Me siento confusa. El sueño me ha mostrado complejos sentimientos que, aunque nunca haya tenido, los he entendido con facilidad, pues el sueño me ha hecho vivirlos como si en realidad de mi vida se tratara. El problema de nuevo es cuando me despierto y me doy cuenta que la vida real empieza cuando abro los ojos, no antes. Y lo que me ha hecho ver éste sueño es que, si esos sentimientos no los he llegado a experimentar nunca, no es porque tenga una vida sencilla sin complicaciones de tal calibre, sino porque en realidad nunca me he sentido tan unida a los de mi alrededor. A pesar de la trágica historia, me siento envidiosa de los lazos que el capitán establece con sus compañeros, por el amor y respeto que recibe de ellos y, sobretodo, por la gratitud que él siente por estar a su lado.
Pienso en ello mientras me lavo los dientes antes de ir al instituto; cuando estoy en la parada de bus esperando a que llegue; cuando estoy en clase dando historia, matemáticas o lenguas sin que me importe; cuando estoy con mis amigas y las oigo hablar sobre algo que no sé qué es porque obviamente no estoy escuchando; y así hasta darme cuenta que, aún tener los ojos abiertos, no estoy despierta. Intento salir de ese mundo y cuando estoy levantada de verdad, más o menos, me doy cuenta que mis amigas habían dejado de hablar hacía rato y, además, que todas se encontraban en un mundo paralelo parecido al que estaba yo anteriormente, pero aún así ligeramente distinto: el mundo de las redes sociales. Al final estos mundos no dejan de ser tan diferentes, en la medida que los dos roban parte del tiempo de la vida real. Me imagino así entonces a gente conectada mientras se lava los dientes; mientras se encuentra esperando el transporte que los lleva a ninguna parte; mientras están en clase, trabajando o haciendo cualquier tipo de cosa en su vida; y, finalmente, también cuando están con otras personas, curiosamente socializando a través de una pantalla y no en la vida real, teniendo a su amiga al lado. Parece ser que estamos en la era de la apariencia, de la superficialidad y el engaño. Y yo no soy mejor que nadie, al final formo parte de la misma trampa y cometo los mismos errores a diario.
- Por favor, chicos, mantened el silencio! Tengo algo que anunciaros, tenemos hoy en nuestra aula un nuevo alumno! - decía alegremente el viejo y tierno profesor de literatura, con el mismo buen humor que siempre tenía por las mañanas. - Pasa muchacho, pasa.
Fue así como el nuevo alumno entró por la puerta tímidamente y se presentó delante de toda la clase nervioso. Entonces, el profesor le asignó el asiento libre, que casualmente estaba a mi lado.
- Hola, soy Hugo, aunque supongo que ya lo sabes - me dijo con una sonrisa.
- Sí, lo sé - dije riéndome en voz baja para que no se me escuchara -, yo soy Luna.
Suena el timbre. Todos los alumnos se van retirando del aula, excepto nosotros dos. Yo porqué me daba pereza bajar hasta el patio, él supongo porque no sabía qué hacer o con quién ir. Cuando me di cuenta de ello, me giré y decidí entablar una conversación más allá a la de decirnos nuestros nombres. Fueron unos minutos, pero nos lo pasamos bien y nos reímos un buen rato. Y aunque fuera breve, ese momento hizo que me sintiera contenta al llegar a casa, aunque no hubiera soñado nada aún.
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La noche es eterna
FantasyEsta novela cuenta la vida de una chica aparentemente normal, llamada Luna y de 17 años. Lo que sucede es que, como todo ser humano en algun momento de su vida, se siente perdida en el mundo, desorientada y en falta de una brújula que la guíe en su...