Cinco.

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Habían pasado un par de días, los suficientes para que Markus tuviera información y para que Dorotea visitara al divergente que salvó.

Ella se encontraba en la habitación con ese característico olor a macho, no sabía de quién era, pero esperaba a que Markus vaya a visitarla como todos los días que había estado ahí para preguntarle.

No salía mucho; de la habitación al centro médico - donde estaba el androide que aún no había despertado- y de ahí a la habitación otra vez.

Desde el día en que entró al despacho de Markus, no volvió a ver a la castaña, ni tampoco a Josh ni Simón.

Ella preguntó por ellos, pero Markus solo le dijo que estaban ocupados y que a final de semana la visitarían. Unos toques en la puerta sacaron a Dorotea de sus pensamientos.

-Adelante- habló acomodándose mejor en la cama.

Cuando Markus entró a visitarla, no se imaginó que fuera tan temprano, pues el sol apenas y comenzaba a salir. Pero Markus solo le dijo que tenía cosas que hacer en todo el día y que volvería en la noche, así que era probable que no se volverían a ver.

Y cuando intentó preguntarle sobre la habitación, un androide entró diciendo que lo necesitaban con urgencia. Así que, se prometió a ella misma esperar por él despierta.

No era por nada, pero se sentía demasiado mal al imaginarse que le quitó la habitación a uno de los androides o humanos.

Entonces, esperó por un par de horas hasta que la noche cayó y cuando se dió cuenta de que tal vez no lo vería cuando llegara, fue al salón y lo esperó mientras leía un libro.

Aproximadamente a las doce de la noche, Markus entró a la casa con el rostro cansado. Dorotea bajó el libro que estaba leyendo de su rostro y lo recibió con una radiante sonrisa.

Markus se la devolvió inclinando sus hombros en señal de sueño, ella caminó hasta él. Lo tomó del brazo y lo sentó en el sillón donde antes estaba ella.

Se sentó frente a él y lo miró, Markus sonrió y echó la cabeza hacia atrás, su cuello hizo un pequeño sonido algo molesto y movió sus hombros de arriba a abajo, dándose un auto masaje.

Parecía como si todo el día había estado sentando en una incómoda silla. Dorotea se paró y fue detrás del mueble, inclinó su cabeza un poco y lo miró a los ojos.

Sonriendo con inseguridad, Dorotea puso sus manos en sus hombros y apretó un poco, escuchó como soltó un gruñido de satisfacción y con más seguridad, empezó a hacerle un masaje.

-Tengo que preguntarte algo Markus- él agachó un poco la cabeza dándole más accesibilidad a su cuello, espalda y hombros.

-Adelante- habló en un pequeño susurro.

-¿De quién es la habitación donde duermo?- Markus hizo un sonido, queriendo saber el motivo de la pregunta- Digo, yo no quiero ser desconsiderada, pero me siento mal pensar que le he quitado la habitación a alguien.

-La habitación es mía - habló él luego de unos minutos en silencio, Dorotea paró el masaje y se tensó.

-Yo… ¿Te he estado quitando la habitación todo este tiempo?- Markus agarró una de sus manos y le dio un pequeño apretón.

-Tranquila, te la he dado porque quiero, a demás, he estado durmiendo en el sillón- dijo él con indiferencia, como si dormir ahí, fuera lo más normal del mundo.

Dorotea frunció el ceño con preocupación, y se imaginó que el dolor en sus hombros tenía algo que ver.

-Eso no me hace sentir mejor- dijo ella. Markus río y negó con la cabeza.

-No tienes que preocuparte- habló con una sonrisa- No es para tanto.

Dorotea se quedó en silencio, lo conocía muy poco, pero lo suficiente para saber que no dejaría que ella durmiera en el sillón y él en su cama.

Así que, se puso frente a él y lo tomó de la mano, levantándolo, lo llevó hasta la habitación.

-¿Qué hacemos aquí?- habló con la voz apagada por el cansancio.

-Dormir- dijo ella encogiéndose de hombros- Dormiremos juntos.

Tú y yo. (rA9- Ruta Markus).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora