¿Renunciar o no?

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Debo confesarte algo, querido diario.
Y es que te he dejado abandonado porque quería renunciar.
Me cansé de que me vieran como una cara bonita con la que pueden jugar cuantas veces se les de la gana sin tener castigo a cambio.
Así que tomé una decisión.

Por más que quisiera a la persona que estuviera a mi lado, la dejaría. Y no es una decisión que fuera a tomar a la ligera....es solo que...yo estoy cansada de dar todo de mi parte. Salir a buscar el amor en lugar de esperar que toque mi puerta...(a veces si toca mi puerta, literal). Daba todo de mí sin esperar nada a cambio, aunque sí. La verdad es que sí quería a cambio al menos algo del amor que suelo dar. Pero la gente es egoísta y prefieren guardarse todo lo que sienten a compartirlo con la única persona que saben que estará ahí para ustedes.

Llega un punto en esa relación en la que te quiebras. Y si no está ahí para sostenerte entonces no piedras el tiempo, como yo.

Conocí a un chico. Bueno, no era un chico. Era un hombre, y si conocen a Chris Evans entonces sabrán de lo que hablo cuando digo que se parecía a él.

Oh, diario—La diosa escribió corazones al rededor de diario—. Era tan guapo cuando lo vi. Caminaba como si fuera dueño del edificio de abogados, si me preguntan que hacia ahí era para pedir la demanda de divorcio con Hefesto.

[Flashback]

—¿Qué estás haciendo, Afrodita?
—Estoy viendo una película..
¿Quieres verla conmigo?
—Lo que realmente quiero es a ti sobre mí. Hace mucho tiempo que no lo hacemos. Así que levantate y cumpleme.

Se quedó en shock. La diosa nunca había visto a su marido de esa manera, al menos no desde sus primeras nupcias. El nerviosismo que la recorrió cuando terminó de hablar el dios solo podía compararse con el nerviosismo que sentía cuando veía un filme de terror.
Sus pupilas se dilataron cuando sintieron las fuertes manos del dios levantarla.

—¡Sueltame, Festo! ¿Qué te pasa?
—¿Qué me pasa? Me he enterado.
—¿Qué?

Estaba confundida. Ella no había hecho nada malo, y estaba muy segura de que de lo que hablaba era algo tan malo que le sacó de sus casillas.

—Me enteré que fuiste a ver a un abogado para pedir nuestro divorcio. Los dioses no se divorcian. Eres mía.

Cada palabra que emitió se sentía como si retumbara en el cuerpo de la deidad. Él la cargó como princesa mientras caminaban a su habitación, la que compartían.

—¡Cómo no quieres que pida tal cosa si te has vuelto un salvaje!
—¡Paso horas en la fragua para darle lo mejor a  mis hijos y a ti!
—¿Tus hijos?

La diosa explotó. No podía creer que se diera toda la paternidad a si mismo. El dios, a esas alturas de la discusión, la aventó sobre la cama. Y la diosa furiosa le lanzó un cojín. O varios, porque cuando quiso tomar otro no encontró municiones.

—Afrodita, como me sigas lanzando cojines...
—¡Pues ya no tengo! ¡Son también mis hijos!
Te dije hasta el cansancio —Para estas alturas la diosa ya tenía pequeñas lágrimas resbalando por sus mejillas— que no me importaban las joyas, ya no. Solo quería una familia, y estábamos todos muy bien...y entonces...entonces pasó el accidente.
—Siempre lloras para alejar tus problemas. El accidente solo fue porque te estaba preparando una hermosa pulsera de oro y diamantes tan cambiantes como tus ojos y explotó. Nada malo pasó, son tus alucinaciones.
—Dices que nada malo pasó, pero mira cómo estás tratándome ¡Soy tu mujer!
—Tú error es creer que no debes cumplirme. E irte por ahí a coquetear.
—¡No coquetee con nadie!
—Yo vi otra cosa.
—¿Me espías?
—....
—Eres un enfermo.
—Lo dice la ninfómana.

Hefesto se acercó a la deidad como si de una presa se tratase. Ella era una gacela y él era un león hambriento. Era verdad que en varios meses después del accidente, la diosa se había distanciado. Y es que esto sólo era una fase de su amado esposo, diario la acusaba de haberse acostado con otros, mortales o dioses la diferencia era poca. Se quejaba por todo, hasta por los vestidos que usaba. A veces en sus arranques de ira destruía bastantes cosas De la casa por no decir que las paredes de la misma.
El jardín que tenía no servía de mucha escapatoria. Y solo había evitado estos momentos con un té especial que le recomendó su hija serpiente, Harmonia. Justo esta noche había olvidado dárselo.
La diosa lo pateó tan fuerte como pudo, pero no sirvió de nada. Una diosa menuda y hermosa contra un hombre que trabaja en una fragua, pesado, alto. Las posibilidades de evitar la acción del contrario eran nulas.
Y gritó. Gritó aunque sabía que nadie iba a rescatarla mientras se llevaban un poquito de su dignidad.

En algún momento de la noche, el llanto de la hermosa diosa era lo único que se escuchaba, al lado de un dios que dormía con tranquilidad.
Lo maldijo mil veces antes de tomar el cuchillo de oro celestial que tenía bajo su almohada. Quería encajarselo a él, justo en el pecho. Sin embargo, lo que hizo fue encajarselo a ella misma.
Quería morirse.
Ninguna persona en la Tierra merece lo que le pasó.

—Días después

—¡Mamá!
—Isabelle...
—Mamá, disculpanos por no haberte ayudado. Estábamos muy preocupados por ti.
—No tienen por qué, pequeña Amélie.
—Madre, te aseguro que padre no volverá a molestarte.
—Mi niño...no saben cuánto los amo a los tres.

Ahí estaban tres de sus muchos tesoros. Los tres los había tenido con Hefesto, y los había criado hasta que tomaron sus caminos en la vida. Amélie era rebelde y se había ido a viajar por el mundo. Isabelle amaba la historia y había viajado para investigar. Athan era muy serio, pero igual se había marchado a hacer lo que le gustaba. Ser un muchacho skater.
¿Dónde estaba ella? La confusión se hizo presente en la deidad. Y cuando quiso levantarse sintió el dolor en su pecho. Un constante recuerdo de lo que le había pasado ¿ayer? Abrió los ojos...¿no los había abierto ya?

—Querida Dita, me alegra mucho que despertaras. Cuando mi hermano te trajo al palacio creí que no volverías a abrir los ojos.
—¿Apolo?
—Duraste días en esa cama
—¿Mis hijos estuvieron aquí?
—Oh, sí. Tres lindas criaturas. Te desmayaste y luego entraron en pánico, son tan dramáticos como tú. Tuve que echarlos a tu palacio para que me dejaran trabajar.
—Suenas como el presentador de ese programa de Dragg ¿cómo era? Olvidalo. Siento que la cabeza me estalla.
—Lo sé, pero dejarás de sentirlo en un par de días.
—No puedo volver con él.
—¿Por...?
—Preguntas lo obvio ¿o es que me vistió para traerme?

[Fin del flashback]

Así  que aquí estoy ahora, escribiéndote sobre el abogado, con el que estuve saliendo después de que me recuperé. Sin embargo la cicatriz que dejó aquella noche en mi pecho, la llevaré por siempre en mi corazón, porque en mi piel se ve horrible.
El abogado se llama Even, un nombre muy extraño para un hombre. —Suspiró miemtras pensaba qué iba a escribir—
Luego contaré cómo era nuestra relación, que no se podría comprar a la que tuve con otros hombres.
Esta fue una relación pasional, que dejé porque como dije al incio de estas páginas, él no me valoró lo suficiente. Al parecer los humanos no notan cuando están saliendo con dioses y nos tratan como simples mortales.
¿Acaso no ven mis ojos?
¿Todo el mundo puede cambiar su color de iris así como así?
Que me digan el secreto para dejar de sentirme especial.

Diario, prometo que intentaré no dejarte abandonado.
Ha sido una noche llena de recuerdos...que preferiría...—Bostezó antes de estirarse más en la cama y quedarse dormida.

Empezó su sueño en una gran torre como la de Rapunzel, pero esta era custodiada por un gran ogro lleno de cicatrices. El otro no era verde o blanco como los otros, este se parecía a Hefesto. Y dicho ogro no la dejaba salir de la torre.
Fue una pesadilla.
De la que todavía no sabía cómo escapar.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2018 ⏰

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