Recorriendo las calles del ayer

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Nuevamente un encuentro es un reencuentro

Nuevamente un encuentro es un reencuentro

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El Peugeot 308 doblaba la primera curva justo en la entrada de la ciudad, allí donde la Ruta 11 se transforma en Avenida Illia luego de cruzar Cabaña Punta Verde. Ya se veía la rotonda que habría de circunvalar para ingresar hacia la derecha por Gendarmería Nacional hasta Dr. Néstor Kirchner. Fue en ese preciso momento cuando sonó el celular de Fher y en la pantalla titiló el nombre «Érika».

—Estamos ingresando —respondía vivazmente el bambino—. En minutos más arribamos a lo de Ludo —cortaba.

—¿Son las chicas? —inquirió Igal, sin dejar de prestar atención al tránsito—. ¡Qué ansiosas deben estar! —Concluyó.

—Érika, Mecha y Ludo... Las tres nos aguardan. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que te vieron que no dan más de la emoción.

—Yo también pensé que nunca más volvería a verlas.

—¿Lo decís en serio? —Fher no esperaba esa respuesta.

—Sí. Aunque no estamos lejos, la vida fue poniendo una enorme distancia entre nosotros. Hay momentos en que duelen los recuerdos que tengo de esta hermosa ciudad.

—Pero también hemos sido muy felices acá.

—Sin lugar a duda. Me pregunto qué será de la vida de Juanma y Rafael.

—De Rafael sobre todo, ¿verdad? —Con un tono de ironía que parecían celos o reproches, respondía el muchachito.

—De ambos, tanto el pelirrojo como el pelilargo, fueron importantes en mi vida. A veces los extraño. Siento profundamente que no hayan podido conocer a Nacho.

—¿Nunca se te ocurrió traerlo con vos, aunque sea un par de días?

—¿Sabés qué pasa, Fher? Formosa me recuerda a vos. Sus calles, el calor de sus siestas, su costanera, el mirador... Todo tiene tu perfume, todo te nombra, incluso los momentos difíciles que vivimos, cuando Ruth nos hacía la vida imposible —sentenciaba.

—No es motivo para que no lo trajeras. Además, él y yo éramos buenos amigos. No iba a celar de mí, o de los lugares que fueron nuestros en esta ciudad.

—Es cierto, pero vos te habías vuelto y me quedé solo. Retomaste tu vida; mal o bien, regresaste a tu mundo. Yo no quería volver con otra pareja al sitio que todos recordaban como nuestro y, sobre todo, no sabía qué caras iban a poner Ludo y los chicos.

—Me parece una idiotez, pero te respeto. —Era sincero.

—Puede que tengas razón, pero eso me sucedía. —Igal también pensaba que era una excusa tonta, pero no mentía. Era respetuoso de su pasado y de la historia compartida con el gurrumino.

Al llegar a la esquina del hospital Perón, esperó el cambio de semáforo y dobló hacia su derecha tomando la avenida Pantaleón Gómez para subir por Maipú hasta la calle San Martín. Estaban tan cerca del viejo club y de la costanera que una lágrima inesperada comenzó a rodar por las mejillas de ambos. Fue lágrima compartida. Fher también sollozaba.

Un tatuaje en la piel que dice Nacho - #HomoAmantes 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora