Capítulo 3

178 10 0
                                    

-¡Mamá! ¿Tienes todo? -pregunté agarrando mi mochila para dirigirnos al hospital.

-Sí mi amor, tranquila. -contestó.

-¿Segura?, ¿no te olvidas de nada? -pregunté.

-Sí Emilia. Pareces más la madre que yo. -dijo y rió.

Pocos minutos después nos encontrábamos subiendo al taxi que nos llevaría al hospital.
En cuanto llegamos, se dedicaron a hacerle los tratamientos a mi madre mientras yo me quedaba esperándola.

Rúrik: Estoy perdido en el hospital. Primer piso. Send help.

Emilia: Rúrik, te dije que en el quinto piso.

Rúrik: ¡No me lo dijiste!

Emilia: ¡Lo hice Rúrik!

Rúrik: Ven a buscarme, no sé por donde salir y me van a ver.

Emilia: En camino, quédate ahí.

Después de esto, me dirigí en busca del islandés. Bajé hasta el primer piso por el ascensor y caminé por un par de pasillos, se me hacía difícil de encontrarlo, pues de verdad que el hospital era muy grande y habían demasiados pasillos.
De repente, alguien me agarra del brazo y tira de él empujándome hacia el ascensor.

-Viniste a encontrarme, pero yo lo hice primero. -dijo Rúrik riendo con mi mano agarrada.

-Rúrik, me asustaste. -dije poniendo mi mano libre sobre mi corazón.

Él soltó mi mano para apretar el botón del ascensor que nos llevaría al quinto piso.

Después de unos segundos, ambos sentimos como el ascensor se detuvo. Inmediatamente nos miramos.

-No te preocupes, suele pasar. -le dije despreocupada.

Y era verdad que se solía romper, el edificio era algo viejo y no recibía el mantenimiento adecuado.
Varias veces me había quedado encerrada, pero esta vez me encontraba con él y eso me ponía algo nerviosa.

-Bien.-dijo sentándose en el piso.

Toqué el botón de emergencia del ascensor, para que alguien lo destrabara. Después de esto, me senté al lado de Rúrik.

-¿Tienes novio? -preguntó sin más. Y tras esto me quedé sorprendida.

Rúrik Gíslason, el famoso futbolista islandés preguntándome si tenía novio. Aunque claro, eso no tenía por qué significar nada, supongo que sólo quería mostrarse amigable.

O quizás no.

-No, ¿y tú? -le pregunté.

-Tampoco. -dijo, e hizo una pausa.- Me encanta esta ciudad, y sobre todo la privacidad que tengo, hacía bastante tiempo que no me encontraba así. -dijo rápidamente cambiando de tema.

-Es muy linda sí... -dije.

-Al igual que tú lo eres. -me dijo e inmediatamente mis mejillas tomaron color.

No esperaba que me dijera algo así, ¿quién lo haría? Estoy segura de que ha visto a las mejores modelos y chicas muy lindas, pero sin embargo me lo dijo a mí.

Y lo peor, era que no sabía qué decirle ante eso.
Así que opté por no decir nada, ya que que si fuera a decir algo seguramente iba a quedar como una estúpida tartamudeando.

-Perdón, no quise incomodarte Emilia, ni tampoco quiero que pienses cosas que no son. -hizo una pausa y suspiró.- Simplemente no veo lo malo de decirle a alguien lo lindo que es físicamente y también por la forma de ser, creo que todos merecemos oír eso alguna vez. -dijo.

Si antes me había dejado sin palabras, imagínense que ahora lo había hecho nuevamente. De alguna forma, sus palabras "tampoco quiero que pienses cosas que no son" me dolieron.
Traté de decir lo primero que se me viniera a la mente, no quería que terminara hablando solo. Debía admitir que era tímida para afrontar este tipo de situaciones, y eso en parte era porque nunca había estado en una así.

-Tú también lo eres, Rúrik Gíslason. -dije mirándolo.- Lo serías aún más si no fuera por esa capucha. -dije en tono de broma, refiriéndome a la capucha de su campera, la cual utilizaba para que no lo reconocieran.

Y siendo honesta, no sabía de dónde había sacado las fuerzas para decir aquello.

Pude notar como una sonrisa se formaba en su rostro, y sus ojos azules me miraban fijamente.
Sin dejar de hacerlo, dirigió sus dos manos a su capucha y con ellas la bajó, dejando ver su hermosa melena rubia.

De repente, el ascensor se empezó a mover, cortando con la situación que se había generado.

Maldito ascensor, pensé.

Rúrik se subió la capucha nuevamente, y después de unos segundos el ascensor frenó. Detrás de la puerta se encontraba un auxiliar de servicio, que miró a Rúrik con el ceño fruncido.
Y antes que pudiera decir algo (o que se diera cuenta de quién tenía enfrente), le hice una seña a Rúrik para que me siguiera.

Entramos a la sala donde se encontraba mi madre, quien se encontraba recostada en una camilla y se dio la vuelta inmediatamente cuando la puerta se abrió.

-¿Cómo estás, mamá? -le pregunté acercándome a su lado.

-Estoy... bien. -dijo confundida mirando a Rúrik, quien la miraba detrás de mí.

-Oh, mamá... Él es Rúrik, un amigo. -dije medio señalando al rubio. -Rúrik, ella es mi madre, Siena.

-Es todo un placer. -dijo Rúrik besando la mano de mi madre.

-El placer es mío, querido. -respondió ella.

En eso, apareció el señor Hund, quien había sido el doctor de mi madre por años.

-Hola linda, ¿como estás? -dijo saludándome.- necesitó hablar contigo.

Tras eso, me dirigí con él hacia la oficina, mientras Rúrik se quedaba con mi madre.

-Verás Emilia...-comenzó a decir.- los estudios indican que el cáncer no ha avanzado, aún así, no han habido mejoras. Deberá seguir controlándose y tomando los medicamentos correspondientes, como ya sabrás, no podemos hacer que desaparezca porque a esta altura no lo podemos hacer. -hizo una pausa.- pero sí podemos hacer que se enlentezca.

No dije nada, sólo me quedé mirando al doctor por unos segundos, intentando que lo que había dicho (sobretodo la última parte) entrara en mi cabeza.

-Ella es una mujer fuerte, y sé que trata de luchar por ti, Emilia. -me dijo.

-Está bien. Muchas gracias señor Hund. -dije para luego salir de la oficina y dirigirme con mi madre.

Al entrar en la sala nuevamente noté las miradas de ambos sobre mí, como esperando que dijera algo.

Algo que no iba a decir.

Famous (Rúrik Gíslason)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora