Dos.

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Dorotea arrastraba al pesado androide por las oscuras, silenciosas y solitarias calles de Detroit.

El androide no podía caminar, sus pies se arrastraban y Dorotea tenía que cargar con todo su peso.

Nunca pensó que un androide podía ser tan pesado.

Aún faltaban cinco cuadras y sus pies temblaban, sudaba como cerdo y necesitaba un descanso.

Pero no podía, aunque se muriera del cansancio, llevaría al androide hasta Jericho y luego descansaría en el suelo por días, si era necesario.

A una cuadra de llegar a su destino, su cabeza comenzó a doler, su corto cabello se pegaba a su nuca y frente.

Sus piernas dolían por el cansancio y sus brazos temblaban. El androide se mantenía despierto, pero no podía moverse, no dudaría mucho.

Dorotea caminó por unos quince minutos más, y llegó hasta una pequeña ciudad apartada de todo, casi a los límites de Detroit.

Las casas se extendieron en el horizonte y la mujer creyó ver el cielo. Caminó un poco más y comenzó a gritar por ayuda. Con el pasar de los segundos, las luces de las casas se encendieron y su garganta dolía.

Humanos y androide salieron de las casas con rapidez y los vieron. Se acercaron al androide y con cuidado, lo aportaron de ella.

Dorotea sonrió con felicidad y sus ojos comenzaron a cerrarse poco a poco, y simplemente se desmayó.

(**)

La joven abrió los ojos con tranquilidad. Se sentía pesada y relajada al mismo tiempo.

Estaba en una cama grande y la habitación olía a hombre. Era un olor suave pero delicioso.

Salió de la cama y cuando se intentó parar, sus pies temblaron y cayó al suelo de boca.

Al caer, se hizo un sonido sordo, Dorotea se arrodilló en el suelo y acarició su barbilla. La puerta se abrió con violencia haciendo que diera un salto en su lugar, miró atrás y lo que vio la dejó helada.

Era Markus, quién caminó hasta ella y la ayudó a pararse. Sus ojos nunca abandonaron el rostro del divergente y abrió ligeramente sus labios.

-Markus- susurró. Él la miró y sonrió, los pies de Dorotea volvieron a temblar.

-Hola- dijo él. La agarró del codo y la sentó en la cama -¿Cómo te sientes?- preguntó.

-Yo… ammm… yo…- sentía que no podía respirar, el hombre que admiró por tanto tiempo estaba frente a ella - Estoy bien- dijo con la voz temblorosa.

Él sonrió y la miró por unos segundos.

-¿Cómo te llamas?- preguntó.

-Dorotea- dijo.

-Dorotea, gracias por salvarlo- y la mujer pensó que se devolvería a desmayar.

-Yo…- respiró profundo intentando concentrarse- No fue nada- dijo.

El asintió.

-¿Puedes caminar?- preguntó él. Ella intentó pararse sola pero se mareó de repente y volvió a sentarse con una mano en su cabeza -Tranquila- dijo él con calma poniéndole una mano en el hombro derecho.

Se miraron por unos minutos a los ojos.

-Markus- susurró, él frunció el ceño esperando a que hablara. Dorotea tragó saliva- ¿Puedo abrazarte?- le preguntó sorojandose.

Tú y yo. (rA9- Ruta Markus).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora