Capítulo 2: Estúpido compañero.

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La voz de Edward hizo que me despertará. Cerré los ojos una vez que los abrí debido a la luz del Sol. Minutos despúes los abrí de nuevo y pudí ver que ya habíamos llegado. Quité mis auriculorales y los doble junto a mi móvil y los guardé en mi bolsillo trasero.

“La bahía” ponía en un cartel bien grande, el internado no estaba tan mal. Era grande comparado con mi anterior instituto, tenía dos columnas de color blanco y una puerta en medio con el cartel ese. Me gusta la entrada. Ayudé a Edwardo a bajar mis maletas y llevar algunas de ella, pues tenía cuatro maletas y un bolsillo donde llevaba mis cosas. Edwardo abrió la puerta de metal de color gris y entramos. En los dos lados había una gran jardín con muchos flores de todo tipo, y algunos que otros árboles y despúes en el medio estaba el edificio. Era de color beige, entramos a dentro y ahí si que me quedé flipada. Era inmenso por dentro, sus paredes eran de color blanco y había muchos pisos. Edwardo, me llevó hasta mi nueva habitación, “334” ponía ahí con un cartel de metal, le agradecí con un leve “Muchas gracias, Edwardo” y una sonrisa. Normalmente, no soy amable con la gente desconocida, pero tampoco quiero que lleven un mal ejemplo de mi. Tal vez, soy grosera, borde y mucho más, pero si te tengo confianza soy muy amable.

Por favor, Dioses del Universo espero que mi compañera de clase no será una barbie, os lo suplico.

Entré a mi respectica habitación y sí antes estaba asombrada como era el internado, ahora ni me quiero imaginar mi cara al ver esto. ¡Era como yo quería! Era grande, tenía dos camas, dos escritorios, dos armarios y un baño incluido. Y las paredes eran de color blanco. Empecé a colocar mis cosas y una vez que terminé me senté en mi cómoda cama. La puerta se abrió y un chico alto, pelo marron oscuro y ojos oscuros entro, se me quedó mirando de arriba a abajo y sonrió divertido.

Un ruido llamó nuestra atención. La lámpara que estaba encima de la mesita de la noche calló haciendo que la bombilla se hiciera añicos. Dejé mirar y me concentre en… el chico sin nombre.

—Me dijieron que iba a tener una nueva compañera, pero no me dijieron que era tan sexy.—dijó cerrando la puerta. ¿Lo de compañera se refería a mi? ¿Este mono de feria barata es mi compañero? ¿Tanto el karma está contra mi?

—Hola.—saludé ignorándo lo anterior. Mis padres habían dicho que me iba a quedar tres meses aquí como castigo de lo que hacía en el instituto y en mis planes no quería quedar toda mi vida aquí por un gilipollas como el que tengo adelante.—Soy Cristina, ¿y tú?

—Abraham, Brian para ti preciosa.—dijó guiñandome un ojo y sonriendo.

—Bien, Abraham.—empecé a decir.—Vuelve a coquetear conmigo y juro que no te dejaré ningún organo para que follarás a tus zorras, ¿entendistes?—su sonrisa aumento más y me dieron ganas de arancarsela. Relája Cris.—No quiero llevarnos mal tampoco bien.

—Díficil, me gusta.—comentó con una sonrisa traviesa en su rostro. Estúpido compañero.

Este capítulo está totalmente editado.

Un encuentro. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora