Quinto despertar

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Salí de ese confuso sueño, con lágrimas en mis ojos y un dolor inexplicable en el pecho. Me hubiera gustado quedarme un rato más en la cama para asimilar todo lo que había pasado, pero finalmente me levanté. De camino al instituto, me puse a reflexionar sobre lo que había vivido en este sueño y lo que me había hecho sentir. Era la primera vez que el personaje del sueño no era yo, pero al mismo tiempo, aunque no lo viviera con mi propio cuerpo, sabía que el capitán no era otro que yo misma. Me perturbaba el hecho de verme en otro cuerpo, como si el propio sueño me estuviera diciendo que estoy dejando de existir, de tener un lugar al que pertenecer por haber estado demasiado tiempo en un mundo del que en realidad no pertenezco. Entonces, esto quiere decir que los sueños no son la brújula que me guiará por el mejor camino, sino todo lo contrario. Me daba miedo tener la razón, ya que estaría reconociendo que todo este tiempo me he engañando a mí misma. ¿Pero cómo salgo de este problema?

Llego a clase de historia antes de tiempo y cuando me voy a sentar a mi lugar favorito de la clase, al lado de la ventana, me doy cuenta que hay alguien que ya se ha sentado. Era Hugo, el chico nuevo. Como tenía los auriculares puestos, pasé sin decirle nada y me senté delante de él, pues el sitio también era próximo a la ventana. Cuando me vio, se quitó los cascos y me tocó la espalda para saludarme.

- Hey, ¿qué tal el fin de semana? – me preguntó animado.

- Algo perturbador, ¿y tú? – le dije sin más.

- ¿Perturbador? ¿Qué ha pasado? – dijo con un tono que parecía preocupado, aunque en realidad me conocía de a penas tres días.

- Nada, déjalo, es broma – dije sin muchos ánimos de hablar.

- Ahora me has dejado algo preocupado... ¿En serio era broma? – preguntaba insistiendo. No lo conocía, no entendía porque se interesaba tanto, pero inexplicablemente me dio la suficiente confianza para contárselo. Y cuando iba a decírselo, entró el profesor por la puerta. La clase había empezado.

- Te lo cuento mejor después de que acaben las clases... – le decía mientras el asentía con la cabeza.

Terminaron las clases, acabé más tarde que él y cuando salí del instituto lo vi esperándome en las escaleras de enfrente. Justo en ese momento, me vio y empezó a hacerme señas con el brazo alborotadamente para que le viera, aunque ya lo había visto y ello me resultaba bastante gracioso. Ese momento hizo que me sintiera más cómoda y se apaciguaran mis nervios, que hacía un instante estaban a flor de piel. ¿Qué diría cuando le explicara lo de los sueños? Me acerqué menos nerviosa aunque con cierta inquietud. Al principio nos empezamos a contar el día que habíamos tenido y, poco rato después, debido a que el tema no daba más de si, me preguntó si me apetecía contarle al final lo que me había pasado este fin de semana.

Después de contarle todo, no solo lo que había pasado el fin de semana, sino lo que llevaba pasando ya meses con los sueños y ése mundo tan tentador, me sentía más aliviada. Hablar con él me gustaba, no entendía si era por su forma de ser o porque, en realidad, como no lo conocía sentía que no me juzgaba dijese lo que le dijese. 

La noche es eternaWhere stories live. Discover now