-Capítulo 31- Enojo Infundado.

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-Rex-

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-Rex-

Escucho un pitido ensordecedor en medio del silencio y la oscuridad que nubla mi mente. De a poco, voy recuperando la fuerza en mis párpados tanto como mi cuerpo entero comienza a sentir el peso de este por aquella posición incómoda en la que debo haber permanecido mucho tiempo.

—Mmm... —suelto un quejido, intentando aliviar la presión que ejerce la soga en mis manos maniatadas, parpadeando varias veces para aclarar la visión.

—Ni te molestes, solo terminarás irritando la piel de tus muñecas en vano —la voz de Cecilia hace eco en el lugar—. Estás atado a una columna de soporte, comenzarás a sangrar antes de lograr librarte.

Al abrir los ojos, observo con horror la habitación desolada y sin ventanas. Paredes de concreto agrietadas, un techo alto y descuidado —que podría ceder en cualquier momento—, una pequeña mesa de madera y en el centro la única fuente de luz en este chiquero, una pequeña lámpara a gas. Mis ojos recorren con dificultad cada detalle en busca de una explicación mientras mi mente lucha con el dolor punzante detrás de mi cabeza e intenta recordar lo sucedido horas atrás.

Porque debían ser horas y no días, ¿cierto?

Dejo de intentar liberar mis manos y suspiro resignado.

—Quizá llevemos aquí doce o trece horas, ya perdí la cuenta —la voz de la chica me obliga a buscar sus ojos.

A diferencia de mí, está al otro lado de la habitación atada en una silla de pies y manos con esa cinta ploma imposible de cortar si no es con algo muy filoso. La poca luz hace que por un segundo confunda sus facciones.

Frunzo el ceño y entorno los ojos con sorpresa, la mirada agotada de Cecilia y su rostro lleno de moretones hace que mi pecho se retuerza con molestia. Mis ojos estudian las marcas que parecen haber sido dibujadas con brusquedad en su fina piel, sin poder controlar mis emociones, siento todos mis músculos tensarse.

Su labio inferior partido, la mejilla izquierda llena de pequeños cortes, la aparente hinchazón en su otro pómulo y el rastro de sangre seca que recorre del inicio de su cuero cabelludo hasta terminar en su barbilla.

—¿Qué diablos te hicieron? —aprieto la mandíbula sintiendo mi sangre calentarse ante la repentina ira que va creciendo en mi interior.

—Cosas —responde dándome una sonrisa débil que no logra llegar a sus ojos—. Descuida, nada que merezca la pena mencionar.

—¿Qué? —bufo, mi paciencia se había disipado tan rápido como había visto la situación. Todo esto era una jodida mierda.

Iba a matarlos, cuando saliera de aquí me encargaría de que cada uno de sus cuerpos fueran imposibles de reconocer.

—Tenemos que escapar Rex, así que por favor no hagas o digas ninguna tontería que empeore las cosas —niega apenas, antes de cerrar un ojo y soltar alguna que otra palabrota—. Maldita sea, la cabeza me está matando.

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⏰ Última actualización: Dec 15, 2021 ⏰

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ANGEL GUARDIAN© #PGP2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora