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                 comenzamos

Era la fría mañana de un lunes común y corriente.
Era aburrido como cada semana el sólo ver pasar los autos en la misma dirección de la autopista, y en la misma parada de autobús. Con la misma lista de reproducción y la misma gente a un lado.

Era como vivir el mismo día cada semana, y quizá cada día, sólo que con diferentes nombres asignados a cada uno de ellos.

Villalpando llevaba los labios rojos e hinchados por el frío. Miraba a su alrededor, encontrando como resultado el mismo panorama de siempre. Seguía esperando, y de vez en cuando cambiaba una que otra canción.

Sintió una presencia a su lado.
Miró de reojo y pudo divisar que era un chico, uno que después de un año de la misma rutina y mismas personas jamás había visto en aquella parada de autobús.
Quizá era nuevo por esos rumbos, y quizá sería su nuevo compañero de espera.

Era lindo, y un instinto en Alonso quería ver al pelinegro más seguido.
Por fin se dignó a mirarlo completamente, se miraba algo nervioso, tenía un toque de intranquilidad, cómo si hubiera matado a alguien y no quisiera que nadie se enterara.

No miraba al ojiazul, pero éste sí a él. Apreciaba su perfecto perfíl, y desde ese ángulo sus enormes y envidiables pestañas. Tenía unos labios delgados que hacían resaltar más su rostro.
Y también tenía unos ojos amielados que Alonso descubrió al hacer contacto visual por no más de dos segundos con el otro.

El transporte había llegado, y sorpresivamente el pelinegro había subido antes que Villal, lo que indicaba que estarían juntos al menos unos minutos más.
Ambos fueron hasta la parte trasera, colocándose en los extremos de un largo asiento, sin verse, sólo, sabiendo ahora de sus existencias.

¿por qué juegas, Canela? - j.v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora