4- Silencio.

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Había algo en el agua que le fascinaba. Era tal vez su textura, o mas bien la ausencia de la misma, la que la hacia tan interesante. Como se deslizaba entre sus dedos y como se hundía en ella, envuelto en una manta espesa y a la vez ligera de sustancia sin color, sin olor, sin sabor. Pero a veces le aterrorizaba. Sentía miedo de su profundidad y de su silencio. De las delgadas líneas que la dibujaban pero de lo fuerte y poderosa que podía llegar a ser. Miedo a la soledad y miedo a enfrentarse a uno mismo completamente solo.

Ese día era una de esas veces y tuvo que girar la cabeza para no mirar directamente a la piscina, y en especial a lo que flotaba en ella.

-Ya hemos terminado.

Dicker le observaba fijamente así que tuvo que disimular su expresión y devolverle la mirada.

-Es increíble la habilidad con la que dices cosas completamente evidentes.

Dicker movió una ceja.

-¿Qué mosca te ha picado?

-Nada, vayámonos cuanto antes.

Movió su capa y se ajustó la capucha. Se encontraban en un chalet cercano a la costa, rodeado de bosque. La luz de un faro cercano les alumbraba cada aproximadamente veinte segundos y esto hacía que el humor de Zev empeorase cada vez mas. No le gustaban las luces fuertes y por eso trabajaba única y exclusivamente por la noche. Chasqueó la lengua disgustado, esta no estaba siendo su noche. 

Guardó la guadaña en su funda y dirigió una última mirada al cadáver. Era un hombre de una mediana edad, entrado en carnes y con una calva incipiente en la parte trasera de su cabeza. Vestía un bañador verde con un cordel azul para ajustarlo a la cintura y una pulsera de cuero marrón. La causa de muerte había sido ahogo, o por lo menos eso era lo que debía ser. Este hombre de apariencia normal casi había burlado a la muerte.

-¿Alguna vez has pensado que si La Muerte hiciera bien su trabajo el nuestro desaparecería?

Dicker tenía la mala costumbre de reflexionar en voz alta y Zev no estaba de humor para soportarlo. Aunque si se paraba a pensar, casi nunca le soportaba.

-No me hagas preguntarme porque sigues estando en mi equipo.

-Oh, no hace falta que te molestes, te respondo aquí y ahora.

Dicker sacó de uno de los enormes bolsillos que adornaban su capa una esfera de color naranja.

-Me necesitas para salir de aquí.

Dicho esto, con una fuerte sacudida, lanzó con fuerza la esfera y esta se estrelló contra una pared cercana que daba a una ducha exterior. Se frotó lentamente las manos mientras murmuraba palabras en un idioma desconocido. La mancha naranja que había dejado la esfera comenzó a extenderse formando poco a poco una circunferencia perfecta. Dicker separó sus manos y dibujó un círculo en el aire. La mancha brilló y un destello blanco cegó a los dos por unos instantes.

Dicker se secó el sudor de la frente y sonrió. Zev lanzó una única carjada.

-Que poca clase. -Murmuró este último antes de meterse en el portal.

Entrecerró los ojos para acostumbrarse a la luz y volvió a abrirlos cuando pisó baldosas blancas de mármol. Una familiar sensación de angustia recorrió su garganta, pero Zev se irguió y miró atentamente a la sala en la que había aterrizado.

-Bueno yo me voy.-Dijo Dicker.- Nos vemos en clase.

Zev susurró una despedida y Dicker se alejó caminando relajado hacia un largo pasillo a la izquierda. Era demasiado alto y su capa dejaba al descubierto parte de sus tobillos. Era curioso pensar que fuera experto en magia de portales, ya que la mayoría de segadores que se dedicaban a rutas de escape estaban por debajo de la media en cuanto a altura se refiere. Pero contra todas las expectativas, estaba entre los tres mejores de su promoción y por eso le estaba permitido participar en misiones al lado de Zev.

La última adivina [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora