Por una maldita y jodida vez, sin saber siquiera que lo estaba haciendo, había elegido el bando correcto; encontrar al imbécil de Mariano Danner en aquella discoteca, además de provocar una sacudida infernal y desvastadora a mi mundo interior, me había dejado totalmente en claro que, aunque solo hubiese sido por pura obra del azar, esta vez había ido a pararme del lado que más me convenía. La llegada oportuna de Víctor y el odio que había entre los primos, que hizo que mi jefe me alejara de él, había evitado que aquel estúpido desgraciado tuviera oportunidad de descubrir mi engaño, y de acorralarme contra el muro de mis malos recuerdos.
No me sentía cómoda, el infeliz de Danner y la malparida de Maite Bonora, que no se despegaba de "su hombre", no apartaron los ojos de mí en toda la maldita noche; por más que constante y decididamente intentaba ignorar sus presencias, el tenerlos sentados casi enfrente a donde me encontraba con mi grupo me impedía hacerlo. Fingí lo mejor que pude que todo estaba normal, solo Vanesa y Víctor parecían saber que mi aparente tranquilidad era absolutamente falsa; más avanzada la velada, César también debió notar que algo raro pasaba, y seguro fue porque el jefe no se apartaba de mí.
Después de salvarme del encuentro cara a cara con el primo, y de que Danner nos mirara como si estuviese deseando poder asesinarnos con solo sus ojos, después de interrogarme mientras bailábamos en medio de la pista como si fuésemos una pareja común, Víctor me llevó cogida de la mano hasta el privado donde se encontraban los otros integrantes del escuadrón, y me hizo sentar muy pegada a él, pasando un brazo por sobre mis hombros; aún sin mirar hacia donde estaba Danner y su grupo, me di cuenta de que mi jefe se comportaba de aquel modo solo para dejarle en claro al primo su "derecho" sobre mí. Tuve que aguantarme las ganas de partirle la cara, por estar tratándome como a una simple "cosa", sobre cuya posesión se ufanaba ante el otro; el par de veces que miré con disimulo hacia donde estaba el maldito hijo de puta que me traicionara, pude notar en sus facciones, y en su actitud corporal, que estaba acumulando rabia. Lo disfruté, ¡vaya si disfruté verlo así!, con ese gesto de amarga furia creciendo dentro de sí, y la mirada de quien no puede hacer lo que desea; el desgraciado aquel tenía mil demonios mordiéndole por dentro, poniéndole a hervir la sangre, por verme junto a su primo y saberme inalcanzable.
Cerca de las cuatro de la madrugada, ya con bastante alcohol encima como para olvidar que mi enemigo se encontraba tan solo a unos cuantos metros, salí a bailar con mi grupo, después de que a Vanesa se le ocurriera que fuésemos todos juntos a la pista; Víctor me siguió, ¡y maldita sea si no me encantaba tenerlo pegado a mí todo el tiempo! Además de que sabía moverse muy bien, sin importar el ritmo que la música marcara, el bombonazo de mi jefe estaba más sexy que nunca esa noche, con una camisa que marcaba perfectamente la anchura de sus hombros y el grosor de sus bíceps, y un pantalón de jean negro que permitía apreciar el buen culo que tenía el desgraciado; si de por sí su mirada profunda y café era capaz de mojar bragas, esa noche podía hasta hacer desnudar, a cualquier mujer, con un solo movimiento de sus tupidas pestañas. La mezcla de tanto alcohol ingerido y la cercanía de un jefe tan "cogible", no estaba resultando buena para mí; sentía su perfume impregnado en cada maldito lugar donde me había tocado, y los únicos sitios donde aún no me había tocado, todavía los llevaba cubiertos por mi ropa. De pronto, la música cambió; un ritmo suave y sensual comenzó a oírse, y apenas unos segundos después un par de manos me aferraron firmemente por la cintura,pegándome a ese cuerpo que tan tentador me estaba resultando; levanté la mirada, y me encontré con los ojos de Víctor desbordantes de deseo.
Evidentemente, al imbécil de Danner no debió caerle nada bien vernos bailar así, tan pegados, tan... como si fuésemos dos chispas que se desprendieron de un incendio, y se mecen juntas en el aire hasta consumirse por completo. El maldito hijo de puta se levantó de su asiento y vino directo hacia nosotros, seguido por la perra de Maite, que parecía temer perderlo si le permitía apartarse demasiado; antes de que pudieran llegar hasta nosotros, acerqué mi boca a la oreja de Víctor y susurré un "sácame de aquí", ante el que él ni siquiera se detuvo a preguntarme el porqué. Entrelazó sus dedos con los míos y, asida fuerte por su mano, me llevó hacia donde teníamos nuestros abrigos, y después, directamente a la salida; cuando estábamos a punto de llegar al auto de Víctor, nos cortaron el paso: Danner, seguido de cerca por "su putita", y tres de los hombres del maldito infeliz, nos obligaron a detenernos.
ESTÁS LEYENDO
Promesas falsas // Disponible en físico y ebook
General FictionSofía Quintana cometió el peor de los delitos: confió en las promesas de personas a las que solo les importaba salvar su propio pellejo. Traicionada y abandonada a su suerte, irá tras la venganza que se prometió el día que comprendió que había sido...