que lamentable, solo hizo falta un mensaje de texto sobre él en mi teléfono para convertirlo en el principal sospechoso.

Entre otras cosas, los padres de Miriam estaban pasando dinero bajo la mesa a la policía para que pusiera más empeño en las investigaciones, era terrible que no hubiera ni una sola huella rastreable.

Los periódicos estuvieron hablando del tema por un rato, mientras unos decían que la policía era inútil otros decían que había sido un asesinato bien premeditado por algún psicópata.

Ofensivo. No eramos ningunos psicópatas. Cualquiera podía querer matar a alguien en alguna ocasión, esas cosas pasan, uno no puede controlar del todo los malos pensamientos.

— Luego de esto debemos hablar de un pequeño asunto... Digamos, tu parte del trato. — me susurra Jason mientras subimos los pequeños escalones hasta quedar frente a la casa de los padres de Miriam.

¿Que parte del trato?

Más importante, ¿por qué no recuerdo ningún trato?

Asiento levemente a la vez que toco el timbre de la casa. Nuevamente guardo mis dudas y me obligo a esperar el momento oportuno para las preguntas.

— Mariannette, que bueno que has podido venir. — saluda la señora Heilen, madre de Miriam, a la vez que se acerca para abrazarme.

— Sabe que no perdería mi última oportunidad para sentirme... Cerca de ella. — respondo al saludo fingiendo nostalgia.

Espero que esto no dure demasiado.

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