❀ Experiencia estética ❀Cuando la cinta llega a su fin, el incendio crepuscular suspira. Prolongado silencio; a lo lejos, el trinar de las aves. Un aliento tibio con el aroma de la primavera se cuela por la ventana y alza las cortinas de encaje. Qué calor hace, aun cuando yazgo sentada en el suelo. Mientras existo en el instante, aparentemente trivial, ignoro que la imagen fantasmagórica de esta tarde en soledad quedará grabada en mi espíritu como el inicio de mis propias llamaradas. Las cigarras chirrían. Una polilla se adentra y rebota contra el cristal. Inhalo. Qué hermosa película he visto recién. Ambas mujeres eran el ensueño: altas, delgadas, de finura europea... y los violines, y los besos... la escena de amor. ¡Oh, la escena de amor! Rubor. Una corazonada.
Mientras retiro la cinta del VHS, mis pensamientos dispersos me traicionan.
Pienso, por ejemplo, en la sensación al recostarme en el regazo de Liz y jugar con su faldita. También evoco el aroma de Sebastián y su silueta a contraluz en el salón de clases. De alguna forma... la fiebre en el pecho es la misma. Entonces me percato: ¿es posible el palpitar por ambas figuras? Qué ingenua soy. No, es solo que me resulta muy extraño. Guardo la película, debo devolvérsela al abuelo antes de que note su ausencia. Para una niña como yo, esta forma de belleza aún debería censurarse.
Me estiro. Las flores de mi camisón hacen juego con las del jardín, lo noto ante el espejo. Avanzo descalza hacia la cocina y muerdo un durazno carnoso. Estoy inspirada; creo ver los colores más brillantes del mundo. Creo andar más ligera, como si tuviese una capa de piel menos; más sensible, más quebradiza ante los artificios que aún no reconozco como arte pero que, aun en mi ignorancia, me conmueven.
Así me siento en el alféizar del modesto jardín que da a la ventana de mi habitación, y escribo mis ideas en una libretita de hojas amarillentas con olor a humedad. Río mientras lo hago. Me sonrojo también. Cuento catorce años mientras mis ojos comienzan a abrirse en tonos como la miel. Deberé cuidarme de las abejas, ¿verdad?
Cuando mamá llega, rindo cuentas y finjo que nada ha ocurrido. No obstante, yo sé que no es así. En mí vive una revolución, un florecer violento de rosas maduras. Bajo el almohadón de plumas yace un secreto en tinta que solo yo conozco. Me gustan los filmes franceses, los poemas y los relatos de misterio oriental; es por ello que anhelo construir con mis dedos y corazón una obra propia, aunque sea en manuscrito. Sin bases, sin fundamentos, solo con el anhelo febril de un alma adolescente; solo para satisfacer mis propios deseos impalpables.
Me duermo pensando en los tablones azules de la falda de mi amiga, en la nuca rizada del compañero, y en cómo trasladarlos al papel.
Además, por supuesto, nunca falta la figura difusa del ensueño.
Mañana le veré.
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Sobre el despertar de la sensibilidad
Historia CortaCristina, una jovencita precoz de profunda viveza emocional, se declara inspirada por la belleza misteriosa de Eli. Aquella silueta de cuello largo y cabellos purpúreos bajo el sol representa el origen del misterio desde que es incapaz de identifica...