Capítulo XXIV

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*Narra Antony *

Era otro día normal y corriente, me encontraba irritado y molesto. Que gran descripción ¿No? En estos últimos meses me la había pasado pensando sobre diversas cosas, ¿Qué habría pasado con aquella persona? Sin duda recordaba la última vez que la había visto, pero también recordaba aquella otra voz molesta, ¿Quién era ese prometido?, ¿Por qué estaba con ella? A pesar de todo aquello, había obedecido sus órdenes, decirle al padre de Emily que estaba bien, sin embargo, había sido molesto el tener que decirle que estaba con su prometido, suspire colocando dos dedos sobre mis ojos cansados.

Su padre, el señor Thomson, me había comentado sobre su dichoso prometido, por lo cual me había dicho de igual manera que no me preocupara. Me recargue sobre el respaldo de la silla mirando el blanco techo. Inicialmente había regresado de mi viaje para convencer al padre de Emily que cancelara este absurdo compromiso, que haya desaparecido Emily había sido beneficioso para convencer a su padre con mayor facilidad, pero no esperaba que realmente lo hiciera. Suspire dejando mis pensamientos de lado, según el padre de Emily, quien debería estar ayudando con la empresa era ese prometido, pero como todavía no se habían casado, tenía más obligación con su empresa de familia. Mire nuevamente el ordenador frustrado, al parecer el señor Thomson ya era demasiado mayor para seguir con estos negocios y le era difícil seguir el ritmo.

Comencé a revisar unos documentos que se encontraban sobre el escritorio. Al parecer el padre de Emily si había cancelado el compromiso de Emily, y de igual forma no estaba preocupado debido a que se había ido a trabajar a otro lugar con una muy buena oferta. Realmente no creía eso, pero no podía decirle ya que se comenzaría a preocupar. Por ende, me había ofrecido como voluntario a ayudarlo, por lo menos hasta que Emily regresara de viaje, bufé para mis adentros mirando la nota — ¿Es enserio? Una reunión para las empresas — Tome mi celular marcando un número.

— ¿Hola? —

— Señor, buenas tardes, me comunicaba para informarle sobre una reunión, a la cual están invitados todos los socios más importes, claro está, necesitan ir con un acompañante —

— Ya veo, ¿Dónde será la reunión? —

Revise el correo buscando dicha información para contestarle — En Nueva York, señor — Escuche como una pequeña risa y un suspiro, eran la respuesta de aquella persona.

— Nueva York, la ciudad del amor —

— Pensé que esa era París — Solté confundido ante su respuesta.

— Para mí fue ese lugar. En el cual conocí al amor de mi vida, con la que me casé y tuve una hermosa familia, Antony, la ciudad del amor no es la que todos llaman como tal, sino, en la que conoces a tu verdadero amor —

Sonreí un poco para mis adentro ante aquellas palabras, sin duda en algo estaba de acuerdo con él ¿Por qué todos quieren ir a París? Si a cualquier lado, lugar, continente, como sea ¿Puedes encontrar a alguien que sacara lo mejor de ti como persona? Alguien que te complementara, que entiende el cómo te sientes, alguien que no te abandone, que permanezca contigo en las buenas y en las malar, que te dé su apoyo sin esperar algo a cambio, suspire cansado, aunque claro está, que eso es más difícil de hacer, ya que muchas personas se dejan llevar por personas que solo las engañan y usan, personas que solo las lastiman, se necesita ser muy audaz para no dejarse llevar y encontrar a la persona correcta, pero bueno, eso es algo que a mí no me incumbe. Me recosté sobre el respaldo de la silla nuevamente.

— ¿Y entonces? —

Parpadee confundido ante aquella voz, ¿No había terminado la llamada? — ¿Disculpe? — Escuche como la otra persona soltaba un largo suspiro de resignación.

— Ya decía yo que te habías perdido, nada, que iremos a esa reunión —

— Esta, bien — Susurré viendo como en la pantalla de mi celular aparecía la palabra "Llamada finalizada" al parecer, tendría que ir a Nueva York, no algo tan satisfactorio para mí, debido a que como había pensado anteriormente, yo fui una de aquellas personas, la que solo enamoro o busco aventuras pasajeras. Me reincorporé en la silla, claro está que yo nunca les dije que quería algo serio, fruncí un poco el ceño, recordar a todas aquellas mujeres unas mejores que otras ¿Aun guardarían rencor contra mí?, ¿Se acordarían de mí? No lo creía, a pesar de haber dejado todas aquellas aventuras atrás, me era irresistible el apreciar todas las cualidades de cada mujer. Eran como un manojo de bellas flores, que con cualquier mínimo desorden podrían salir heridas, bufé resignado, o eso pensaba hasta que conocí a una en especial, una que no se dejó llevar tan fácilmente por mis encantos y solo se limitó a ofrecerme su amistad, pero claro estas, fue hace años.

Matrimonio ArregladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora