Confesiones

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¡Qué joder con los recuerdos que siempre vuelven!

¡Qué joder con los recuerdos que siempre vuelven!

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El último día de diciembre las cosas seguían igual de tristes para Igal. Había pasado la semana meditabundo y cabizbajo. Nada, al parecer, conseguía alegrarlo. Si algo faltaba, Adela escondía un secreto que no podía encubrir más. No quería ocultarle a Igal, pero no hallaba la ocasión ni la manera para decírselo. Cuando quería tener una conversación seria, algo se entrometía y terminaba evadiendo el diálogo. Adela estaba lista para regresar a Europa y quería ver a su cuñado en mejores condiciones antes de partir.

Fher también mostraba signos de preocupación. No sabía qué hacer con Igal y, a decir verdad, ni siquiera sabía por qué estaba nuevamente en su casa. Habían pasado cosas entre ellos. Tuvieron una hermosa relación en el pasado, pero eso había quedado atrás; tan atrás que hasta hubo un posterior romance suyo con alguien que prefería ocultar, casi en paralelo con el de Nacho y su ex.

Pero por alguna razón Fher siempre volvía. ¿Acaso se culpaba por romperle el corazón hace tiempo? ¿Estaba agradecido porque no fue abandonado cuando más precisaba? ¿O aún no encontraba su lugar en el mundo, y seguía teniendo los mismos problemas familiares que parecían sencillos de sortear si estaba con Igal? Por las razones que fuesen, Fher siempre volvía.

Al atardecer, el bambino atinó a llamar a Adela, quien había decidido empezar el año con su familia. Sería uno de los últimos momentos que tendría con ellos antes de volver a Londres, pero después de medianoche todos se reunirían en casa de Igal para brindar y salir de paseo por Resistencia. Fher proponía ir a Lola, una discoteca que quedaba a las afueras, y a Adela le parecía un buen plan. Quería relajarse y encontrar el modo de contarle a su cuñado sobre su partida.

—¿Estoy hablando con la muchacha más desopilante de Corrientes? —La voz del gurrumino sonaba encantadora.

—Ella misma habla, ¿acaso llama el gay más elegante de Formosa? —La perspicacia de Adela no se quedaba atrás.

Luego de intercambiar piropos y risotadas, los interlocutores decidieron encontrarse como habían planeado. Fher estaba al tanto de lo que Adela ocultaba e insistía en que no debía demorar en decírselo a Igal. Para amortiguar el impacto que la noticia podía generarle, al morocho se le ocurrió invitarlo a viajar con él a Formosa, pero quería conocer la opinión de la joven.

—¿Te parece que Igal va a querer regresar? —Dudaba la muchacha.

—Todos lo recuerdan con cariño. Incluso Mari-Pily y mi viejo llegaron a hacer buenas migas con él, después de todo.

—Puede ser buen momento porque no comenzará a trabajar hasta después de carnaval. Lo único que lo ataría es el tratamiento terapéutico que inició. Y la gata, claro.

—La terapia no tiene por qué abandonar. Tampoco nos iríamos muchos días. Creo que una semana, o a lo sumo diez días estaría bien. Será cuestión de reprogramar los turnos. —Fher no cejaba en su empeño.

Un tatuaje en la piel que dice Nacho - #HomoAmantes 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora